ITL: geopolítica del neocolonialismo y neoliberalismo
Una polémica regional y nacional ha provocado esta semana la adjudicación del Instituto de Tecnologías Limpias (ITL) a un consorcio estadounidense, Associated Universities, Inc. (AUI). La historia se remonta a 2019 cuando el Presidente Sebastián Piñera, como parte del Acuerdo de París, comprometió a Chile a alcanzar la 'carbono neutralidad' para 2050.
En este contexto, se hizo el llamado a concurso del ITL bajo la supervisión de la Corfo y con el objetivo fundamental de desarrollar una 'minería verde' en el país, es decir, con bajas emisiones de CO2.
Este proyecto implica la inversión más grande que el Estado de Chile llevará a cabo en temas de transición energética, minería sostenible e hidrógeno verde. Por ende, como señalaron los rectores de las universidades Chile, Católica y Concepción, era la oportunidad para que nuestro país jugara en la ´Premier League' internacional de tecnologías energéticas limpias, en favor de una minería de baja emisión y una disminución considerable del impacto medioambiental (La Tercera, 30/11/2020).
Asimismo, los rectores de las universidades locales UCN y UA declararon públicamente su desacuerdo por la decisión de la Corfo y la preocupación por el efecto negativo en el desarrollo científico del país, pero en especial para la Segunda Región, la zona minera por excelencia.
El desplazamiento de este liderazgo mundial en energía verde fuera de las fronteras del país es considerado un error estratégico para el desarrollo sostenible y el mejoramiento de la calidad de vida de la ciudadanía nacional. Si bien Corfo, a través de su vice-presidente, Pablo Terrazas, planteó que el ITL estará localizado en la región y se invitarán a las universidades y gremios locales a ser parte de este proyecto (El Mercurio de Antofagasta, 06/01/2021), pero no queda claro en qué calidad, qué poder y qué grado de intervención tendrán los actores regionales dentro del instituto.
Al principio de la pandemia, ya las discusiones sobre la 'Open Science' habían instado a un mayor desarrollo del multilateralismo en ciencia y tecnología.
Sin embargo, pareciera ser que la tónica de los gobiernos de estos últimos 30 años es 'entregar' el país y las regiones a consorcios extranjeros, algo que Hardt y Negri en su libro Imperio (2000) definen como una construcción emergente de poderes dominantes y enemigos más allá de naciones-estado, sin rostro a quien reclamarle, como parte de conglomerados transnacionales, pero liderados por Estados Unidos. A este fenómeno los estudios post-coloniales y subalternos, le llamarían un neo-colonialismo porque de nuevo las potencias vienen a colonizarnos desde una base material económica y una superestructura ideacional, enseñándonos desde una supuesta supremacía pedagógica, una especie de 'profesor global' (Adelman, 2009), a cómo hacer bien las cosas en el terreno regional que conocemos, con la suficiente masa crítica en las universidades regionales y todo el know how para desarrollar un proyecto de esta envergadura.
No se trata de una desconfianza en las capacidades que tenemos en el país y, en especial, en la Segunda Región, sino que estas decisiones de TEMAS-PAÍS tomadas por mandos medios (El Mostrador, 05/01/2021), constituyen los últimos resabios del modelo neo-liberal reptiliano que tenemos instalado en la cultura institucional. Este exceso de permisividad política y normativa hacia los países desarrollados en desmedro de un nación-estado como la nuestra, nos tiene siempre jugando desde la banca y como dice el grupo argentino Bajofondo "en penales casi siempre mal chuteados" (Ya no duele, 2009).
Los organismos internacionales como el Banco Mundial nos advierten que el mundo en desarrollo no puede permitirse otra década perdida (EFE, 06/01/2021). Por ende, este neo-colonialismo desde el desarrollo científico justamente nos lleva en esa dirección.
La geopolítica en ciencia y tecnología sigue privilegiando a los países industrializados, sobre todo a raíz de esta pandemia. En el caso nuestro, el mal llamado 'centralismo' nos confina nuevamente a una condición tercermundista.
El Premio Nobel de Química (2009) Venkatraman Ramakrishan dice que la ignorancia sobre la ciencia es peligrosa para la sociedad, peor aún, la inoperancia política es nefasta para el desarrollo regional y la conducción del país hacia un progreso equitativo en la esfera internacional.