Independencia y Territorialidad Política
Dra. Francis Espinoza F. académica UCN
Hace rato que los procesos electorales en el país y a nivel internacional nos vienen dando grandes lecciones. El triunfo de la abstención (un 87,79% en la Región de Antofagasta, Servel 2021) ha planteado, incluso a los/as más escépticos/as, la necesidad de revisar los niveles de legitimidad de nuestras decisiones (y representantes), porque pareciera primar lo que se ha llamado la 'tiranía de las minorías' (Alan Minc, 1995; Alain Finkielkraut, 1996). Asimismo, ha emergido la eterna discusión del voto obligatorio, un derecho inalienable que se convertiría nuevamente en una acción punitiva (David Caldevilla Domínguez, 2015).
Más allá del resquebrajamiento de las democracias representativas, es posible observar el descrédito de la política tradicional y los partidos, y lo que yo llamo un 'mal catálogo político' o el escaso liderazgo representativo del/la ciudadano/a de a pie. Aquí, nos cuestionamos sobre qué inclinaciones sufragistas tiene la gente que acude finalmente a las urnas, es lo que en cibernética se denomina una 'caja negra' (W. Ross Ashby, 1958); es decir, no se sabe cuáles serán los resultados últimos de intención de votos. Las encuestas y opinólogos/as hace rato que no damos 'pie con bola' y nuestras predicciones, como el Teniente Bello, se han ido perdiendo en el 'nowhere'. Lo cierto es que la matemática electoral, la 'tiranía de los números' o la 'tiranía de la elección' (Janan Ganesh, Financial Times, 21/06/2019) ya no representa a los partidos políticos tradicionales, dando paso a una 'independencia independiente' sobre todo en la elección de quienes escribirán la nueva constitución.
El caso del gobernador recién electo por la Segunda Región, Ricardo Díaz, es una muestra digna de análisis político como lo fue en su tiempo el Senador y presidenciable, Alejandro Guillier. Díaz constituye lo que denomino la 'independencia en transición', es decir, aquellos/as personajes que vienen de la ciudadanía (agencia), mantienen ciertos escrúpulos por las gobernanzas elitistas y se muestran como enamorados cortesanos, es decir, 'distante-distintos' de la política partidista, pero 'a la hora de los qiubos' se sirven de ella. Esto también es observado es asociaciones como 'independientes no neutrales' y uno que otro político que habla en tercera persona (estrategia Martín Vargas) como si no estuviera dentro del mismo lodazal. Dignos de estudio son también los casos de Ignacio Briones y Sebastián Sichel, quienes ahora se muestran como 'no políticos', y como diría el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein en su libro El Moderno Sistema Mundial (1979): "… Temo a la ira de los dioses, porque he sido forjado en la misma fragua ideológica que todos mis compañeros y he adorado los mismos santuarios". En resumidas cuentas, esta independencia política sigue siendo engañosa, pero tal vez el ejercicio del poder funciona a través de estas dinámicas.
Las agrupaciones como la 'Lista del Pueblo' debieran constituir los/as de 'real ones' de la independencia política, quienes incluso ponen en jaque la institucionalidad queriendo dictar sus propias reglas, porque como Napoleón Bonaparte y el Rey Sol (Luis XIV de Francia), "el poder soy yo". Cuando uno consulta por el secreto del éxito de ellos/as, se encuentra con lo siguiente: son perfectos desconocidos para la opinión pública y grandes referentes en territorialidad, algo que los partidos tradicionales fueron perdiendo por que se 'achancharon' en sus prácticas de vivir y hacer política.
Hoy, la UDI popular es el Frente Amplio, con las salvedades ideológicas por supuesto. Han hecho un trabajo minucioso en terreno de más de ocho meses, en pleno período de pandemia, lo que les dio grandes triunfos en municipios claves, concejos municipales y constituyentes. Si analizamos los liderazgos de 'independencia independiente' vemos gente como uno/a (GCU), quienes traen la calle en el cuerpo y en sus prácticas de persuasión electoral. La frase para el bronce de Ricardo Díaz de "su oficina sería sus zapatos" da cuenta de que lo que viene ganando desde el estallido social es la independencia asociada a una identidad territorial.
Hacer territorialismo es estar con la gente día a día, no sólo para el voto o en campañas políticas, o entregando frazadas en incendios de los campamentos. Es el 'habitus' (Bordieu, 1979) como rutina diaria del ser de una clase media cada vez más apretada como el jamón de sándwich, debido a las malas prácticas de gobernanza de una elite política. Es la 'política nocturna' (Colin Crouch, 2000), aquélla institucionalizada en la construcción de la esfera pública no estatal (Paolo Virno, 2003) o gubernamental, es la 'república de la multitud', la democracia no representativa, extraparlamentaria fuera de los cánones convencionales. Es como diría Richard Rorty (1998), la 'religión civil'.
"El caso del gobernador recién electo por la Segunda Región, Ricardo Díaz, es una muestra digna de análisis político como lo fue en su tiempo el Senador y presidenciable, Alejandro Guillier. Díaz constituye lo que denomino la 'independencia en transición', es decir, aquellos/as personajes que vienen de la ciudadanía".