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Democracia Emocional

Dra. Francis Espinoza F. Académica UCN
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La próxima semana, la filósofa estadounidense, Martha Nussbaum, nos dará su clase magistral "El miedo y la ira, peligros para la democracia" (15/09/2021, 13:00 hrs., Puerto Ideas). Esta intelectual hace rato nos viene deleitando con libros que describen la importancia de leer las emociones para entender las tomas de decisiones en política. En 1994, el neurólogo Antonio Damasio en su libro El Error de Descartes se refiere a la 'huella somántica', aquel mecanismo por el cual la emocionalidad guía o sesga nuestras actitudes y comportamientos. El biólogo chileno Humberto Maturana (2020) nos decía que nuestros argumentos más racionales esconden profundas emociones humanas. No habría idea de racionalidad en la política, por lo cual el debate de ideas SÍ sería 'Napalm en Vietnam'.

Esta explosión de emociones, lo que se llamó en la opinión pública 'indignación generalizada', es lo que nos provocó el constituyente Rodrigo Rojas Vade, a quien Carlos Peña llama 'El embustero' (El Mercurio de Antofagasta, 08/09/2021). La emocionalidad política del otro lado lo victimizó y justificó sus mentiras desde lo humano y desde la axiología judeo-cristiana de 'no arrojar la primera piedra'. Éste sólo es un caso de antología del uso patológico de 'no verdades' en un país mentiroso, donde ser honesto/a tiene consecuencias graves. A nivel internacional, actitudes mitómanas se ven en liderazgos de regímenes represivos como Hungría, Polonia, República Checa, Brasil, entre otros, donde se ratifican tratados sobre derechos humanos, se crean mecanismos de reclamación ciudadana frente a la violación de éstos y en la práctica se reprime más inclusive (UACES Conference 2021: Session 'International cooperation beyond the EU - UN and Council of Europe', 08/09/2021).

En la columna "Una Semana Más" (La Tercera, 28/08/2021), el periodista Daniel Matamala dio cuenta del inexistente decoro político de varias figuras relevantes de la escena nacional. La presentación de la cuarta candidatura de MEO, pese a su implicancia en el tema eufemístico de las 'boletas ideológicamente falsas'; la candidatura a Senador por Coquimbo de Pedro Velásquez acusado de fraude al fisco (y pensar que a este personaje lo conocí como estudiante de Periodismo, en sus primeros pasos políticos y en la candidez de un buen servicio público); el patético caso del 'raspado de la olla' de Iván Moreira (Caso Penta) y la foto para la historia con el presidenciable Sebastián Sichel; el cierre del proceso judicial en contra del empresario agrícola ladrón Raúl Schüler, quien sustrajo cuantiosos monumentos y artículos patrimoniales de espacios públicos y privados; la reunión secreta entre el Fiscal Nacional, Jorge Abbott y el Senador Jorge Pizarro (a quien también conocí, pero ya maleado en el ejercicio del poder), buscando votos para su elección como fiscal; y finalmente al puro estilo de Carlos Pinto y "El Día Menos Pensado", el rechazo de la candidatura de Diego Ancalao y el notario fantasma. Situaciones para llorar y preguntarnos cómo se construye una buena democracia entre tanto "chanchullo", como diría mi abuelita.

La emocionalidad está a flor de piel y ésta se refleja y explota en las redes sociales y en los chats de los medios de comunicación. En este contexto, han emergido lo que he denominado 'nuevas susceptibilidades políticas', es decir, aquellas expresiones que nos hacen sentir incómodos/as frente a situaciones o gestos políticos determinados. Esto marcaría los grados y límites de la tolerancia de la ciudadanía frente a lo que se considera abusivo o indigno y que por mucho tiempo se aceptó en silencio, en indiferencia o en una 'censura democrática'. Si nos damos cuenta, los cambios en las sensibilidades políticas tienen un componente de bipolaridad ideológica (izquierda-derecha), pero también de género, de lucha de clase, de situación de privilegio y de hegemonía discursiva. Es decir, todo aquello que ya no toleramos nos remite a un Chile que ya no existe, pero que sigue atado a un pasado, a otro Chile que no quiere compartir o distribuir sus franquicias económicas-políticas. El país de los sectores acomodados ya no puede determinar las reglas de cómo gobernar, ni qué opinar, ni menos qué sentir.

Una buena democracia, el buen gobierno lo llama el 'empresario con calle', Juan Sutil, o una gobernanza inteligente requiere primero del entendimiento emocional del sentir de la ciudadanía y luego de los actores y quienes toman las decisiones políticas. A partir de esto, se necesita fortalecer las instituciones para que se comporten éticamente y contribuyan a la construcción de una emocionalidad sana en el país. Merecemos un mejor Chile, lejos de tanta animosidad tóxica.

"Han emergido lo que he denominado 'nuevas susceptibilidades políticas', es decir, aquellas expresiones que nos hacen sentir incómodos/as frente a situaciones o gestos políticos determinados".