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Medir o no medir

"Lo que no se mide, no se gestiona. Esto, que es parte del quehacer humano y profesional, en la educación escolar aparece con restricciones".
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¿Es conveniente o no saber el nivel de aprendizaje de los alumnos?. Diversas experiencias, particularmente en población escolar vulnerable, dan evidencia de la efectividad de las mediciones periódicas, sistemáticas y estandarizadas. No hacerlo, trae el peligro de que los procesos de aprendizaje terminen en meras autopsias. Constatar al final del camino que ya no hay nada que hacer (Palancas del Liderazgo Escolar 2.0, Bambrick-Santoyo, P. 2019; KIPP public School; Uncommon School).

Lo que no se mide, no se gestiona. Esto, que universalmente es parte del quehacer humano y profesional, en la educación escolar aparece con restricciones, aprehensiones, temores. Todos sabemos de la necesidad y a veces la urgencia de los exámenes médicos. En ellos se va la vida, la mejora, el llegar a tiempo. El control preventivo, tiene individualizado los tipos, la temporalidad, la frecuencia y los indicadores de los exámenes. Cuando alguien los descuida, en tiempo y forma, luego se debe asumir que es tarde.

¿ Será posible que en educación no tengamos las mismas exigencias y urgencias ?. Por el cuerpo corremos tras la búsqueda de la salud. Actualmente nos encontramos frente a más de dos años de pandemia, con una enorme cantidad de interrogantes sobre el estado de los alumnos y de los profesores. Se requerirá de tiempo para salvar brechas de todo orden, académicas, emocionales, sociales. Entonces necesitamos luces para elaborar y aplicar programas que se hagan cargo del estado real de la situación. Tan letal, como la improvisación en el cuidado del cuerpo, es el descuido del nivel de los aprendizajes. Las carencias en educación traen analfabetismo estructural, que terminan por arrasar a civilizaciones completas. El deterioro del progreso, que tiene su base en el conocimiento.

Las mediciones y los informes del SIMCE han conseguido validarse. Se han enriquecido con los otros indicadores de desarrollo personal y social. Sabemos sobre autoestima académica y motivación escolar, clima de convivencia escolar, participación y formación ciudadana, hábitos de vida saludable. Urgentes de ser recogidos hoy. Donde padres, docentes y alumnos están involucrados. Despejemos entonces asuntos externos, que contaminan el sentido y la finalidad. La presión y la competencia por el ranking; la obsesión por entrenar, en lugar de enseñar. Avancemos en que los resultados, con la tecnología actual, puedan estar con mayor celeridad, para intervenir. Formemos a directivos y profesores en herramientas de gestión de datos. Estamos ante una tremenda oportunidad. Cambiar la cultura que existe frente al instrumento. Ponerlo al servicio del bien mayor, los aprendizajes.

Luego que se dejó de aplicar el test nacional de inglés, le pregunté a una autoridad por las razones de esa determinación. La respuesta fue insólita. Porque a los alumnos les iba muy mal en esta medición. Pensé en el sillón de don Otto. Ajustemos los medios, no alteremos el fin. Medir para mejorar.

Manuel Dannemann Correa

Magister en Educación Positiva

Preocupantes cifras de victimización

Enncuesta reveló que casi el 50% del comercio del sector entro de Antofagasta ha sido vandalizado. Se extrañan políticas que apunten a ese objetivo para que la delincuencia y la inacción terminen por liquidar espacios ciudadanos propios de nuestra cultura.
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Una reciente encuesta encargada por la Cámara Chilena de Comercio reveló que casi el 50 por ciento de los establecimientos del sector centro de Antofagasta ha sido víctima de la acción vandálica. Cifras que acrecientan la victimización y entorpecen el trabajo de quienes por años se instalaron en el sector y que a estas alturas son emblemáticos.

De esta realidad no están ajenas otras comunas de la Región. No hace mucho en Calama los comerciantes del casco central mencionaron que la mayoría había sido víctima de robo, incluso en más de una ocasión.

Esto es sólo un ejemplo más del problema de inseguridad presente y que lejos de disminuir avanza. Las zonas centrales de las ciudades otrora punto de encuentro de la familia y lugar de paseo, hoy han perdido esa condición y cada vez son menos quienes llegan al centro con esos fines. La mayoría lo hace frente a la obligación de realizar algún trámite, de otro modo no lo harían.

La razón principal es la inseguridad. El comercio es presa del vandalismo; sus dueños quedan atrapados en deudas y sin posibilidades de invertir en mejoras; destrucción del mobiliario público; incivilidades y otra serie de factores que lamentablemente contribuyen al deterioro del sector.

De día no cuenta con espacios agradables y en la tarde-noche son peligrosos. Ante esa realidad cada vez son menos las personas que por voluntad propia llegan hasta los cascos históricos de las ciudades con afanes de distracción, de compras o paseo.

Entonces urge poner freno a las situaciones que hoy afectan al centro y los municipios son los llamados a realizar las inversiones y coordinaciones necesarias para recuperar ese singular punto de encuentro que es vital para el arraigo y la identidad de las comunas y sus habitantes.

Se extrañan políticas que apunten a ese objetivo para que la delincuencia y la inacción terminen por liquidar espacios ciudadanos propios de nuestra cultura. Es una prioridad y no puede verse de soslayo porque si no se adoptan políticas específicas el daño patrimonial y cultural será incalculable.

La tarea es mancomunada, pero quienes deben ejercer el liderazgo son los alcaldes y alcaldesas. Desde los municipios deben surgir las iniciativas que signifiquen una planeación urbana moderna, ordenar el transporte, mayor inversión y un estímulo al comercio.

Labor que debe tomarse con seriedad y celeridad.

"Lo público"

"La cancha no está pareja, es evidente. Con un financiamiento basal exiguo y fuertemente reguladas y vigiladas".
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Desde hace un par de semanas se ha generado un debate entre quienes defendemos el rol público de las universidades estatales, agrupadas en el CUECH, y las demás universidades que conforman el sistema de educación superior de nuestro país.

La discusión se centra en el concepto de lo "público", por lo que creo importante recurrir a la definición que nos entrega el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, que en una de sus acepciones define lo público como "la potestad, jurisdicción y autoridad para hacer algo, como contrapuesto a lo privado".

¿Qué hace entonces que una Universidad sea pública?, pues justamente aquello: "la potestad, jurisdicción y autoridad" que por mandato legal nos designa como misión el Estado, y que nos convierte en una institución al servicio de todas y todos.

Las universidades estatales somos parte del aparato público. Así nos reconocemos, y por eso nos sometemos a estrictos controles administrativos, financieros y legales que no rigen para el resto.

Nuestro carácter estatal, y "público", nos sitúa en un rol de colaboración constante con el territorio. De qué otra manera se entendería el papel cumplido, en este caso por la UA, en el combate la pandemia, o en la administración de centros de acogida para adultos mayores y mujeres víctimas de violencia, o en el reforzamiento de la red de salud a través de un Hospital Clínico. De nuevo, lo "público" nos convierte en actores comprometidos con todas y todos.

Pero existen trabas, obstáculos que nos dificultan desarrollar, en condiciones de igualdad, nuestras tareas. Por décadas el Estado facilitó la instalación de un "mercado de la educación superior", obligando a las universidades estatales a competir en un escenario desigual, permitiendo el surgimiento de numerosas universidades que lucraron con los sueños de miles de jóvenes de nuestro país, muchos de los cuales luego fueron recibidos en nuestras casas de estudios para que pudieran terminar sus carreras.

La cancha no está pareja, es evidente. Con un financiamiento basal exiguo y fuertemente reguladas y vigiladas, competimos con instituciones que se desenvuelven como entes privados, aunque asuman, de manera oportunista, el signo de lo "público".

Como instituciones estatales tenemos un compromiso ineludible con el bienestar social y el desarrollo del país, eso nos enorgullece y nos hace distintas. Por ello creemos que es importante que el Estado potencie a sus universidades, referentes en tantos ámbitos, y que históricamente han estado presentes para acompañar el desarrollo económico, científico y cultural del país.

Lo anterior no implica desconocer el aporte que las universidades privadas, especialmente las que integran el G-9, han hecho al país, así como nadie discute que el Estado apoye a dichas instituciones e interactúe con ellas conforme a su contribución a la esfera pública. Sin embargo, es en las universidades estatales donde el concepto de lo "público" se convierte en un vínculo firme, comprobable y exigible, porque está impreso en la naturaleza misma de la institución.