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El espejismo asambleísta

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Un síntoma profundo de la crisis global de la democracia es la erosión de la representación electoral: del concepto consistente en que, por ganar las elecciones, ciertas personas pueden decidir políticamente a nombre de uno. Esto ha llevado al auge del asambleísmo: al auge de la idea de que, en lugar de las instituciones representativas, la gente espontáneamente organizada (en protestas, movimientos, organizaciones sociales, etc.) es la real encarnación de la sociedad; el verdadero "pueblo". Por ende, son ellos quienes realmente deben decidir por todos.

El asambleísmo es un error. Su principal problema radica en que "el pueblo" no existe antes de las instituciones, sino que se construye gracias a ellas. La única posibilidad de que exista un "pueblo" sin instituciones es que viviésemos en el Paleolítico, en tribus de cazadores-recolectores de hasta 150 personas genéticamente emparentadas con nosotros. Empero, en sociedades masivas y complejas como las nuestras, formadas por personas que simplemente no comparten la misma identidad, intereses y valores, sin instituciones, "el pueblo" no existe: lo que existe es gente suelta; y la gente suelta no puede dirigir el Estado.

Además, el asambleísmo carece del consentimiento expreso de los gobernados. Aun si la gente se organiza y reclama hablar por mí, ¿por qué debería yo aceptar su autoridad? Después de todo, a mí nadie me preguntó nada. Cierto, alguien podría decir que yo no me avispé y que quien calla otorga, pero eso es una estupidez. La gran mayoría de las personas no pueden ni quieren estar políticamente activas todo el tiempo. Tienen hipotecas que pagar, familias que cuidar, obligaciones laborales que atender … en suma, vidas que vivir. Es más, el que calla no siempre otorga. La mayoría de las veces, uno no quiere discutir con idiotas. Ergo, cualquier asamblea auto-convocada que se arrogue el poder de decidir por el resto -por justas que sean sus causas y masiva su convocatoria-, no son "el pueblo de Chile": son una turba nomás; y no hay razón moral para reconocer poder alguno a una turba.

Por tanto, aun si la reputación de instituciones como el Congreso y los partidos está por los suelos, si queremos vivir en democracia (no bajo "la tiranía de la turba"), no queda otra que mantenerlas, por muy chantas que sean la mayoría de sus miembros. Por supuesto, esto no obsta a que uno pueda arreglar estas instituciones como quien "enchula" un auto. De hecho, para eso está el proceso constituyente y hay harta ropa que se puede tomar prestada de la experiencia internacional; pero no nos engañemos: a pesar de su atractivo, el asambleísmo no es viable ni deseable. Es sólo un espejismo.

Un año económico para el olvido

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La evolución seguida por la economía nacional durante 2020 estuvo marcada por una fuerte recesión causada por el coronavirus, y luego por las decisiones de políticas sanitarias destinadas a enfrentarlo. La expansión del virus comenzó a manifestarse durante marzo, pero el punto más profundo de la contracción económica se registró en el segundo trimestre al descender en 14,5%, debido a que las medidas más duras de confinamiento produjeron una paralización o disminución de actividades.

En el tercer trimestre el descenso de la economía disminuyo, influido positivamente por el reinicio de actividades y el efecto del retiro desde agosto del 10% de los fondos de pensiones, registrándose hasta septiembre una caída de 7,8 %. El Banco Central ha cifrado la caída del PIB para todo el año 2020 entre 4,5% y 5,5%. El retiro del segundo 10% de los fondos de pensiones no sólo es una excelente noticia para el grueso de las personas, sino que incidirá principalmente en reactivar el comercio y un mayor consumo de los hogares, lo cual representa una gran ayuda para nuestra alicaída economía.

La recuperación de actividades, debido a la reducción de las medidas restrictivas para enfrentar la pandemia, está conduciendo a un descenso del todavía gigantesco sector de los sin trabajo. En los últimos dos meses ello se expresó, según las cifras del Centro de Encuestas y Estadísticas Longitudinales de la Universidad Católica, en que el porcentaje de personas ocupadas en el país, en relación a quienes pueden hacerlo, pasó a 46,8%. Lo cual significa que todavía existe una reducción de puestos de trabajo para 1,6 millones de personas.

Esto ha sido particularmente difícil para Antofagasta, ciudad cabecera de un vasto territorio. En época normal, a diario vienen a la capital regional miles de personas, a vender sus productos y así tener un sustento cotidiano. Durante muchos meses de cuarentena esto no se pudo realizar, generando una gran crisis económica y social. Con el levantamiento de algunas restricciones, la situación está recién comenzando a repuntar, aunque falta mucho terreno por recorrer.

Obviamente, las tensiones sociales y políticas relacionadas con los procesos electorales y la discusión constitucional impactarían tanto en la inversión como el empleo. Mientras que por el lado positivo tenemos la vacuna para enfrentar al coronavirus, que debería estar lista para mediados del próximo año.

En este escenario, para el año 2021 se anticipa un crecimiento determinado por el nivel de caída del presente año, y expectativas menos negativas a las establecidas unos meses atrás por el Banco Central. Desde este punto de vista, se espera un crecimiento económico de 4% a 4,5% para 2021, con un repunte que sería particularmente importante para sectores que han estado paralizados, como el turismo, el comercio y el transporte de pasajeros, los que son fundamentales para Antofagasta y la Región.