Correo
Quema de iglesias
Escribimos por este medio para expresar nuestro más profundo rechazo a la quema de iglesias que está ocurriendo en la macrozona sur de nuestro país.
Tan solo este año, se han quemado al menos siete templos. El último hecho ocurrió hace un par de días en la provincia de Arauco, donde quemaron un templo evangélico y uno católico. Estos atentados son un peligroso desafío a la libertad religiosa, de expresión, conciencia y culto; derecho que por su fundamento antropológico son anteriores al Estado, por lo cual hieren de modo profundo la fe de millones de chilenos.
En nuestra calidad de constituyentes, reafirmamos nuestro compromiso en la defensa de estos derechos y a la condena permanente de todo tipo de violencia.
Pablo Toloza, Marcela Cubillos, Luciano Silva, Bernardo Fontaine, Hernán Larraín, Arturo Zúñiga, Rodrigo Álvarez, Rocío Cantuarias, Carol Bown, Cristian Monckeberg, Roberto Vega, Luis Mayol, Patricia Labra, Raúl Celis, Pollyana Rivera, Ruth Hurtado, Claudia Castro, Eduardo Cretton, Ricardo Neumann, Angélica Tepper, Manuel José Ossandón, Felipe Mena, Alfredo Moreno, Harry Jurgensen, Rodrigo Logan y Helmuth Martínez.
Violencia
La violencia nihilista que observamos muy frecuentemente en nuestra sociedad parece ser un reflejo de lo que la clase política, directa o indirectamente, ha promovido. El senador Jaime Quintana (PPD) ha señalado: "Sin justificarla, la violencia generó condiciones para el acuerdo", haciendo referencia al Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019. A buen entendedor, pocas palabras.
Por ello deberíamos preguntarnos si ella no se estimula aún más a través de las redes sociales y, peor aún, con el empoderamiento originado y potenciado dentro de una errada y masificada conceptualización de los derechos humanos. Creo que daría por lo menos para pensar.
José Manuel Caerols Silva
Inestabilidad y rupturismo
El problema de la romantización e idealización del 18-O es que no se puede evadir la naturaleza de los hechos que lo inauguraron: la nefasta destrucción, pérdida de vidas, heridos y paralización de actividades producto de una oleada sin precedentes de violencia anómica y vandálica. Inorgánica, sin líderes, autoconvocada, el 18-O fue la irrupción de la política de la identidad, la deslealtad democrática y un refundacionalismo sin mayorías.
Siguiendo al historiador Alfredo Jocelyn-Holt, los estallidos en Chile son la otra cara del orden establecido. La tesis devota de que la violencia es necesaria para producir cambios ("La violencia es partera de la historia"), debe asumir que del estallido viene el contraestallido y que, para asegurar nuestra convivencia (y existencia) colectiva, debemos retornar a la estabilidad institucional, la tranquilidad pública, los equilibrios macroeconómicos, al rigor técnico y a un reformismo proactivo.
Por desgracia, la decepción ciudadana tras los Pandora Papers, la malversación de fondos de un exdirector de la PDI, el alza de los costos de vida, el precario debate en torno al cuarto retiro, los espolonazos al Banco Central y la baja aprobación de la Convención Constitucional, claramente nos llevan, paradójicamente, al mismo lugar al cual nos llevaron los violentistas del 18-O: la inestabilidad y el rupturismo.
Camilo Barría-Rodríguez
Uso de la fuerza
El Estado no solo tiene el monopolio de la fuerza, sino que tiene el deber de usar dicha fuerza para protegernos. La obligación esencial de los gobernantes de un Estado es la conservación del orden público, sin el cual no pueden ser desarrolladas normalmente las diversas actividades nacionales.
La paz social solo puede alcanzarse mediante la imposición del orden recto, lo que ordinariamente lleva consigo la necesidad de aplicar violencia para impedir la acción de quienes subvierten ese orden. La violencia física legítima es muchas veces necesaria para dar eficacia al derecho y para repeler o neutralizar la violencia ilegítima y el crimen.
El Papa Pío XII, en su mensaje de Navidad de 1943, dijo: "En realidad, la paz no puede lograrse sino mediante algún empleo de la fuerza. Necesita apoyarse sobre una normal medida del poder. Pero la función propia de esta fuerza, si ha de ser moralmente recta, debe servir para protección y defensa, no para disminución u opresión del derecho".
Lamentablemente, la "defensa de los derechos humanos" es usada como un arma para quitar legitimidad al uso de la fuerza y desarmar psicológica y moralmente a quienes, por deber de autoridad, están obligados en justicia a emplear la violencia para reprimir a quienes subvierten el orden natural, único fundamento válido para una verdadera concordia social.
Adolfo Paúl Latorre