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La vacuna y cómo llegar a la meta

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En ciertos periodos de nuestra historia universal se producen algunas competencias o carreras para el desarrollo de las tecnologías; bien es conocido el caso de la carrera espacial o por ejemplo el desarrollo armamentístico y de la salud durante la I y II Guerra Mundial. Si bien hoy en día no vivimos un proceso belicista a gran escala, sí vivimos una guerra contra el virus SARSCoV2 y la patología del COVID - 19.

Así las cosas, por parte de la OMS en mayo se informó que había a lo menos 43 vacunas en desarrollo, que después de los ensayos en humanos, una o más de estás podrían demostrar ser seguras y contando con un balance de costo y eficiencia podrían ser producidas en masa, a modo de responder a la pandemia. Lamentablemente, durante esta semana nos vimos informados que de de las nueve vacunas que habían llegado a fase 3 (etapa de prueba en grandes grupos poblacionales en todo el mundo), aquella vinculada a AstraZeneca y la Universidad de Oxford, decidió detener sus estudios por un caso de reacción aguda, lo que dejó en ascuas el avance de ésta.

Lo anterior, no quiere decir que su desarrollo haya salido mal. Pues en esta clase de estudios, situaciones como éstas suelen ocurrir y debe de ser estudiado o monitoreado. Como resultó ser un caso entre miles, no se puede dilucidar si fue por motivos de causalidad o casualidad en la aplicación de la vacuna.

La siguiente oportunidad es probar la vacuna Sinovac en nuestro territorio, ya que debemos de recordar que Chile estableció convenio con algunas empresas farmacológicas u otros países con el objeto de desarrollar pruebas en humanos y de resultar estas exitosas, asegurar un stock exclusivo para nuestra población.

Tampoco debemos quedarnos de brazos cruzados y esperar a que otros resuelvan, por ello también nosotros podemos aportar con nuestro grano de arena para combatir contra el Covid-19. Así es como en su momento requerí al Presidente de la República avanzar en el proyecto de creación del Centro de Desarrollo de Vacunas contra el Covid-19 en la Región de Antofagasta, de la mano de "Atacama Desert Vaccine Laboratory". Esto porque desde el año 2002, no contamos a nivel nacional con un centro de manufactura de vacunas, por lo que hoy todas las vacunas con las que contamos son traídas del extranjero, lo que supone un mayor gasto fiscal.

Se suma el avance del proyecto de ley que presenté hace un tiempo (se encuentra en segundo trámite legislativo en el Senado), en el estamos abordando el desarrollo de estudios clínicos en nuestro país. Con esto, a su vez, actualizamos la legislación chilena a los estándares establecidos en el Tratado de Helsinki de Bioética y la fiscalización que realiza el Instituto de Salud Pública.

Las acciones descritas tienen el propósito de tener más posibilidades, y no quedarnos de brazos cruzados, sino que hay que ayudar a pararse y llegar a la meta.

Una sociedad ajena a lo espiritual

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Si la pandemia del coronavirus ha servido de algo, es para darnos cuenta que nuestra sociedad ha llegado a caracterizarse por el escepticismo y la incredulidad frente a todas las cosas, donde lo preestablecido toma el carácter de algo que debe considerarse como negativo. Todo es refutable, todo es relativo y rebatible. Para el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, esto es nihilismo, es decir, la pérdida total de valores. Esa cosmovisión está muy en boga en nuestros días, y ha resurgido para definir en muchos casos a la sociedad chilena actual.

Es asunto de mirar a nuestro rededor para saber que las cosas están lejos de ser perfectas, o que marchan por un buen derrotero. De hecho, a pesar de que se aclama la libertad como uno de los bienes más preciados, lo cierto es que la libertad del individuo está condicionada casi exclusivamente por el poder adquisitivo. Esto lo hemos podido apreciar en toda su magnitud a partir de la llegada del Covid-19 a Chile. Es decir, a más dinero y bienes materiales, mayor grado de libertad para las personas, incluso en medio de las cuarentenas.

Así, la gente ha ido perdiendo la fe en todas las cosas, no simplemente en un "Ser Superior", sino que en muchos aspectos del sistema propiamente tal; se duda de las personas y hasta la familia ya no es del todo confiable. Esta situación en muchas partes del planeta es aplacada por la religiosidad, es decir, hay una fe y un gran peso moral que hace que la gente se comporte bien, aunque no sea por otra razón que la de "ganarse el cielo". Esto se nota en naciones que podrían considerarse más materialistas que la nuestra. En Estados Unidos, por ejemplo, la mayoría de los políticos de renombre, los intelectuales, o las personas comunes, hacen permanente referencia a su fe en Dios y demuestran su espiritualidad con acciones concretas. Esa fe los ha llevado a levantarse una y otra vez desde las situaciones más complejas o negativas, y surgir hasta las alturas. Qué diferente a lo que acontece en Chile.

Acá, las grandes mayorías sienten que no tienen que probar nada a nadie, y el orden moral está sujeto simplemente al ser humano como individuo, a la voluntad de cada cual. Frecuentemente, se esgrime la excusa de nuestra relativa pobreza económica para justificar esta grave falencia, pero es un tipo de razonamiento errado, pues son mundos apartes el material y el espiritual.

Ante una sociedad que enfrenta una severa crisis institucional y existencial como la chilena, no sirven la resignación o la indiferencia, menos aún el cinismo y el desprecio hacia los valores del espíritu. Se requiere, sobre todo, lucidez, discernimiento y equilibrio mental para poder mejorar el mundo en que vivimos, y aumentar significativamente nuestra dignidad como personas.