El candidato quien no quería llamar dictadura al régimen de Augusto Pinochet perdió frente al candidato mejor votado de toda la historia institucional de nuestro país. La fuerza de la simbólica de los hechos no es para nada anodina. Cuando se aplica el concepto, que nació en la extrema derecha estadounidense, de "marxismo cultural", cuando se quiere ideologizar un posicionamiento mayoritario de una población ante hechos históricos, lo que se quiere obviar con ese denominativo es que, al fin y al cabo, a pesar de la continuidad del proyecto de la dictadura en periodo de democracia, los "malos" de la Historia son los que quebraron la institucionalidad de nuestro país, y no los que supuestamente hicieron todo para llegar a ese quiebre.
El argumento que quiere que el fin justifica todos los medios no convence a la mayoría de los chilenos, a una contundente mayoría de estos. Eso es una realidad indiscutible. La derecha que seguirá revindicando algo de esa índole; y podemos pensar que es un importante segmento de ese sector porque, en esta pasada, desde Sebastián Sichel, el chico moderno pro AFP, hasta un actor político local como Sacha Razmilic, quien nació en el partido "Sumemos", apoyaron a Kast; si la derecha sigue con esa tónica, queda claro que esa opción política no tiene opción de llegar democráticamente al poder.
Porque hoy quedó claro que frente a una potencial reescritura del pasado, de la historia oficial; que como siempre no fue tan escrita por los vencidos y caídos pero simplemente no se podía ocultar lo que había sucedido; ayer la movilización fue significativa y ejemplificadora en relación a eso. A pesar del desempeño dificultoso de la Convención Constitucional y de los errores no forzados y grotescos del sector progresista. Ayer, vimos una ola de esperanza que se pudo manifestar en las calles como nunca se había visto desde la transición democrática, cuando todos pensaban que la alegría ya llegaría. Al final, se implementó un sistema neoliberal.
Ahora reducir el resultado de la elección de ayer a nuestra relación con el pasado sería bastante simplista. Hay un pedido social que sigue muy vigente en el país, y si sigue de pie con tanto vigor es porque muchas cosas no han cambiado; ni en salud, ni en educación, ni con las jubilaciones. Hay males profundos y funcionamientos sociales que deben ser urgentemente enfrentados para aumentar la calidad de vida de los chilenos. No es una tarea menor. En este contexto, la más difícil de estas ultimas décadas. Son los "jóvenes" que estarán encargados de realizarla, los ex dirigentes estudiantiles. Los mismos que desplazaron a las otras fuerzas del centroizquierda que habían olvidado sus principios fundamentales en la practica y regalías del poder.
Si el nuevo gobierno se transforma en una "Concerta" 3.0, a la vuelta de la esquina habrá otro estallido. Si sus componentes se enfrentan vehementemente, políticamente los avances serán difíciles. Si logran a hacer palpable unos cambios significativos en un corto plazo, se inscribirán en la Historia del país. Un país que ayer manifestó su amor a la democracia. Quizás porque está inscrito en su adn saber lo que significa perderla.