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cuenta el actual director periodístico de Radio Programas del Perú (RPP).
-¿Cómo crees que se llevaba Georgette con el fantasma de su marido?
-Después de haber investigado siete años, creo que ella al final hubiese quemado los poemas. Tenían una relación de amor y odio, como toda relación (ríe), pero la de ellos era especialmente difícil, al igual que el carácter de ella, y él… Esto es totalmente impopular, pero a veces pienso que mucha gente no hubiese sido amigo de Vallejo. No digo que entonces haya sido un mal tipo, aunque sí lo es visto desde 2021. Es difícil juzgar a alguien cien años después, no deberíamos hacerlo. Me acuerdo que, a ratos, mientras escribía, le enviaba mensajes a mi editora, Leila Guerriero ("Los suicidas del fin del mundo"), diciéndole "no soporto a Vallejo, me parece una mala persona".
-¿Tanto así?
-Me cae mal porque siento que era un vividor: por ejemplo, tenía una beca española y la idea era que estudiara allá, pero él iba a cobrar no más. Un par de veces (en la embajada) le pasaron dinero para volver a Perú cuando el juicio en su contra (por participar de una revuelta en su pueblo natal, Santiago de Chuco) ya había caducado. Él no regresó, se gastó la plata en otras cosas. También eligió a Georgette como pareja "estable" una vez que murió la madre de ella, por la herencia… Pero sería torpe, mezquino y un error de mi parte juzgarlo desde mi mirada contemporánea. (…) Es difícil escribir sobre una persona muerta y que ya no existe nadie que lo haya conocido. Hay un trabajo de evaluar a qué biografía le crees y cuál no, pero lo logras intuir. En qué momento hay un dato inexacto que se replica y resulta que Georgette, finalmente, es la mala de la película.
Sin embargo, es ella quien permanece a su lado en la pequeña clínica donde muere el poeta, y Titinger cita al "vallejólogo" Miguel Pachas Almeyda: "Todos creían que estaba loca, y era muy triste. Preferían hacerle caso a los tremendos intelectuales que hablaban de Vallejo. Hasta la culparon por haber abortado, por no darle al Perú los hijos de Vallejo. Porque claro, al lado de esos biógrafos, al lado de esos grandes académicos, ella apenas había terminado la secundaria". Pero es Georgette quien, a mediados del siglo XX, llega a Perú con los manuscritos y el historial médico del poeta, porque en sus últimos años Vallejo "escribía 'para el cajón', le decía a Georgette, porque nadie lo publicaba", destaca el periodista.
-Ella también estaba frustrada por eso.
-Porque Pablo Neruda se paseaba por cuanto congreso antifascista hubiera. Era el poeta de los poetas, un tótem. Vallejo era un intelectual, un periodista comprometido, nadie sabía que seguía escribiendo poesía… Él participaba de estos congresos pero como intelectual, como un actor de reparto, mientras Neruda salía a hablar en un estrado. Vallejo no tuvo fama en vida.
-Y todos los biógrafos repasan a Georgette hasta que aparece Rafaela García de la Barga, "la señora de la maleta", con los papeles que guardó la viuda hasta su propia muerte.
-No hay golpes de suerte: cuando esperas mucho, las cosas pasan. Esta señora había sido vecina de Georgette, la fui a ver, pero no me aportaba mucho: "Que la viuda, que qué sé yo". Aunque en algún momento creo que le caí bien y me dijo: "Mira esto, un día…" y traté de disimular las ganas que tenía de abrazarla y ponerme a llorar. Cuando salí de su casa, entendí que tenía un libro, porque hasta entonces decía "Dios mío, tengo lo mismo que han tenido todos, voy a repetir, a repetir", pese a los viajes que había hecho, entrevistas.
-Después de esta epifanía, cuando escribías ¿sentiste los espíritus en tu casa?
-Creo que como les pasa a los actores, hay un momento en que te comienzas a mimetizar. Sientes que la persona te toma, es una cosa espiritual. Con el perfil de Julio Ramón Ribeyro ("Un hombre flaco") me pasó que adelgacé muchísimo, casi 40 kilos. Y sí, no fue Ribeyro, fue la dieta, pero también comencé a fumar. Con Vallejo a veces tenía momentos de suma tristeza. (…) Convives con la persona sobre la que estás escribiendo, te posee de alguna manera y, ojo, no dejo de trabajar, de vivir mi vida, pero Vallejo estaba ahí. (…) Hay que leer a estos poetas que están en el Parnaso y, en el caso más optimista, hay que entenderlos.
-"Trilce" sigue siendo un poemario muy raro ¿no?
-Sigue siendo incomprensible. Sin embargo, entiendo el poder maravilloso del lenguaje y sí logro entender que Vallejo fue un poeta de vanguardia antes de la vanguardia. En el libro siempre hay una pregunta dando vueltas: ¿cómo alguien que nace en Santiago de Chuco pudo llegar a cambiar la poesía en español?
en una maleta Daniel Titinger encontró una nueva versión del poeta césar Vallejo.
"El hombre más triste: Retrato del poeta César Vallejo"
Daniel Titinger
Ediciones UDP
264 páginas
$18 mil
"Cuando salí de su casa entendí que tenía un libro, porque hasta entonces decía: Dios mío, tengo lo mismo que han tenido todos".
gabriela pinto