Los últimos lustrabotas de Plaza Colón: "Resistimos el bicho"
TRADICIONAL. Van quedando seis personas que desarrollan este oficio. Reconocen que en la pandemia no la pasaron bien, porque no había a quienes lustrarles los zapatos.
Don Osvaldo Campillay, de 67 años, está sentado en una banca de la Plaza Colón, esperando que algún transeúnte decida lustrarse los zapatos. La mañana está fría a pesar de ya ser primavera. Don Osvaldo tose y se queja del clima. "Esto es como la pesca", responde al momento de describir su oficio. Entremedio el hombre de barba blanca y jockey ríe tímidamente con la broma de un colega, ubicado al frente, justo por delante de un viejo carro de la Cruz Roja. Ambos lustrabotas, junto a otros cuatro, ubicados en puntos estratégicos de la plaza por la calle Prat, son los últimos que quedan en Antofagasta, de un oficio que lisa y llanamente está en extinción.
Todos superan los sesenta años de edad. Y todos reconocen que las restricciones por efecto de la pandemia los tuvieron bastante a maltraer en lo económico. Simplemente no había a quién lustrarle los zapatos. "No había nadie. Por lo menos -suspira Don Osvaldo- estamos regresando a la normalidad, y eso es positivo para nosotros".
Don Osvaldo mantiene buen humor. Afirma que su sonrisa es por efecto del día a día en la plaza, donde se puede dialogar con las personas y observar todas las cosas que suceden alrededor. "He visto pasar muchas cosas, como las protestas y las filas de migrantes. También hemos visto pasar muchas autoridades del edificio de al frente (apunta hacia la Intendencia), tanto civiles y militares. Los lustrabotas somos silenciosos, pero por nuestra ubicación, en plena plaza, siempre sabemos lo que está sucediendo, y en eso nos parecemos a los periodistas", sostiene entre risas.
Desde hace un tiempo la salud de Don Osvaldo se ha ido deteriorando, "y no por el Covid como se podría suponer", aclara, si no que por un cáncer a la próstata. Cuenta que a estas alturas la operación puede derivarle en otras complicaciones y, por lo tanto, el médico optó por un tratamiento que lo lleva al hospital cada cierto tiempo. "A veces siento dolor, pero se me pasa con Tramadol y otras pastillas. Prefiero venir a trabajar porque aquí, en la calle, uno se olvida de todos los problemas. Desde los 14 años que estoy en esto en la Plaza Colón. Llevo 53 años en este oficio y unos de los momentos más duros, sin duda, ha sido la pandemia, además que está fresco", dice.
Pandemia
Quince años calcula Pedro Cejas que lleva trabajando de lustrabotas en la Plaza Colón. Él se ubica a un costado del orfeón. Siempre mantiene el diario a disposición de sus clientes. Dice que ya es una tradición que la persona lea el periódico mientras él embetuna los zapatos. Al igual que Don Osvaldo, Don Pedro reconoce que nunca como gremio vivieron un período tan complicado como la pandemia. "Por suerte a ninguno de nosotros se lo llevó el bicho, pero estuvimos cerca. El problema fue no poder venir a trabajar. Para alimentarnos hicimos ollas comunes, entre otras cosas. Fue complicado", asevera.
Don Osvaldo afirma que en tiempos de restricciones igualmente trabajó "a la mala" en la plaza, a pesar del peligro de contagio. "En esos momentos, me hice hasta ocho luquitas en un día. No había nadie. Hoy, cuando son casi las 13 horas, ya llevo un poco más de 12 luquitas. Con esto vivo. Mi pensión es de casi 120 mil pesos y, como todos sabemos, no alcanza para mucho cuando las cosas están tan caras. Por la tarde, descanso. Así lo he hecho toda mi vida", dice.
Tacos
Uno de los problemas que tiene el gremio, advierte Pedro Cejas, es el mal estado de "los tacos", que son los asientos donde las personas se acomodan para que les lustren los zapatos. Así, los seis tacos repartidos por la Plaza Colón se encuentran con un evidente deterioro. "Todos tienen entre quince o veinte años de uso. Es necesario repararlos de manera urgente, o que un taller de soldaduras fabrique otros. El costo de todo eso debe ser de alrededor de dos millones de pesos, por lo bajo. Son nuestra herramienta de trabajo. Tenemos esperanza de recibir alguna ayuda", afirma.
Don Pedro reconoce que no espera nada de los vecinos de al frente. "Han pasado gobiernos, y nunca nos han ayudado. Algunos vienen, se sientan, les lustramos sus zapatos último modelo y ni siquiera conversan con nosotros. Por esto no les creo mucho a los políticos. Debe ser Eslayne Portilla el único que se ha mostrado dispuesto a apoyarnos y eso es poco, para trabajar tan cerca del centro de poder de Antofagasta. Nuestros vecinos (de la Intendencia) están en deuda", sostiene.
"Los lustrabotas somos silenciosos, pero por nuestra ubicación, en plena plaza, siempre sabemos lo que está sucediendo".
Osvaldo Campillay, lustrabotas
"El problema fue no poder venir a trabajar. Para alimentarnos hicimos ollas comunes, entre otras cosas. Fue complicado".
Pedro Cejas, lustrabotas