Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Cartelera y Tv
  • Servicios

Caída de la natalidad

Hoy por hoy, en Antofagasta, la mayoría de los partos se relaciona con hijos de padres extranjeros, lo que da cuenta de la importancia de la inmigración. Con nacimientos menores a 2,1 hijos por mujer, simplemente no hay recambio generacional, un factor que, entre otros aspectos, explica la inmigración, que es una necesidad para Chile.
E-mail Compartir

Según cifras del Departamento de Estadística e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud, hasta el 15 de diciembre de este año se registraban 6.894 nacimientos en la región, una cifra que está 11% por debajo de los 7.774 contabilizados en el 2019 y un 14% inferior respecto a los 9.885 del año 2015. Los datos confirmarían que 2020 será el año con menor cantidad de partos desde 1950, año desde que se tiene un registro depurado.

La cifra es impresionante y abre una discusión que siempre termina en pocas medidas concretas, pese a que se trata de un fenómeno que viene advirtiéndose hace años y que tiene explicaciones que van por el lado, económico, cultural y simbólico: por lo pronto, los jóvenes chilenos han pospuesto la maternidad, la que en sí misma ha perdido valor y es más apreciada como un problema que resta posibilidades al desarrollo personal.

Este es otro de los efectos derivados de la modernidad y del posicionamiento del consumo como eje estructural de nuestras vidas. Veamos un ejercicio simple. Una persona que estudia una carrera universitaria sale titulada entre los 23 y 24 años, ingresa al mundo laboral, si es que no continúa otros estudios de posgrado, busca afianzarse económicamente, de modo que va postergando el matrimonio o la vida en pareja hasta más cerca de los 30 años.

La decisión de los hijos cae en la misma lógica y no es extraño, pues la sociedad tampoco auxilia mucho esta opción, especialmente a las madres. ¿Cuántas tienen chances de acceder a sala cuna o facilidades para la crianza en sus trabajos?

Con nacimientos menores a 2,1 hijos por mujer, simplemente no hay recambio generacional, un factor que, entre otros aspectos, explica la inmigración, que es una necesidad para Chile. Si en 1979 las mujeres entre 20 y 29 años contribuyeron con el 54,9% de los nacimientos del país, a mediados de esta década las personas en ese mismo rango aportaron con el 45,2% de los casos, cifras que siguen cayendo.

Otro punto importante es que del total de partos locales a noviembre, el 52% correspondieron a atenciones de madres extranjeras, donde las nacionalidades más predominantes son colombianas, bolivianas y peruanas.

Se trata de un fenómeno mundial, pero que ha golpeado especialmente a Chile.

Los años redondos

"El resultado lo veremos en unos días más cuando las cifras muestren en qué sociedad habitamos y de qué valores estamos dotados". César Trabucco, Sociólogo
E-mail Compartir

Ríos de tinta se hicieron correr respecto del carácter calamitoso del año 2000, el fin del mundo largamente anunciado tenia fecha con precisión. Algunos anunciaron, y lo cumplieron, suicidios colectivos y actos con carácter apocalíptico señalados desde el origen de los tiempos, pero al parecer hubo un error de cálculo, que ni las computadoras salvaron, o un error grave de lectura de esos que a veces ocurren y tienen imprevisibles consecuencias, recordemos la mariposa que bate sus alas en Londres y luego en Tokio y etc., historia largamente difundida y que nos habla de la teoría del caos. Al parecer la fecha compleja era 2020.

Una vez más la atracción por los números redondos nos traicionó como lo hizo en el año 1000 y lo hará seguramente en el 3000. Este 2020 nos esperó agazapado en una oriental esquina y llego volando en las alas de un murciélago y, desde un extraño plato, comenzó a azotarnos con inclemente voluntad poniendo a prueba a los hombres que van a la luna, pero no alcanzan a entender los equilibrios básicos de nuestro ecosistema.

Este año nos encontró aun sorprendidos por el estallido de octubre y sobre esas heridas no resueltas nos tocó abordar la mayor crisis sanitaria de la humanidad. Con las instituciones por el suelo en términos de su credibilidad hemos tenido que recurrir a nuestros sentimientos más básicos de solidaridad, azotados largamente ya por una sociedad de mercado que resalta el individualismo por sobre cualquier otra consideración, hemos recurrido a la memoria histórica para recrear estrategias de sobrevivencia. Allí están las ollas comunes como ejemplo de solidaridad en una sociedad híper individualista.

Esta navidad distinta por muchas razones desnudó nuestro actual estado de contradicciones poniendo dramáticamente en la balanza el valor de la vida, versus, las cosas en una relación de equilibrio que cada uno de nosotros resolvió desde su propia dotación valórica poniendo énfasis entre los cuidados en torno al contagio o el adquirir cosas en los saturados, y a ratos clausurados, malls. El resultado de esa ecuación lo veremos en unos pocos días más cuando las cifras muestren en qué sociedad habitamos y de qué valores estamos dotados.

Lamentablemente estas decisiones individuales afectan nuestro entorno y nuestra avidez de cosas pudo haber afectado a otros que, sí valoraron la vida, pero deben soportar nuestra vocación consumista haciendo pagar así a otros por nuestra pulsión por el consumo.

Pero ojo para muchos esta Navidad no tuvo mucho de distinto a lo que históricamente han sido sus fiestas anteriores. Ahí están las miles de cartas que llegan a correos de aquellos que de siempre han estado marginados de regalos, solo que esta vez, además, con la amenaza mortal de un virus recorriendo sus precarias calles.

¿Dónde está nuestra voz?

"Antofagasta carece de una voz, transversal, competente y validada por la comunidad". Carlos Tarragó, Presidente de Corporación Proa
E-mail Compartir

Estimado lector, permítame hacerle una pregunta ¿en qué puesto ubicaría usted a Antofagasta, como lugar donde vivir con tranquilidad y gratamente? Antes de responder, le agradecería considerar los siguientes aspectos: calles y veredas pavimentadas y limpias; áreas verdes y espacios públicos adecuados y bien mantenidos; playas cercanas a toda la población; una ciudad sin campamentos; un comercio ambulante controlado; una calidad y costo de la vida parecido al resto del país; menos trabajadores conmutados; empresas privadas dirigidas e integradas localmente; servicios públicos satisfactorios a las necesidades de los usuarios; y una oferta cultural, artística, deportiva y de entretención amplia e interesante.

Por otro lado ¿Estima usted que la zona tiene clara todas las oportunidades que nos deparará el explosivo crecimiento de las energías renovables actuales, el desarrollo del hidrógeno verde, el valor agregado al litio, el inminente inicio de intercambio comercial promovido por Zicosur, una agricultura masiva tecnificada, un turismo de intereses especiales, etc.

Algunos se preguntarán ¿dónde quiere llegar este señor? Simplemente me preocupa el desarrollo integral de la zona, no tan solo sacar pecho con el ingreso per cápita regional, por sobre los US$ 60.000, parecido a un país árabe, lo que sería ridículo.

Deberíamos sensibilizar a los sectores público y privado, buscando fórmulas tendientes a que los beneficios del guarismo anterior, que principalmente llega al Estado, a los inversionistas y sus trabajadores, pueda arribar también a las comunidades vecinas a las fuentes de producción.

Pienso que las carencias de Antofagasta, señaladas precedentemente, no son abordables en el corto plazo y, lo peor, es que quienes deberían preocuparse de toda la temática en comento, se aprecian ausentes en planificar o, al menos visualizar un futuro más justo, para intentar "repartir mejor la torta".

Estimo que la mirada y acciones necesarias para con la zona debe corresponder a tres actores, a decir: el sector público, el área privada y la ciudadanía. Lamentablemente esta triada, que en el papel se aprecia adecuada y bien representada, tiene una falencia evidente: la ausencia de la voz de la gente. En efecto, en la actualidad Antofagasta carece de una voz, transversal, competente y validada por la comunidad, que puede asumir el rol de contraparte ante lo público y lo privado.