Relaciones Públicas Políticas
En la columna de la semana pasada, yo daba cuenta del mal catálogo político que tenemos para la elección de la máxima autoridad del sillón municipal. Este 'inventario' tampoco se ve mejor en las propuestas de los/as candidatos/as a la Gobernación Regional, pensando que de seguro esta última será la votación con más abstención, dado que la gente no entiende qué atribuciones tiene un/a gobernador/a regional, y tampoco las candidaturas han tenido la capacidad de dejarlo claro.
Pero este juego político es 'multivectorial' y en él intervienen una serie de variables como la decepción nihilista de la ciudadanía por la política tradicional, prueba de ello es la alta votación de la convención constitucional (78,99%,) en el Plebiscito (25N), aunque la política de los/as políticos/as (en inglés Politics ), como el Covid-19, tiene la capacidad de mutar y la vemos metida en pleno en las listas a constituyentes. Aquí, sería interesante preguntarse qué 'cepa' es la que estamos experimentando a raíz de los procesos eleccionarios.
He visto con agotamiento un desfile de debates, que no se debieran llamar así no sólo por el factor tiempo, sino por la calidad periodística de las preguntas, y el poco aprecio a la audiencia en las respuestas. Es decir, estamos en presencia de 'relaciones públicas políticas', que contribuyen en nada a elevar el nivel de la discusión de las necesidades de la región, que desinforman, que son más de lo mismo y que no se alejan de los lugares comunes, de sus zonas de confort.
El buen periodismo incómoda, tanto es así que hace un par de años varias profesionales fuimos acusadas en nuestros lugares de trabajo por máximas autoridades de la Región. Lo preocupante no fue eso, lo vergonzoso es que quiénes debían prestar apoyo al ejercicio periodístico, o miraron para el lado o casi nos sancionaron por decir una verdad 'dolorosa', pero bien investigada y evidenciada. La premiada periodista Mónica González dice que la verdad siempre es atacada, pero el periodismo valiente triunfa.
Es en este ejercicio periodístico (que comparto con la academia también con bastante agrado), se hace necesario ir tensionando las estructuras, los espacios de poder y a los/as actores que se presentan y que, como Fausto (1808) en Goethe, venden su 'alma al diablo'.
Parto con la misma sensación de que los/as candidatos/as no se han leído o mal leído el descriptor de cargo. Como la Penélope que aguarda por Ulises (La Odisea, Homero), muchos de ellos/as como Marco Antonio Díaz (RN) o Paula Orellana (RD) están esperando que la legislación chilena les otorgue mayores atribuciones para tomar reales decisiones políticas por la región. Para eso, podríamos estar aguardando años y un desfile de gobiernos de distintos colores políticos. Desde una lectura ortodoxa, pero menos refinada que la de Eduardo Artes, Lester Calderón (PTR) plantea una revolución desde el proletariado, pero su desactualización bibliográfica no le permite ver que las luchas ya no son de clase, sino como dicen Ernesto Laclau (19909 y Chantal Mouffe (1993), las luchas se están librando en los espacios de las identidades, y el pueblo no son sólo los sindicatos como los/as trabajadores/as somos tod@s. Me parece más actualizado el comandante Ramiro (Mauricio Hernández) que pone al PC casi en el centro del espectro político.
El ex Core Ricardo Díaz se quedó en el universo platónico (ideim) del sufrimiento de las externalidades de la minería, pero sin una propuesta concreta de relacionamiento justo de las necesidades de la ciudadanía con las empresas mineras de la Segunda Región, y un proyecto de región post-minería (OECD, 2013; Fraser Institute, 2020). Desde una visión extremadamente pragmática, el candidato Claudio Lagos (FD) propone los convenios de programación con fondos regionales y estatales, casi como un 'management' de la gobernanza regional, pero sin una cartera de proyectos, es decir, poner la carreta ante los bueyes. Tanto en política como en amor el exceso de metodología o burocracia produce impotencia.