En esa época vivía con mi hermano por la avenida Diagonal Sur. Esa noche nos despertamos de madrugada porque el perro ladraba muy fuerte y escuchábamos muchas voces a lo lejos, y ahí nos dimos cuenta de que había una lluvia muy torrencial.

Mi hermano fue con pala a ver lo que ocurría en el pasaje Lientur que estaba cerca, donde habían muchas casas de material ligero. Ahí el agua y el barro se estaban metiendo. Estuvo metido ahí hasta las seis de la mañana.

Yo trabajaba por calle Prat y al ir allá el día siguiente pude ver el desastre que había en las calles. Estaba todo sepultado con lodo, piedras y maderas. Después fui a la casa de mis tíos en Manuel Rodríguez a la altura de Díaz Gana cerca de la línea del tren. Ahí las camas estaban hundidas y los pasillos completamente tapados. Con toda la familia fuimos a ayudar y al final del día quedé con las piernas moreteadas".

Marcela Rojas, Testigo

El impacto que tuvo el aluvión en Antofagasta fue dantesco. Yo recorrí la ciudad al día siguiente y tú te encontrabas con que el centro, por ejemplo la calle Baquedano, estaba totalmente llena de barro hasta el segundo piso. En un momento dado fue una angustia de que quizás de esta no nos recuperemos.

Yo donde vivía pasó una cola de barro, naturalmente fue a rebotar al estadio regional llevándose a una persona que felizmente fue rescatada con cordeles. La fuerza de los escombros era tan mortal que parecía que las aguas turbias venían con cemento.

Lo otro que se nos presentó como ciudad, es todo lo que se tuvo que coordinar, y ahí fue clave la gestión del intendente de aquel entonces (Blas Espinoza) de poder conciliar por un lado la acción con el municipio, que estaba a cargo en ese momento de nuestro querido Floreal Recabarren, y con la fuerza armada con la cual había una suerte de recelo, pero que al final se superó ante la tragedia.

José Antonio González, Historiador

En ese tiempo residía en la villa Láscar, en una casa de madera por el sector de la subestación eléctrica Endesa. A eso de las 1 de la mañana comenzó a caer el agua a cántaros. Yo me desperté y al levantarme, el agua me llegaba a la canilla. Junto a mi familia salimos al patio y encontramos a nuestro perro nadando.

Al frente, estaba una muralla de Endesa que ya estaba por venirse abajo por la presión del agua. Entonces, con mi esposa y mis hijos decidimos irnos a donde mi hermano que vivía al lado. Ahí estaba completamente inundado. A golpes abrimos la puerta hacia el patio y tratamos de subir a los niños al techo, junto a la familia de él. Yo quedé último abajo, y en el momento de agarrar la mano de mi esposa para encaramarme, la muralla se viene abajo con toda el agua viniéndose encima.

A mi casa se la llevó completa y tras aguantar un instante, solté la mano de mi mujer y el aluvión me arrastró hasta la calle Llanquihue. Me fui con lodo, piedras, autos y muchas otras cosas. Yo, por gracia de Dios, logré sobrevivir al engancharme en una reja. La gente de ahí gritaba si había alguien atrapado y por fortuna me lograron escuchar para rescatarme.

Pase la noche en la casa de una familia, con el cuerpo muy herido y los pies hinchadísimos. Luego, una camioneta me llevó al hospital donde me internaron por 18 días y me recuperé a punta de pura penicilina. Mi familia al principio me creyó muerto y me fueron a buscar a la morgue. Al no encontrarme ahí, fue mi papá quien consultó en el hospital si estaba internado. Dio un tremendo grito cuando le dijeron que estaba allí y no olvidaré nunca el abrazo que me dio cuando nos vimos.