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Testimonios de un vocal

"Votó poca gente. Las cifras nacionales se corresponden con lo que me tocó vivir. Los vocales de la mesa de enfrente llevaron una baraja de naipes para el segundo día, y yo no los culpo por buscarse una forma de matar el tiempo".
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El día sábado fui a votar tempranito. El delegado del local me indicó que debía quedarme a integrar mi mesa, que tenía solo dos vocales. Muchos de los originalmente convocados no llegaron. En el comedor del colegio que servía de local se ubicaban siete mesas, de las cuales ninguna tenía más de tres vocales, cuando en principio son cinco; muchos de ellos fuimos requeridos el mismo día. El instructivo del Servel establecía que la tarea del quinto vocal era ordenar la fila de votantes para cuidar la distancia social; la realidad es que no había ni fila de votantes ni quinto vocal.

Y es que votó poca gente. Las cifras nacionales se corresponden con lo que me tocó vivir. Los vocales de la mesa de enfrente llevaron una baraja de naipes para el segundo día, y yo no los culpo por buscarse una forma de matar el tiempo. Si bien a grandes rasgos habrá personas que se sentirán satisfechas con estos porcentajes, no deja de llamarme la atención que haya participado solo un 43% de los habilitados, y solo un 36% en nuestra región (la segunda más baja del país). ¡Tres de cada cinco chilenos no vota en elecciones! A veces hablamos con demasiada satisfacción del ordenado proceso eleccionario: difícil que se desordene si llega tan poca gente. Debemos replantearnos, desde sus fundamentos, la voluntariedad del voto.

No tengo a la vista las cifras del padrón indígena. Mi experiencia este fin de semana, que indudablemente es muy parcial, sugiere que varias personas optaron por la cédula general en lugar de utilizar la de su pueblo indígena. Esto plantea un problema práctico, que nos hizo ver una votante atacameña: como ella fue la única de la mesa con esa cédula, entonces su voto no es secreto (yo sé perfectamente por quién votó… pero no lo diré). Una solución es formar en cada circunscripción mesas integradas únicamente por indígenas o por lo menos con un número suficientemente alto, para crear masa crítica.

Por otra parte, y aunque suene ya a lugar común, es lindo el espectáculo cívico que ofrecen las elecciones. El sistema de papeleta física tutelado por ciudadanos elegidos al azar no solo es una garantía contra fraudes (mejor garantía que una oficina de correos estatal o una empresa externa que provea votos electrónicos), y una fuente de amistades (porque nos contamos buena parte de nuestras vidas), sino un lugar de ejercicio de deberes ciudadanos valiosísimo. Chile tiene voto voluntario, servicio militar voluntario y carece de juicios de jurados, de modo que tenemos pocas oportunidades para cumplir deberes cívicos distintos del pago de impuestos. ¿Tendrá esto que ver con la baja participación? Tocqueville ofrecía sugerentes argumentos en este sentido, en su elogio a la democracia norteamericana. Con demasiados derechos y ningún otro deber fuera de pagar, el ciudadano chileno parece más un consumidor que un ciudadano. Nos hemos acostumbrado a referirnos a las exigencias de la opinión pública como "demandas sociales", utilizando el mismo término que emplea la economía para explicar cómo se forma el precio de los productos.

En fin, aunque tengo machacados los pulgares de tanto predoblar las cédulas de concejales, me siento agradecido de haber sido vocal. Pero no hace falta que me nombren de nuevo. De lo bueno, poco.

Pablo Manterola Domínguez

Facultad de Ciencias Jurídicas

Universidad Católica del Norte

Mayo mes del mar y el transporte marítimo

"Nuestro puerto ha incrementado el tonelaje transferido durante este primer trimestre, en nada menos que un 17%".
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Antofagasta y su comunidad logística buscan realzar la importancia de ser un país con una extensa costa, la que ofrece grandes ventajas para el comercio marítimo a nivel nacional y regional.

Con más 4.300 kilómetros de costa en el Océano Pacífico, además de un extendido territorio Antártico, y una Zona Económica Exclusiva de aproximadamente 3,5 millones de kilómetros cuadrados; esta inmensa masa marítima es una ventana abierta hacia el mundo, la cual hemos sabido aprovechar a través de la eficiente gestión de los complejos portuarios que se enclavan en puntos estratégicos del territorio chileno.

Según datos del Ministerio de Defensa Nacional, más del 90% del comercio exterior del país se realiza por mar. Como Puerto Antofagasta, podemos afirmar que el flujo incesante de intercambio comercial por esta vía no se detiene a pesar de la crisis sanitaria. La Revisión del Transporte Marítimo 2020 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) estimó una caída del comercio marítimo mundial de hasta 4,1% el año pasado, debido a la interrupción de operaciones que desencadenó la pandemia. Chile, en particular, debió sortear algunos obstáculos como la escasez de contenedores y algunas alzas en las tarifas de importación. No obstante, las perspectivas de crecimiento para el comercio marítimo apuntan a un 4,8% durante este año.

En momentos en que vivimos una profunda crisis multifactorial, creemos muy importante destacar que el mar y el cobre han sido pilares fundamentales para sostener la economía del país. De hecho, las estadísticas de Puerto Antofagasta dan cuenta de cómo la actividad portuaria no cesa en las costas nacionales.

A pesar del contexto pandémico, nuestro puerto ha incrementado el tonelaje transferido durante este primer trimestre, en nada menos que un 17% con respecto al mismo periodo del año anterior, alcanzando sobre 800.000 toneladas. Este mayor intercambio comercial se da, en parte, por el repunte que ha mostrado el cobre durante los últimos meses.

Esta tendencia, que también se manifestó en otros centros portuarios del país, deja de manifiesto, la profunda importancia que representa el mar para Chile, y lo afortunada de nuestra condición geográfica marítima. Esta conjunción virtuosa de factores nos abre múltiples oportunidades de desarrollo a nivel regional, tanto como actor relevante en el corredor bioceánico de Capricornio como por nuestra excelente conectividad Asia Pacifico.

Aprovechamos esta oportunidad para ofrecer un cordial saludo a la Autoridad Marítima y reafirmamos nuestro compromiso, y de todos nuestros colaboradores, en continuar impulsando con más fuerza que nunca el intercambio comercial que Chile mantiene con el mundo. Ésta es la mejor forma que tenemos de superar el difícil escenario que nos deja la crisis sanitaria, seguros que con nuestro trabajo y el de todos el futuro será promisorio, lleno de oportunidades, para el país y para todos sus habitantes.

León Cohen Delpiano

Presidente Directorio Empresa Portuaria de Antofagasta

¿Y la doble red?

"Tenemos que hacer un giro, con conciencia de habitantes del desierto, para racionalizar el uso del agua".
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El lamentable incendio que terminó con las modestas viviendas de un campamento del sector norte alto, nuevamente nos llama a reflexionar. Y esta discusión -necesariamente- debemos hacerla con una mirada al pasado, a esos años en que Antofagasta, padecía de sed, estigma que nos perseguía y nos persigue, dada nuestra condición de habitantes del árido Atacama.

Porque en aquellos tiempos -hablo del año 30 del siglo pasado- nuestras autoridades, visionarias y con la película muy clara, tomaron la mejor decisión: dejar el agua potable, que en esos tiempos provenía desde el río Siloli, para el consumo humano… Y una red de agua de mar, para abastecer los grifos y pozos de la red contra incendios.

Hubo una bocatoma, en el sector de la Avenida Costanera, desde donde se bombeaba el agua de mar hasta unos estanques, situados en la bifurcación de Avenida Andrés Sabella con 21 de Mayo. Allí se acumulaba el agua, que alimentaba esa red de grifos, que incluía la existencia de los llamados "pozos". Eran estanques subterráneos, ubicados en diversos puntos de la ciudad, con una capacidad de 20 metros cúbicos de agua de mar, que permitían disponer de suficiente agua para la extinción de un foco de fuego. Las bombas de la época estaban -además- provistas de mangueras especiales, (los "chorizos") con los que sacaban agua del mar y aportaban un sostenido caudal para la extinción de incendios.

Sobran las razones para estudiar este asunto con una mirada de futuro, comenzando por entender y asumir que no podemos sacar agua del mar, someterla a un complejo tratamiento para convertirla en potable y con esa agua, apagar incendios o malgastarlas en nuestros servicios higiénicos. Tenemos que hacer un giro, con conciencia de habitantes del desierto, para racionalizar el uso del agua. La expansión de viviendas a las laderas de los cerros, con las complejidades de urbanización y los difíciles accesos, también demanda un análisis más profundo. El riesgo en ciernes es inconmensurable y -como lo sostiene un colega- el "incendio perfecto" puede ocurrir en cualquier momento.

El tratamiento de las aguas servidas es también otra carta que debemos jugar, con claridad y proyecciones de futuro. El naipe está tirado. Ahora, debemos barajarlo, para hacer la mejor jugada, pensando que somos habitantes del desierto más árido del planeta.

Jaime N. Alvarado García

Profesor y periodista