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Hepatitis medicamentosa, la más desconocida

"No podemos permitir que el daño hepático causado por medicamentos llegue a convertirse en un problema de salud mayor". Paula Molina, Química farmacéutica de Farmacias Ahumada
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Gran parte de la población asocia los problemas al hígado con el alcohol o como consecuencia de algunos virus (como los de la hepatitis A, B, C, D y E). Sin embargo, los medicamentos, sustancias químicas y hasta algunas hierbas pueden ocasionar graves daños a este órgano, poniendo en riesgo la vida de quienes los padecen.

La hepatitis tóxica medicamentosa es una inflamación al hígado como reacción del sistema a sustancias -como las mencionadas- o el abuso de éstas, pudiendo provocar un daño hepático permanente o fallas agudas que, en algunos casos, podría conllevar la necesidad de un trasplante o la muerte del paciente. Lamentablemente, no existe una prueba específica para diagnosticarla (sólo se puede al ir descartando un sinnúmero de otras causas) pero su prevalencia es mayor en personas que consumen múltiples fármacos, especialmente en adultos y personas mayores.

Según estudios nacionales, éstas configuran el 10% de las hepatitis agudas en adultos y más del 40% en los mayores de 50 años, representando aproximadamente el 25% de las causas de fallas hepáticas fulminantes. Estas últimas, junto con la cirrosis, representan las principales indicaciones -y necesidad- de trasplante en adultos.

Por eso, como especialistas, somos enfáticos en insistir sobre la importancia de no automedicarse, consultar con un profesional competente ante cualquier malestar y a usar racionalmente los medicamentos, sobre todo uno de los más consumidos en el país como el paracetamol y antiinflamatorios no esteroideos (AINE). A fines del 2021, el Instituto de Salud Pública (ISP) informó que el paracetamol es el medicamento más vendido en el país, seguido por otros como el ibuprofeno y el ketorolaco (ANIEs).

No podemos permitir que el daño hepático causado por medicamentos llegue a convertirse en un problema de salud mayor, sobre todo si consideramos que -en los peores casos- se requerirá de un trasplante, cuya lista de espera supera las dos mil personas en nuestro país.

En pocos días se conmemora el Día Mundial contra la Hepatitis y es momento de tomar conciencia que los medicamentos no pueden ser consumidos sin la orientación de un especialista médico, porque todos conllevan algún tipo de riesgo, que dependerá de la dosis y el historial de cada persona.

Si no dialogamos con los que disienten nunca encontraremos los consensos

"Cada sector se cree dueño de la verdad y rechaza, desconoce o repudia a quienes no piensan igual". Carlos Cantero Ojeda, Geógrafo, Máster y Doctor en Sociología
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A propósito de la propuesta constitucional, que será plebiscitada el 4 de septiembre, se observa un proceso de polarización de los sectores radicalizados, a uno y otro lado del espectro. En este proceso se desatiende lo fundamental, la UNIDAD de Chile y los chilenos. Han comenzado las descalificaciones a las personas sin atender a sus ideas. Se impone la parcialidad y el sectarismo, silenciando a quienes no comparten las mismas posiciones. Algunos medios dan espacio solo a la mismidad. Círculos recursivos de personas que piensan similar se autoreplican, generando polarización, radicalización.

Se busca y acepta una comunicación exclusivamente desde la mismidad. Todo lo que encarne otredad, se rechaza, repudia e intenta silencia o eliminar, lo que constituye una ceguera y sordera en medio del llamado al encuentro y el diálogo. Conversar con los que tienen ideas distintas es la base para buscar el encuentro y entendimiento, lo contrario, es como construir muros divisorios cuando lo que se requiere son puentes, si se desea vivir en unidad, concordia y fraternidad. No se atiende a razones, explicaciones ni diálogos, no solo en la política, sino en lo ideológico, científico, cultural y valórico. Cada sector se cree dueño de la verdad y rechaza, desconoce o repudia a quienes no piensan igual. Se le abre paso exclusivamente a las emociones y las creencias, lo que constituye la esencia característica de esta degradada Postverdad.

¡No podemos seguir anulando a los que piensan distinto! En Chile, se asume una hipocresía desvergonzada. Se confunde el silencio de más de la mitad de los ciudadanos que no concurren a votar, normalizándolo como asentimiento. El ausentismo electoral es consecuencia del no respeto al disentimiento, de ignorar la voluntad ciudadana, la libertad de pensamiento, los principios democráticos, que han caracterizado a la política transversalmente. Este ha sido en repudio a la intolerancia, al desdén político respecto del ciudadano. La clase política aún no se repone de la bofetada ciudadana de octubre del 2019, unos se han silenciado u ocultado, otros desembozadamente se asumen como los salvadores. Otro episodio vergonzante es que, unos intentan aumentar el padrón electoral con migrantes que no tienen ese derecho y otros pretenden que si gana el rechazo significa inmovilismo. La gente quiere cambios. ¡No más de lo mismo!

Poniéndole un poco de filosofía a este asunto, los seres humanos no somos (inmutables), siempre estamos en proceso. La verdad no es patrimonio de alguien en particular, surge del diálogo, de la relacionalidad, de la búsqueda de acuerdos y consensos. Estamos, siempre estamos, en proceso de ser: democráticos, cívicos, respetuosos, civilizados, aunque no siempre se logra. ¡Esto rige para unos y otros! Si no somos capaces de articular el diálogo, la conversación, la construcción de la confianza y acuerdos, pagaremos caro. ¡Debemos superar la brecha generacional, digital y valórica!

Los ciudadanos debemos cuidar nuestra democracia, evitar actitudes destempladas y de sometimiento al otro distinto en las ideas. Repudiemos la violencia verbal y física. No permitamos que se imponga el desdén, la lenidad, la barbarie, la violencia, el miedo, ni el desprecio. El 5 de septiembre Chile debe amanecer más unido que nunca, respetando la voluntad ciudadana. Los cambios los haremos en unidad y respeto mutuo. Chile no merece ni puede seguir dividido otros 50 años.

Una tercera vía para llenar espacios vacíos

El país requiere hoy saber si no se aprueba la propuesta que pasos seguir y si en definitiva habrá una nueva constitución. No es descabellado ponerse a pensar qué se hará en el evento que la propuesta no se apruebe. Es necesario que exista claridad desde todos los sectores del espectro político para que el elector informado decida.
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¿Qué es lo más conveniente para el país de cara al plebiscito de salida? Esa es la pregunta que debieran hacerse todos los chilenos y en especial aquellos que lideran conglomerados políticos y que hoy analizan la mejor forma de realizar la propaganda por el Apruebo o por el Rechazo. Hay posiciones claras, pero no todos se detienen en analizar si lo que están promoviendo es el mejor camino para un país que denota cansancio, estrés y hastío producto del debate constitucional.

Y no porque piensen que es un tema menor, sino que encuentran que tras un año y medio desde que decidieron que el camino era una nueva constitución redactada por personas elegidas en votación directa, aún no exista la claridad suficiente para cerrar el proceso. Y el cierre es el plebiscito de salida al que se debería llegar con las expectativas resueltas y una votación que sería un mero trámite.

La realidad nos muestra otro escenario en el que está muy cerca de que el trabajo de los convencionales sea rechazado (según las encuestas) y que debamos enfrentar como país una encrucijada respecto al camino a seguir. Formar una nueva CC como lo planteó el Presidente Boric, apuntar a reformas en el Congreso o dejar en manos de expertos la redacción final de la Carta Magna, entre las alternativas que han surgido.

Lo cierto es que no hay mucha claridad en la eventualidad que gane el Rechazo. Y lo peor para el país es vivir en la incertidumbre de lo que vendrá.

No es descabellado ponerse a pensar qué se hará en el evento que la propuesta no se apruebe. Es necesario que exista claridad desde todos los sectores del espectro político para que el elector informado decida que es lo más conveniente.

Tienen que existir señales respecto a si oponerme en el plebiscito habrá posibilidades de reformar la propuesta, de crear una nueva o de dejar la que hoy rige con reformas que puedan llegar desde el Congreso.

Lo mismo en el caso de aprobar. Sabemos que se dejaron estipulados los quorums para los afanes reformistas en los casos específicos. Allí tenemos certezas, lo importante será saber si son satisfactorias para el que vota.

Es aquí que es necesario intentar responder la pregunta planteada líneas más arriba, ¿que es lo mejor para el país? Y una de sus respuestas es la que ofrezca más certezas de que los cambios son buenos y que si hacen con orden el país ganará. Por ahí viene la vuelta de tuerca.