Migrantes en playas de la ciudad: "Si pueden darnos trabajo, acá estamos"
MIGRACIÓN. En el Balneario Municipal y Las Almejas surgen pequeños campamentos. Son de venezolanos y venezolanas que quieren quedarse en Antofagasta, encontrar un trabajo y juntar dinero para un arriendo en la ciudad más cara de Chile.
Son nueve carpas dispuestas en hilera a un costado del balneario municipal, bajo el sector del McDonald's. En estas habitan ocho mujeres, dos hombres y seis niños, que componen cuatro familias. Todos migrantes. Según Mariana Umaña, venezolana oriunda de Caracas, se trata de un campamento temporal pues la intención es emplearse. "Estamos dispuestas a trabajar en lo que sea, para salir adelante en esta ciudad", dice la mujer, quien reconoce sentirse cómoda en Antofagasta, por las oportunidades que ofrece y por la ayuda que han recibido. "Santiago ya está saturado de venezolanos", agrega con la vista fija en el mar.
La vida en el campamento es tranquila hasta el momento, dice Mariana. Ella lleva dos semanas en el sector, después de un desgastante viaje que esta vez partió en Lima, Perú.
Lima, aclara, no es el mejor lugar para los venezolanos, pues no se respetan a los migrantes, a diferencia de Chile, asegura. Por esto, junto a su familia, decidieron venirse hacia nuestro país. Arribaron por Colchane, donde pasaron frío, a pesar de que caminaron a mediodía. Luego vino Iquique y Antofagasta.
Rutina
El día para ellos comienza cerca de las ocho horas, cuando despiertan los niños. Les dan desayuno con lo que tienen. Luego ocupan los baños y duchas del balneario para el aseo y necesidades. El agua es fácil de conseguir. A mediodía está la posibilidad de cocinar fideos o arroz, de lo contrario comen pan. Durante el día los niños juegan en la playa o en las rocas. El fuego se hace necesario durante la noche, para tomar té o alguna sopa.
En la madrugada, afirma Mariana, hace frío en el balneario. A esto se suma la humedad. El efecto de esta combinación puede apreciarse en los niños. La mayoría de los niños permanecen resfriados, además, dice la mujer, no están bien alimentados, con todas las vitaminas que deberían para su edad. Durante el trayecto los niños se han alimentado con golosinas, pan y algo de frutas. "Por esto, nuestras necesidades pasan por ellos principalmente. Si nos pueden ayudar, pedimos pañales y comida saludable para los niños, o en lo que puedan colaborarnos", afirma.
Reconoce que la relación con Carabineros, quienes mantienen un punto permanente en el balneario, es buena. "Nos dicen que mantengamos todo limpio y todo en orden. Hasta el momento no hemos tenido problemas con personas durante la noche. No nos molestan, a pesar de que algunos beben en los alrededores", afirma.
Mariana dice que mantienen la esperanza de conseguir un trabajo y pagar un arriendo, con la intención de vivir mejor. "Estamos conscientes que pueden aprovecharse de nosotros en algún trabajo, pero no nos queda otra. Si nos va mal en esta ciudad, tendremos que buscarnos otra, pero nos gusta aquí", dice Mariana.
Las Almejas
William Silva cumplirá dos semanas este jueves en Antofagasta. Él está instalado en una carpa en el sector de la playa Las Almejas. William comparte carpa con su esposa y dos hijos. Junto a ellos, hay otras cuatro carpas, todas con migrantes. Algunos llevan más tiempo en el sector que otros.
Los niños durante el día juegan a coleccionar conchas. El mayor, de nueve años, dice William perdió todo el año de la escuela, aunque ya no venían yendo desde Venezuela. Para darle educación a sus hijos, dice este hombre que no supera los 30 años, quieren asentarse en un lugar, y Antofagasta, hasta ahora, ha resultado generosa con ellos.
William, durante la tarde y la noche, se dedica a lavar los autos estacionados frente a los pubs del sector. "Lavando carritos y puliéndolos estoy juntado dinero para salir de la playa, y arrendarnos algo cerca de aquí. Por esto lo que necesito urgente es trabajo. Debo tener $140 mil pesos al mes en promedio, para que nos vayamos a una habitación. Yo soy albañil. Trabajaba de maestro de obra en Venezuela. Así que cualquier trabajo vengan a buscarme aquí", dice con entusiasmo. Su señora, por su parte, afirma que para dormir más cómodos requieren urgentes unos colchones, o frazadas que los aísle del suelo de la carpa.
Cuentan que ya llevan seis meses de viaje, desde que dejaron Maracaibo. Pasaron algunos meses en Perú, y decidieron pasar a Chile, a sabiendas de la gran cantidad de compatriotas que ha encontrado empleo en Santiago. Lo hicieron por "la trocha" de Colchane. Luego Iquique, donde los niños y su esposa estuvieron en un refugio. "Gracias a Dios, ellos salieron bien de la gripe. Nos reencontramos y nos vinimos a Antofagasta donde deseamos quedarnos", declaró.