Vecinos de población Bonilla cansados de sufrir el daño colateral del estallido
CIUDAD. En la "zona cero" de los enfrentamientos hay adultos mayores que acusan que muchos de quienes protestan allá, no son del sector. Que han perdido la poca infraestrutura pública que tenían y que para colmo, carabineros los discrimina y "dispara lacrimógena para todos lados".
El aliento a lacrimógena abofetea en la esquina de la avenida Bonilla con Julio Montt Salamanca. Las ruinas de lo que fue el Registro Civil, ahora es el hogar de una mujer en situación de calle, a quien le llaman "la flaca". La Plaza Bicentenario está carcomida por servir de escenario de tantas batallas. La otra vereda de Montt Salamanca exhibe casas taponeadas con calaminas y uno que otro vidrio quebrado. La denominada zona cero presentaba a mediodía de ayer un semblante de tensión. El lunes, por la noche, revivieron las escaramuzas entre manifestantes y carabineros, cuya comisaría se encuentra en el lugar. Los piedrazos y lacrimógenas devolvieron la pesadilla a los vecinos. Molestia y cansancio evidenciaban los rostros. La más complicada era una señora de alrededor de 80 años, que expresaba sus sentimientos a través de palabras y lágrimas, pero vamos por parte.
No se puede vivir de manera normal ni menos tranquila, en un territorio donde es constante el conflicto. "La primera vez, hace dos años, un 12 de noviembre de 2019, fue terrible. Nos encerramos en la casa. Mi casa terminó sin ningún vidrio. El camión de mi marido estacionado afuera de la casa -por Montt Salamanca-, fue incendiado. En adelante la batalla fue casi todos los días hasta decaer. Este año las manifestaciones han sido puntuales, por ejemplo, para el Día del Carabinero, anoche y hoy (ayer). En esos días no hay que ni asomarse a la reja. Ayer (lunes) estuvo muy fuerte porque por un lado son lacrimógenas y molotov, por el otro", afirma Erna Cordero, domiciliada en la esquina entre Montt Salamanca y el pasaje Bonilla, una cuadra más abajo de la avenida del mismo nombre.
Desde el living de su casa, la mujer agrega: "Para nosotros es algo habitual preparar agua con bicarbonato, que nos permita remediar el efecto tóxico de las lacrimógenas. Con las molotov es más complejo porque si caen adentro de la casa se corre el riesgo de incendio. Una vez lanzaron una cerca de cable eléctrico que se comenzó a quemar. Tuvimos miedo. Temor también sentimos que nos saquearan. Llegaba mucha gente y parecía fácil que entraran al pasaje y las casas. Había hasta niños que no tenían más de quince años. Para ellos estar ahí es una inyección de adrenalina. Nosotros, en cambio, todos encerrados por los nervios".
Reconoce que la salud mental de su familia se vio afectada. El más complicado fue su marido, quien se enfermó. "El se ponía histérico. El estrés le derivó una diabetes". Recuerda que su nieta, hoy de cinco años, todavía grita cuando reconoce los ruidos de las protestas.
Lacrimógenas
La noche del lunes, Gustavo Guerra estaba acostado, cuando alrededor de las 23 horas, un lacrimógena cayó en un sector del techo de su casa. "Fue terrible. Fue como si me quemaran los ojos. Aquí todos los vecinos estamos aburridos. No tenemos ni arte ni parte, pero por vivir cerca estamos expuestos. Llegan y rompen todo. Querían quemar la plaza otra vez y sacar los semáforos. Para mí hace rato que pasaron las protestas, ahora esto es pura y simple delincuencia. Yo estoy de acuerdo con las demandas, pero el nivel de violencia de acá lo supera todo. Lo más chistoso es que la gente que viene a protestar, ni siquiera vive en el barrio. Ningún vecino del sector destruye lo poco que tenemos. Lo peor es que carabineros procede no más y dispara para todos lados, no le importa a quienes le lleguen las lacrimógenas", afirma, con el tubo de lacrimógena en la mano, desde la puerta de la casa ubicada en la avenida Bonilla. Guerra indica que en la vereda de al frente vive una abuelita, que se ha transformado en la preocupación de todos los vecinos.
Marta Lobos cumplirá hoy los 79 años. De pelo cano, largo, y ojos pequeños. Está mujer delgada y que se emociona cuando habla, dice que anoche una lacrimógena cayó en el antejardín de su casa. "No podía abrir mis ojos y me ahogaba. No se lo doy a nadie. Pensé que ya habíamos dejado atrás las protestas, pero regresaron para nuestra desgracia. Me afectan en los nervios porque me paralizo. Como puedo tengo que fondearme en la última pieza de la casa, y esperar a que la calle se tranquilice", afirma esta mujer desde su casa ubicada en la avenida Bonilla.
Violencia
El diálogo con la señora Marta, a quien conocen en el barrio como la abuelita, despierta la curiosidad de otros vecinos. Todos están conectados por un Whatsapp. Sandra Aguilera después de calificar como terrible las refriegas, enumera a los adultos mayores del sector, niños, discapacitados y enfermos. Son muchos. "A veces hay que salir con los niños a dormir a otra parte. Lo peor es que a los muñecos (SIC) no se les puede decir nada. Hay que aclarar que la violencia viene de ambas partes, tanto de los manifestantes y de los carabineros", sostiene.
"Tenemos que aguantar humillaciones de parte de Carabineros. Nos tratan de indios. Para ellos, el hecho de que nosotros vivamos acá, somos todos iguales. El olor a pobreza que se siente, nos dicen, o nos tratan de bonilleros de manera despectiva", afirma Marcela Madrid,
Sandra Aguilera, con los brazos en jarra, recuerda que a su nieto lo tomaron detenido cuando llegaba del trabajo. "Le sacaron la cresta (SIC). Lo tuvieron toda la noche en la comisaría. Nosotros sin saber nada porque no nos entregaban información. Y fue por algo qué no teníamos nada que ver", afirma.
Como guinda de la torta, interrumpe la vecina Patricia Stavros, después de ocurridas las manifestaciones nadie limpia. "Nosotros tenemos que salir a limpiar con nuestras escobas", declara. Patricia Stravros tose. Se queja de la picante atmósfera a lacrimógena.
"Lo más chistoso es que la gente que viene a protestar, ni siquiera vive en el barrio. Ningún vecino del sector destruye lo poco que tenemos. Lo peor es que carabineros procede no más y dispara para todos lados, no le importa a quien le llegue las lacrimógenas"
Gustavo Guerra, vecino de Bonilla