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Qué se nos viene en el plano político

Las presidenciales, parlamentarias y de cores fijadas para noviembre puede que una vez tenga sorpresas y los ganadores sean distintos a los que arrojan los sondeos. Esas candidaturas que antaño le entregábamos un carácter simbólico, hoy no lo son tanto y son capaces de volcar una elección con su sola participación. Y por eso se les mira con el respeto que se merecen.
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Este año ha sido claramente político con diversas elecciones que han renovado el escenario existente, respondiendo a una nueva mirada que existe en la comunidad respecto a sus representantes y especialmente a su procedencia. Esto se ve reflejado en el divorcio con la casta política y la irrupción con fuerza de los sectores independientes.

Este fenómeno ocurrido principalmente en las municipales y de convencionales constituyentes es la antesala de lo que podría ocurrir en las presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales. Pese a las exigencias para ser candidato independiente son draconianas, se ha demostrado que es posible y los patrocinios en línea facilitan la tarea.

Por ello, no es de extrañar que surjan candidatos extrapartidos o extrabloques que cumplan los requisitos y se conviertan en determinantes al momento de definir ganadores. Tal vez no logren ser electos pero volcarán la balanza hacia un sector determinado.

Es conocido que Gabriel Boric irá por la centroizquierda y Sebastián Sichel por la centroderecha. A ellos se puede sumar Yasna Provoste, Paula Narváez o Carlos Maldonado quienes deberán definir el representante de partidos de la Unidad Constituyente. También se sabe que la Lista del Pueblo tiene en carpeta la definición de sus candidatos y al casi seguro Cristian Cuevas hoy ni siquiera es considerado y surgen nombres como los de Diego Ancalao e Ingrid Conejeros.

Y así se podrían seguir sumando otros. De hecho en la página del Servicio Electoral hay otra veintena de candidatos que están recolectando firmas y patrocinio para validar su postulación. Entre ellos está Tomás Jocelyn-Holt y otros provenientes del mundo académico y religioso.

Esas candidaturas que antaño le entregábamos un carácter simbólico, hoy no lo son tanto y son capaces de volcar una elección con su sola participación. Se les mira con respeto y aunque pueda que no triunfen lo que digan o propongan en algún momento será considerado.

Noviembre será un mes de elecciones y muy probablemente de sorpresas porque los grandes bloques poco han hecho para detener la fuerza independiente que arrecia con fuerza. Sólo resta esperar el proceso electoral que puede ser más participativo que anteriores.

La confianza en la Convención

"Es innegable que nuestro país requiere un nuevo pacto social que responda a las necesidades del siglo XXI". Alberto Torres Belma, Sociólogo y Académico de la Universidad de Antofagasta
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La conformación de la Convención Constitucional el pasado mes de julio - que no estuvo exenta de polémicas - marcó un hito histórico. No obstante, transcurrido más de un mes desde su instalación, la opinión pública ha observado discusiones, pronunciamientos y pugilatos muchas veces innecesarios que empañan el espíritu del órgano emergente de un plebiscito ciudadano en donde la mayoría de los chilenos se inclinó por la redacción de un nuevo texto constitucional, cuyos lineamientos contribuyeran a la construcción de una sociedad con menores grados de desigualdad.

La semana pasada fueron publicados resultados de la encuesta "Pulso Ciudadano", en donde un mayoritario 42,1% evalúa el desempeño de la Convención estas primeras semanas como "regular"; un 29,4% como "malo" o "muy malo"; y un 28,5% como "bueno" o "muy bueno". Además, un 39,5% señala sentir "mucha confianza" en la Convención; un 34,1% "poca o nada"; y un 26,4% siente "mediana confianza".

Los resultados anteriores no son halagüeños para la convención. Los chilenos perciben un alto grado de divagación en el desarrollo de los acontecimientos, que, de perpetuarse, compromete el eventual triunfo del "apruebo" en el plebiscito de salida que se realizará en 2022, con la consecuente mantención de la Constitución Política de 1980. Es por ello que la Convención debe abocarse a desarrollar la tarea para la cual fue convocada, sin interferir en materias que no son de su competencia.

Por otra parte, resulta altamente preocupante los constantes enfrentamientos entre los convencionales, la censura a opiniones disímiles en el seno del organismo y el rol de justicieros y dueños de la verdad que, indistintamente, ejercen algunos constituyentes, careciéndose de una discusión con altura de miras que se traduzca en la redacción de una constitución inclusiva, que recoja las distintas sensibilidades sociales e ideológicas, en lugar de la imposición de algunas o la tentativa de refundar el país.

Es imperativo que en la convención prevalezca un espíritu republicano, un entendimiento mutuo que permita superar la "guerra de guerrillas" ideológicas presentes en su quehacer. Junto con lo anterior, es fundamental el esbozo de ideas fuerza que debiesen estar plasmadas en el futuro texto constitucional. Hasta el momento, los chilenos no conocemos siquiera el posible contenido del preámbulo o de una estructura tentativa de la nueva Carta Magna, acciones que podrían remediar la crisis de confianza en la Convención Constituyente, y dotar al proceso actual de rasgos de seriedad.

Es innegable que nuestro país requiere un nuevo pacto social que responda a las necesidades del siglo XXI y que brinde estabilidad política por las próximas décadas, traducido en una nueva Constitución Política del Estado. Pero es claro que el proceso debe desarrollarse con debates en donde prevalezca la política con mayúscula, en lugar de la politiquería, la descalificación y las proclamas extemporáneas.

Un salto en productividad y calidad de vida

"Estos nuevos equipos deben contar con las capacidades y disciplinas requeridas, y poder de resolución". Alejandra Loyola, Socia TheHouse Advisory
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La pandemia ha sido un gran catalizador de cambio al interior de las empresas. No en vano, se dice que las crisis son fuente de innovación y, seguramente, esta crisis será recordada como aquella en la que cambiamos nuestra forma de trabajar, incorporando masivamente el teletrabajo como una alternativa válida y deseada para muchos roles en la empresa.

En el sistema online la coordinación es más compleja, requiere tiempo e instancias diferentes, y en ocasiones más costosas. Asimismo, el liderazgo se ve desafiado para poder gestionar efectivamente equipos de manera remota, obtener resultados y generar compromiso y alineamiento con la organización. Pero hay formas de resolver el problema.

Desde lo organizacional, la solución está en el empoderamiento de los equipos para generar estructuras más livianas, con autonomía y toma de decisiones descentralizada. Estos nuevos equipos deben contar con las capacidades y disciplinas requeridas, y poder de resolución, de manera de encontrar sus propias respuestas y soluciones.

Esto no significa ausencia de reglas o falta de liderazgo, se trata de colaboración entre personas que ejercen distintas funciones, por sobre las jerarquías, poniendo el foco en los problemas del negocio con flexibilidad y toma de decisiones ágil.

De este modo, lo que hoy conocemos como la autoridad formal o "la gerencia" podría tomar menos importancia, dando paso a un liderazgo más transversal gestionando células multidisciplinarias de menor tamaño y autónomas, con mayor polifuncionalidad y menos especialización, precisamente para poder adaptarse rápido al cambio.

El trabajo en "células" se instaló hace un tiempo como la forma de trabajar principalmente en las disciplinas tecnológicas y en el comienzo de la ruta hacia la transformación digital de los negocios. Estas células, o equipos multidisciplinarios, crean prototipos factibles y luego versiones incrementalmente mejores que se van probando en un proceso donde el error se entiende como una forma de mejorar y los problemas se van solucionando con pequeñas innovaciones y mejoras de manera rápida.

Más allá del área de TI, hay otras áreas o sectores que han ido implementando estructuras más planas, instalación de equipos multidisciplinarios para la gestión de proyectos y metodologías ágiles como parte de su modelo de gestión.

A fines del año pasado una encuesta en Europa y Asia de McKinsey & Company de auto-evaluación de los resultados obtenidos por unidades ágiles durante la crisis mostró que el 93% reaccionó mejor o mucho mejor en satisfacción de clientes, un 76% lo hizo de esta manera en motivación de empleados y un 93%, en desempeño operacional.

Estas cifras nos hacen estar optimistas, respecto de que la nueva forma de trabajar apalancada fuertemente en tecnología, seguirá expandiéndose en las compañías, y que esta nueva normalidad, distinta a lo que vivimos antes de la pandemia, pueda ser un nuevo salto en productividad y calidad de vida.