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Un buen momento para hablar de diversidad e inclusión

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Ya no basta con que las empresas puedan ofrecer desarrollo, buen salario o clima laboral para atraer o retener talento. Es necesario que se posicionen desde y para la inclusión como un derecho y no como una práctica de responsabilidad social empresarial.

Durante el mes de junio se nos presenta una nueva oportunidad para reforzar nuestro compromiso con la diversidad de los equipos de trabajo, y en especial, reflexionar sobre el respeto por la diversidad sexual, tanto en los espacios públicos como en las esferas de la vida privada. Los hechos históricos que dieron origen al 28 de junio como el Día del Orgullo marcaron el inicio de la lucha por los derechos homosexuales. En los conocidos disturbios de Stonewall de 1969, se reflejaron valores contrarios a la dignidad de las personas.

Según consigna el Banco Mundial en su página web, cada vez más pruebas indican que las personas LGTBI obtienen resultados educativos más bajos debido a la discriminación, la intimidación y la violencia; registran tasas de desempleo más altas, y sufren la falta de acceso a vivienda y servicios de salud y financieros apropiados.

Esto confirma que hoy la sociedad entera y las organizaciones tenemos la responsabilidad de fomentar y apalancar acciones reales y efectivas de inclusión en los espacios laborales, académicos y domésticos. Ya no basta con que las empresas puedan ofrecer desarrollo, buen salario o clima laboral para atraer o retener talento. Es necesario que se posicionen desde y para la inclusión como un derecho y no como una práctica de responsabilidad social empresarial. En ese contexto, en FCAB, como parte de Antofagasta PLC, entendemos que cada persona, desde la propia singularidad, hace la diferencia y nos hace crecer ampliamente. En nuestro recorrido hacia la transformación, estamos instaurando con vigor una cultura inclusiva, que reconoce y valora los diferentes aspectos que nos hacen seres únicos.

Y como los hechos trascienden las ideas, la inclusión no puede quedarse solo en buenas intenciones. Actualmente nos encontramos desarrollando un protocolo de acompañamiento para personas en proceso de transición de género, que pone acento en relaciones que se fundan en el trato compatible con la dignidad humana, y fomenta la inclusión plena en espacios laborales seguros, donde se valora a la persona por su identidad, y le permite mostrar su máximo potencial.

Finalmente, y con motivo de este 28 de junio, ratificamos el respeto como el primer valor de nuestra compañía y nos comprometemos a seguir avanzando de manera concreta en promover equipos integrados por personas de diferentes orígenes y culturas, experiencias, orientación e identidad sexual, conocimientos, edades, e ir más allá de la ley en materia de inclusión, impulsando medidas de conciliación personal, familiar y laboral, como factores de éxito que agregan valor compartido a la sociedad actual.

Gerenta de Recursos Humanos de FCAB

Danica Vicelja

¿Un gulag chileno?

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Si observamos detenidamente lo que viene aconteciendo en nuestro país, parece fundamental mantener una permanente vigilia sobre cómo el gobierno puede llegar a erosionar los espacios de libertad personal ganados después de largos años de lucha. Con el pretexto de la pandemia que nos aqueja, se coartan dichos espacios a través de cientos de pequeños cambios, uno a la vez, casi imperceptibles para las grandes mayorías. Una reducción hoy (una cuarentena o toque de queda), otra mañana, de manera que la gente se acostumbre y no perciba que sus derechos y su libertad se están perdiendo, hasta que se atraviesa el umbral donde las libertades individuales ya no se pueden recuperar.

Son demasiados los chilenos y las chilenas que simplemente no perciben esta peligrosa realidad que estamos viviendo. Llegan nuevas variantes del covid-19 y lo primero que se escucha es una batería de fuertes restricciones a las libertades, que ya hemos perdido a raudales sin que nadie alce la voz, sin que nadie se preocupe por los peligros que esta situación encierra para nuestro sistema democrático. Obviamente, el coronavirus es peligroso y hay que combatirlo, eso no se discute. Pero el caso que estoy tratando de resaltar es tanto o más grave que la pandemia, pues va más allá de unas cuantas medidas sanitarias. La cruda verdad es que ninguna de las naciones más avanzadas del mundo, que integran la OCDE donde también está Chile, han tenido cuarentenas tan largas y toques de queda tan extensos. Ninguno de esos países está bajo una permanente vigilancia de la policía, cuando no de las fuerzas armadas. En ninguno han visto restringidas las libertades civiles, comerciales, de culto, asamblea, desplazamiento y tantas otras, como sucede en Chile. Nosotros, que nos preciamos vivir en un Estado libre y soberano, hemos aceptado todo aquello sin alzar la voz, "agachando la cabeza".

Creo que ha llegado el momento en que los intelectuales de renombre, las personas más lúcidas de Chile, se pregunten y analicen hacia dónde nos dirigimos, y qué tipo de "despeñadero" nos espera si continuamos por este sendero. No es una razón suficiente la lucha contra el coronavirus, no lo es si el resultado de esa ecuación es la pérdida constante de nuestras libertades. En estos momentos se me viene a la mente la figura del gran escritor ruso Aleksandr Solzhenitsyn y su Archipiélago Gulag, con la descripción de ese lugar tenebroso, de un campo de concentración donde ya se ha extraviado toda libertad, pero aún no la esperanza.

Alzo mi voz en protesta por lo que está sucediendo. Chile merece recuperar su forma libertaria de ser, a través de un Estado menos invasivo, menos represivo, y más amigable.

Economista Universidad de Columbia

josé miguel serrano

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Llegan nuevas variantes del covid-19 y lo primero que se escucha es una batería de fuertes restricciones a las libertades, que ya hemos perdido a raudales sin que nadie alce la voz, sin que nadie se preocupe por los peligros que esta situación encierra para nuestro sistema democrático.

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