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Cansancio

Joaquín García-Huidobro
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¿Qué significado político tiene esa cara de cansancio que, a pesar de tus esfuerzos, no consigues ocultar? No se debe a que hoy tengas mucho trabajo: eso para ti no constituye ninguna novedad. Hay algo más profundo, una suerte de desánimo propio de quien constata que está metido en un juego donde el otro participante se desempeña al filo del reglamento o directamente hace trampas.

El modo de trabajo de muchos en la Convención te recuerda a esas asambleas universitarias, cuando los grupos radicales alargaban los debates, tergiversaban las opiniones de los adversarios, repetían frases rimbombantes carentes de un contenido real, y finalmente se imponían en una votación a altas horas de la madrugada porque la gente razonable ya estaba en su casa.

Pensabas que el fanatismo y la intolerancia habían quedado atrás, y de pronto te encuentras con que están más vivos que nunca. Esto te produce una desazón profunda. Se constata en tus votaciones, hoy vas a lo grueso, defiendes lo que te parece imprescindible; con todo, inevitablemente dejas pasar o te ves obligado a ceder en muchas cosas que en realidad no te gustan. Quieres salvar el proceso constituyente, sin embargo parece que algunos abusan de tu buena fe. Tú no abandonas la disposición a dialogar, pero otros sólo conocen la imposición. Bien sabías que las cosas iban a ser difíciles, aunque nunca pensaste que las desmesuras llegaran a ese extremo. Te da pena.

Hasta tu gusto literario sufre al leer esos textos mal redactados, que parecen hechos por gente que odia a su lengua.

En el fondo, has podido constatar en carne propia una realidad que se venía insinuando en Chile desde hacía mucho tiempo. La diferencia fundamental no tiene lugar hoy entre izquierdas y derechas, sino entre distintas concepciones de la democracia, aunque una de ellas no me parece muy democrática.

De una parte, están los jacobinos que creen en una suerte de democracia directa, pretenden interpretar la voz de la calle y apuestan a la política de los movimientos y las identidades. De otra, estás tú y quienes proponemos mantener la democracia representativa con sus diversas instituciones, incluidos por cierto los partidos políticos. Podemos criticarlos, pensamos que muchas veces sus representantes no han estado a la altura de las necesidades de Chile, pero los partidos son indispensables.

La diferencia no es trivial: tú fuiste formado para buscar los consensos, para hallar puntos de entendimiento con quienes piensan distinto y poner en marcha iniciativas que convoquen a voluntades muy diversas en bien del país. Tu formación política te exige buscar el bien común, por más que muchas veces no estemos de acuerdo en los medios para hacerlo realidad. Jamás se te ocurriría, por ejemplo, ponerte en un pedestal moral que te sitúe por encima del resto de las personas.

Por todo lo anterior, no me extraña tu férrea defensa del Senado. Como sabes de política, tienes plena conciencia de que en Latinoamérica nunca han funcionado los sistemas unicamerales. Es más, te consta que ellos son un instrumento particularmente querido por los dictadores como Fujimori, Maduro u Ortega. Sabes que la política necesita un mínimo de pausa, que las leyes deben durar largo tiempo y su elaboración no puede quedar sujeta a las pasiones del momento. Y para eso resulta esencial un Senado.

Digo un Senado, donde ya la denominación nos evoca los momentos más grandes de la República romana, una institución que en Chile nos ha acompañado desde los comienzos mismos de nuestra vida independiente, y no esa caricatura que hoy nos presentan.

En esta época de nuestra historia se requeriría fortalecer el Senado, y no poner en su lugar a una raquítica Cámara de Regiones que José Miguel Insulza ha calificado con razón de "ridícula". Sin embargo, es natural que los jacobinos quieran ir en esa dirección: ellos siempre están apurados y no quieren que ningún obstáculo se oponga a sus propósitos.

Hoy tu rostro luce cansado y no podía ser de otro modo, pero muchos chilenos te pedimos que por favor no te canses.