Pocos sueños
Las sociedades -todas- son desiguales, eso es cierto, pero eso no implica renunciar a corregir el fenómeno y mirar los sectores que están más desposeídos y golpeados. A más de un año del estallido, es inaceptable que nada hayamos hecho con estos territorios, peor aún que estos estén aún peor. El gobierno tiene la obligación de conversar con la población.
Siguen pasando los meses y poco de respuesta hemos visto por parte de la autoridad en relación con los territorios, donde se han registrado los desmanes y protestas más graves a partir del 18 de octubre del año 2019. Dos ejemplos concretos son los sectores de Bonilla y la Cachimba del agua, en Antofagasta, zonas geográficas golpeadas por los desmanes, pero también caracterizadas por la ausencia del Estado y una calidad de vida deplorable para sus habitantes.
Si pensamos que la violencia y destrucción observada los últimos meses tienen una raíz meramente delictiva, estaremos cometiendo un error inmenso. Por difícil que sea debemos tratar de hacer el ejercicio de entender por qué ocurrió este fenómeno, en especial en ambos sectores y debemos aceptar que hay allí condiciones inaceptables como la alta densidad poblacional, la falta de bienes de uso público, la sensación de orfandad, narcotráfico, una educación deficiente, servicios de salud colapsados, entre otros.
Es cierto, la inequidad siempre está presente al interior de las ciudades y sociedades, por lo que presumir de qué habrá una perfecta ecuación y disposición de los recursos es una utopía y una ingenuidad. Pero esto no significa renunciar al anhelo.
La construcción de sociedades y ciudades es altamente compleja; no es un cúmulo de personas dispuestas en un territorio, sino que son coordinaciones a distintas escalas que deben ser ordenadas y proyectadas por las autoridades que representan al Estado. Es aquello lo que ha dejado de hacerse en nuestras ciudades. Calama tiene lo suyo con una débil cartera de proyectos y una imagen pública nacional deficiente, pese a las riquezas generadas por esta tierra. Debemos asumir que la magnitud del estallido se explica en gran parte por la desesperanza, molestia y enojo de gran parte de la población, para con el tipo de relacionamiento que las ciudades, la región y el país se están dando.
El llamado a los responsables es a acometer una nueva forma de entenderse y mejorar la calidad de vida de grandes espacios que han sido abandonados casi por completo. No es sólo falta de viviendas, es la carencia de áreas verdes, de una mejor educación, de una mejor salud y de una promesa de esperanza para la gente, de sueños, especialmente los más jóvenes. No por nada estos fueron los grandes protagonistas de la crisis social que sigue latente en el país.