"Cuando el mercado se mete en la salud, educación, vivienda, es algo peligroso"
Un gran aporte del cristianismo a la humanidad es el concepto de persona: yo soy en relación a otros, soy para los demás y soy pleno cuando mi vida le da sentido a los que me rodean.
Las palabras del sacerdote Felipe Berríos, van a contramano de lo que hoy -sostiene- está en boga: subrayar el individualismo y concentrarse en las propias afirmaciones y convicciones.
"No hay cárcel más grande que hacer lo que uno quiere y que todos hagan lo que uno quiere", reflexiona el habitante del campamento La Chimba, quien propone ideas para el momento presente, destacando la enorme posibilidad de encuentro que significará el proceso constituyente.
Hay una transformación importante a partir del 18 de octubre, a lo que sumamos la pandemia. ¿Cuáles son sus principales conclusiones de lo ocurrido en este año y medio?
- En el estallido hubo tres cosas principales que motivaban las marchas: una era pedir un trato distinto entre los chilenos, lo que consideraba aspectos económicos y de oportunidades, pero también de trato, que no hubiera personas que primera y segunda categoría, también el escuchar más a las regiones, por cierto mejorar la educación, la salud y el acceso a la vivienda.
También estaba la demanda de las mujeres, que pedían terminar con el patriarcado cultural, un trato más equitativo para que existiera una sociedad con una mirada de lo femenino que fuera diferente.
La tercera, era la de los jóvenes, quienes, de alguna manera, no estaban ahí con aquello que les ofrecíamos, quizás no tenían claro qué es lo que querían, pero claramente no deseaban lo que está disponible, lo que los papás vivían.
Y después con la pandemia ha quedado demostrado aún más todo esto que se escribía, que se rayaba… empezamos a verlo; como el maltrato a los viejos, el abuso a las mujeres, el abandono de las regiones, el hacinamiento, la pobreza y la desigualdad, mientras algunos viajaban en helicóptero a la playa.
La frase "no son 30 pesos, son 30 años" es buena, pero también me parece que es una exageración porque creo que no habido cosas buenas en este periodo. Creo que el traje nos quedo chico y ya nos hacía daño, pero la culpa no es del traje. Habrá que salvar algunas cosas buenas del traje para crear otro y las que no sirvan, botarlas. Por eso surgió la demanda de una nueva constitución, que es una salida democrática.
Para el planeta, la pandemia ha sido como el estallido social nuestro, porque cambió todo. Las relaciones políticas sociales entre los países hay que replantearlas porque el virus llegó para quedarse; ha sido un tiempo interesante, de cambios muy profundos.
A los chilenos nos cuesta mucho mirar los contextos, mirar fuera de nuestras fronteras. El estallido es un fenómeno que también se está viendo en otras partes del mundo, en otras magnitudes, si se quiere, pero con el mismo fondo. ¿Cómo se explica todo esto?
- Es difícil saberlo porque todavía estamos metidos en el hoyo; ciertamente el mundo que conocimos se fue, la desigualdad ha aumentado, con medios de comunicación instantáneos, donde se han borrado las identidades y aumentan los nacionalismos. Observemos la migración: por un lado no tenemos problema en que se muevan los capitales, pero ponemos restricciones al tránsito de las personas.
¿No es entonces una promesa rota para la sociedad mundial de que íbamos camino a la felicidad y esta es más compleja de conseguir?
-Creo que sí. Por otro lado está el tema de internet que te permite comprar y ver las cosas que no están bien de manera mucho más rápida. Habrá un cambio. La pandemia producirá un antes y un después.
No le da la impresión que un efecto de este asunto está provocando dos grandes bandos, uno que aparece más conservador y otro que quiere transformaciones. El problema es que estos dos grupos parecen cada vez más irreconciliables…
- El problema es que las instituciones que respondían a esto, están en tela de juicio: la OEA, el Banco Mundial, hasta la FIFA entidades a todo nivel, lo que es muy complicado porque no podemos movernos sin esas instituciones.
Jorge Manrique escribió en las "Coplas por la muerte de su padre": "Corremos a rienda suelta sin parar; des que vemos el engaño y queremos dar la vuelta, no hay lugar".
Yo creo que sin darnos cuenta de nuestro daño, corríamos sin parar.
Y también seguimos ciegos al daño producido con los desencuentros que somos incapaces de resolver.
- Lo más grave de este periodo es la agresividad, la desconfianza. Todo tiene que ser blanco o negro y la vida tiene matices. Tenemos que darnos cuenta de que tenemos que colaborar y trabajar juntos. Eso es lo que más me preocupa de nuestro país.
Se ha acentuado el fenómeno de la autoafirmación en las propias convicciones. Esto de que mis opiniones son la verdad y aquellos que no estén de acuerdo con ello pasan a ser mis enemigos.
- Eso es la lógica del mercado, o sea yo tengo que ganar y nos tenemos que comer al más chico, parece que no podemos convivir. Eso se ha aplicado a las personas y relaciones. Pensar que el resto estorba porque están equivocados, es muy complicado. La pandemia nos ha enseñado que nos necesitamos, que solo saldremos juntos todos.
Otra cosa que estos procesos deben interpretarse y tratar de conducirse, aunque primero esperamos la conciencia de que deben conducirse, pero da la impresión de que no hay conducción y tampoco que es un trabajo por hacer. Y las consecuencias son algunas de las que ha comentado.
- Cuando converso con la gente recuerdo las palabras del cardenal Raúl Silva Henríquez quién decía que los chilenos, tienen vocación de entendimiento. La gente quiere paz, quiere llegar a acuerdos, por cierto quieren cambios de raíz, pero no quieren destrozarlo todo. Entonces hay una distancia entre lo que se dice en las redes sociales, lo que se habla en los medios y lo que conversa la gente.
Por eso tengo confianza en el trabajo que desarrollará la convención constituyente. Es un trabajo que durará un año, entonces los integrantes van a conocerse, van a dejar las consignas y así vamos a empezar a dialogar.
Un problema es que los chilenos parece que no nos conocemos mucho…
- Vivimos en islas. Conversamos, pero con clichés, con etiquetas fijadas desde antes: tú eres izquierda, tú de derecha, empresario, feminista, entre otros.
Veamos algo concreto, usted ha trabajado con empresarios, con la elite, pero también con chicos detenidos por la revuelta y familias modestas. ¿Son tan radicales las esperanzas o las demandas de estos grupos?
- Creo que tenemos más cosas en común. Somos seres humanos, queremos ser felices, que se nos escuche, queremos vivir en paz, pero hay una desconfianza, vivimos atrincherados y cuando uno no conoce el otro, se vive en el mito, aunque algunos sean verdaderos, pero deben romperse en el encuentro y el diálogo verdadero.
El problema es que físicamente estamos divididos. Todas las ciudades tienen sectores de gente rica y pobre, muy marcados. El mercado opera con dos fuerzas grandes, el miedo y el estatus. Ese mecanismo se maneja y se explota.
El mercado es una herramienta económica, que no es ni buena ni mala, pero trae consigo una ideología, que es súper dañina, que es el tratar de ganar, competir, seleccionar. Y se nos está metido en todo, en la salud, la educación, en cómo diseñamos las ciudades, en cómo hacemos los negocios, para dejar de lado la colaboración