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Corrupción y paraísos fiscales

El uso de estos territorios para los negocios siempre daña la fe pública, aunque no sea necesariamente ilegal. El problema es que en los paraísos no se pregunta de dónde se obtuvo el dinero. El mismo Presidente -paradójicamente-en una entrevista en 2016 sostuvo que los paraísos fiscales no deberían existir.
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Nuevamente los paraísos fiscales, territorios que ofrecen bajo pago de impuestos y secretismo a las fortunas para atraer capitales, toman relevancia pública gracias a un trabajo periodístico. Esta vez el escándalo se llama "Pandora Papers" y en él trabajaron 600 periodistas de 117 países, analizando 12 millones de documentos digitales.

El trabajo liderado por el International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ) y que en Chile estuvo a cargo de Ciper y LaBot, reveló que importantes políticos, deportistas y figuras del espectáculo en Latinoamérica utilizaron estos paraísos para sus negocios, entre ellos el Presidente Sebastian Piñera.

En el caso de Piñera, además se trata de la venta de su participación en un proyecto con claro conflicto de interés: Dominga. Esto porque una de las cláusulas para recibir el tercer pago puso como requisito que no hubiera cambios regulatorios que obstaculizaran la instalación de la mina y su puerto. El conflicto se genera porque justamente el primer gobierno de Sebastián Piñera podía realizar esos cambios regulatorios.Según el Mandatario, no hubo nada ilegal porque él ya no estaba a cargo de sus negocios cuando se realizó la transacción.

Pero más allá de este caso, el uso de paraísos fiscales -aunque economistas y expertos recalcan que es legal- daña la fe pública. No es la comerciante del almacén de barrio la que tiene la posibilidad de usar estos paraísos, sino los más ricos, y en varios casos para eludir impuestos, no rendir cuentas y ocultar sus fortunas. Cabe recalcar que no es ilegal tener una cuenta en el extranjero, no declararla y no pagar los impuestos correspondientes en el lugar de origen sí lo es.

El mismo Presidente en una entrevista en 2016 sostuvo que los paraísos fiscales no deberían existir. "Creo que es muy importante que los paraísos fiscales desaparezcan, porque muchas veces los paraísos fiscales se utilizan para actividades reñidas con la ley y la moral como el lavado de dinero u ocultamiento de dinero que provienen del narcotráfico o crimen organizado y muchas veces se utilizan para evadir impuestos", dijo. Los paraísos fiscales se han convertido en una especie de cuevas de piratas, donde el crimen organizado y los corruptos pueden esconder sus botines.

Iquique y la "Crimigración"

"Las políticas de migración durante el gobierno de Sebastián Piñera han asociado, en el sistema jurídico y de derechos, el hecho de migrar al delito". Clive Echagüe, Académico Escuela de Psicología UCN
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Durante 2016 y 2019 hice un estudio etnográfico para comprender la producción del miedo y rechazo a inmigrantes colombianos en Antofagasta. Para eso, estuve visitando durante dos años y medio calle Condell en la noche, estuve en los locales de divertimento masculino desde distintas posiciones: como transeúnte, consumidor y colaborador de Fundación Margen. Escogí centrar la observación en ese lugar, ya que el mensaje común se sintetizaba en que "el centro se puso malo". Una de las conclusiones a las que llegué fue que el rechazo a inmigrantes es una producción afectivo-política en la cual convergen medios de comunicación, instituciones y la política, afectando finalmente al sentido común de la población.

Ese mensaje en el 2015 desembocó en un llamado a marchar, bajo el mismo argumento de la migración ilegal, porque la migración había malogrado la ciudad. Actualmente, es el mismo argumento que se escucha y se repite cuando se culpa a inmigrantes encarpados de los males de la ciudad.

Mientras desarrollaba mi investigación en el 2018 en la UNAP-Iquique, asistí al seminario internacional "Migraciones y Criminalización en América Latina", donde se discutió el concepto "crimigración", que aportó de sobremanera a mi investigación. Este concepto, acuñado por Juliet Stumpf en el área de los estudios legales críticos, entiende la puesta en marcha de políticas que vinculan el control fronterizo con el sistema penal.

Para la autora, los modelos de la teoría de la membresía manifiestan en el área de la "crimigración" dos herramientas de la soberanía estatal: el poder de castigar y el poder para expresar condena moral. Las políticas de migración durante el gobierno de Sebastián Piñera han asociado, en el sistema jurídico y de derechos, el hecho de migrar al delito. Así las y los inmigrantes serían entendidos bajo el velo de una poli criminalización: ingreso al país por pasos no habilitados y vivir en la calle, amplificando la figura del "inmigrante ilegal" como sujetos a condenar moral y legalmente.

En cuanto a las dimensiones afectivas, imaginarias, comunicacionales y legales, la producción política del rechazo a las personas inmigrantes parece ser la tónica que ha dirigido la manera de comprender los fenómenos migratorios desde la esfera político estatal en Chile, y que desembocan en manifestaciones violentas como la presenciada en Iquique el pasado sábado. Lo que parece desesperanzador es cómo la figura del inmigrante indeseable se transforma en una mercancía-fetiche de la cual sectores políticos extremistas obtienen ganancias en términos de generar un ambiente favorable para sus agendas políticas, como también para perpetuar la ignorancia y el odio en la gente común y corriente al culpar a las y los inmigrantes de todos los males de nuestra sociedad.

¿Consumismo revolucionario?

"Guste o no, la mentalidad de consumo es consustancial a una parte no despreciable, incluso mayoritaria de la población. Pero aunque parezca contradictorio, ello no aplaca la crítica y el descontento". Jorge Gillies, Académico de la Facultad de Humanidades y Tecnología de Comunicación Social, UTEM
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Se inician los Cyberdays, con su proliferación de ofertas y sus coloridos escaparates virtuales, que en primera instancia hacen pensar en un país en plena prosperidad y normalidad. Se inician, sin embargo, en un marco de derrumbe de las instituciones, de desconfianza generalizada frente al sistema político, donde literalmente se abren día a día nuevas cajas de pandora que aumentan el desprestigio de la élite.

Se inician además, en el contexto de una crisis económica aún no superada como efecto de la pandemia, con el agravante de la discusión migratoria y con muchas incertidumbres con respecto a nuestro futuro inmediato y de largo plazo como sociedad.

Pero, con todo, se inician y habrá una proporción no despreciable de la población que hará uso de este festival consumista. Recursos para ello parecen haber y más de algunos ya tienen contemplado para estos efectos el aún incierto cuarto retiro de fondos previsionales.

¿Espejismo, volador de luces, anestesia con la cual los sectores dominantes pretenden adormecer a las masas y sacarlas de su ímpetu contestatario? Esta afirmación, que podría desprenderse de una visión izquierdista clásica, parece ya no ser válida para comprender los complejos fenómenos que enfrentamos como sociedad.

Lo cierto es que, guste o no, la mentalidad de consumo es consustancial a una parte no despreciable, incluso mayoritaria de la población. Pero aunque parezca contradictorio, ello no aplaca la crítica y el descontento generalizado con el sistema. Protesta y consumo van por lo visto de la mano, lo que debe hacer reflexionar a las cúpulas políticas en tiempo de elecciones y cambio.

Se equivocan quienes desde la derecha piensan que la mentalidad de mercado finalmente anulará las ansias de transformación política y económica. Se equivocan, también, quienes desde la izquierda fustigan este comportamiento consumista -lo que se suele observar en las redes sociales- y no lo tienen en cuenta en el diseño de sus proyectos políticos.

En un contexto cambiante y líquido como pocos en nuestra historia, cometer errores de apreciación con respecto a los comportamientos sociales puede resultar fatal para cualquier proyecto político. Lo estamos experimentando a diario.