Cuando un centro de investigación va a diseñar y construir un telescopio astronómico profesional, se hace la misma pregunta que yo le haría a usted si es que quiere comprarse uno por diversión: ¿Qué espera ver con él? Si quiere ver la Luna y algunos planetas, le recomendaré uno pequeño. Si quisiera ver algunas nebulosas brillantes, será un poco más grande; pero si quiere ver algunas galaxias cercanas, tendrá que hacer un desembolso de dinero más grande y adquirir uno de mayor tamaño.
De esta misma forma es cómo se diseña un telescopio profesional. Primero debemos saber qué es lo que queremos observar, y luego determinamos sus características a un nivel más complejo. Usualmente los espejos tienen una muy pulida capa de aluminio, que es la que permitirá reflejar la luz, pero en algunos casos se podrían cubrir de oro para que sea más eficiente para la luz infrarroja. Los telescopios pequeños serán de vidrio, pero cuando se necesita uno más grande, se necesita un material más resistente y dócil que soporte el peso y los cambios de temperatura, como es el caso de ciertos tipos de cerámicas.
Y es que diseñar un telescopio no es una tarea fácil. Se deben realizar muchas simulaciones computacionales para determinar cómo se comportará la luz de acuerdo a distintas condiciones, como por ejemplo, la forma del espejo -que puede ser esférico, parabólico, etc. Se estudia detalladamente cómo reaccionan los distintos colores que componen la luz de la estrella de modo de trabajar con una alta precisión. Se debe cuidar que no tenga astigmatismo (sí, el mismo que muchos tenemos en nuestros ojos), u otros defectos de fabricación del espejo que no pueden permitirse en una inversión tan grande, como la que se hace en los megatelescopios que se instalan en Chile.
Juan Pablo Colque es coordinador de astroingeniería del Centro de Astronomía de la U. de Antofagasta, www.astro.uantof.cl