Sin domicilio político
Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
En la serie de debates presidenciales y parlamentarios, franjas televisivas y propagandas, hay factores que son comunes. Hace rato que vengo hablando de la 'fatiga del discurso' como una estrategia que se agota en sí misma. Prácticamente de izquierda a derecha, las candidaturas dicen lo mismo, la moneda de transacción es el concepto de cambio, pero puede ser que estas transformaciones idílicas sean simplemente un 'gatopardismo'(Giuseppe Tomasi di Lampedusa, 1958), es decir, que las cosas cambien para que nada cambie. El opinólogo Carlos Peña le llama a esto en su columna "simpleza y sensibilidad" (El Mercurio de Antofagasta, 27/10/2021), refiriéndose específicamente a lo poco contundente de los discursos de los presidenciables Gabriel Boric y José Antonio Kast. El primero se toma de todo (género, grupos disidentes, comunidades LGTB+, medio ambiente) para expresar nada; el segundo, reduce todo al estallido social y a poner orden como haciendo recuerdo de la frase 'mano dura Pinochet'. Habría tanto que hablar, poco que significar dirían los/as argentinos/as, pues estamos en presencia de la cárcel del lenguaje (Frederic Jameson, 1980).
El connotado periodista Juan Pablo Cárdenas nos habla en su columna de "la absurda definición de un domicilio político", argumentando que hay poca mención a un centro político, dado que "…Los que se autodefinen como centristas en todas partes son los sectores híbridos y oportunistas, que buscan "flotar" en todas las circunstancias y siempre se encuentran prestos a administrar las crisis o las transiciones cuando se confrontan las derechas y las izquierdas" (Diario UChile, 29/01/2016). Mi análisis es un poco más distinto y con más preocupación: aquéllos/as que militan en algún partido o que van por el cupo de éste aparecen abrazando banderas de una ideología distinta. Me cuesta creer en el fin de las ideologías (Daniel Bell, 1960 y Francis Fukuyama, 1992), me es fácil pensar que los/as 'sin dirección política' desarrollan una estrategia amarillista porque no están seguros/as del lugar en que se encuentran sus votantes. Así van moviendo la aguja como si una carrera política fuera un acto complaciente para la elección de turno (la 'tiranía de la elección', Janan Ganesh, Financial Times, 21/06/2019)
Podríamos pensar que la nueva postura del no domicilio político está en el liderazgo del vigésimo quinto presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, quien ha combinado una ideología social demócrata europea, un neo-liberalismo económico y una visión del motor de la sociedad en la empresa. En resumen, un raro espécimen no encajable en alguna dirección política. Con menos glamour sería equiparable a Sebastián Sichel, pero con más socialismo en el cuerpo se ve a Macron. Así como escribió Charly García "ya la sal no sala, ni el azúcar endulza" (la sal no sala, 1994), las posturas de Kast se van moderando y el candidato Gabriel Boric se siente seducido de coquetear con el centro, aunque el Partido Comunista le recuerda constantemente su 'conciencia de clase' colectiva.
La independencia 'en transición' también es otra forma de caracterizar el no domicilio en a aquellos/as personajes que vienen de la ciudadanía (agencia), mantienen ciertos escrúpulos por las gobernanzas elitistas y se muestran como enamorados cortesanos, es decir, 'distante-distintos' de la política partidista, pero 'a la hora de los qiubos' se sirven de ella. En esta 'política líquida' (Bauman, 1999), los conglomerados son dispersos, no actúan como bloque, no muestra lealtades políticas o ideológicas incluso dentro de los mismos partidos y, por ende, no tienen la obligación de votar por su variopinto sector político.
La dirección política requiere ubicuidad, saber en qué terreno ideológico se pisa, consecuencia, es decir no darse las volteretas a lo Tomás González, un gran compromiso por el servicio público y no servirse de éste, y una ética en los compromisos adquiridos con el electorado. El estallido social y la pandemia han sido oportunidades grandes para que sensibilidades más progresistas y conservadoras se inclinen hacia un mayor gasto social y un Estado más sólido (una especie de keynesianismo a lo Mariana Mazzucato y su Estado Emprendedor) para la protección social, la seguridad y la justicia.
"Me es fácil pensar que los/as 'sin dirección política' desarrollan una estrategia amarillista porque no están seguros/as del lugar en que se encuentran sus votantes. Así van moviendo la aguja como si una carrera política fuera un acto complaciente para la elección de turno"