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Campamento Altamira: el refugio de las familias golpeadas por la crisis

REALIDAD. La toma, ubicada en el sector centro alto, tiene cuatro meses de vida y en ella habitan 30 familias hasta el momento, de 120 que todavía levantan sus casas.
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"Antes de venir a esta toma, no estábamos bien con mis hijos (cinco). Perdí mi trabajo, la habitación, no podía costear nada, pasamos hambre. Para alimentarnos, tuve que sacar de las verduras que tiraban en La Vega".

Así, Balbina Vargas, de 40 años y oriunda de Bolivia, relató las dificultades que tuvo que vivir junto a su familia, después de volver a Chile a mediados de marzo, tras un vuelo exprés a su país natal para ir a buscar a sus hijos (los había dejado al cuidado del padre, quien a su vez los dejó al cuidado de un tío, antes de irse de viaje).

Poco después de llegar a la ciudad, el 15 de marzo, el país cerró sus fronteras, situación que no le preocupó demasiado, hasta unas semanas más tarde cuando su jefe le notificó su despido. "El tenerte como empleada es un riesgo de contagio", recuerda que le dijo.

Sin dinero, sin ahorros y eventualmente sin una habitación donde pasar con sus hijos, ya que tampoco podría costearla, Balbina no tuvo más remedio que mirar a los cerros. Un dato entre sus contactos le advirtió sobre la posibilidad de irse a vivir a un campamento que recién se estaba levantando, la toma Altamira, ubicada en el sector centro alto de la ciudad, justo arriba de la población René Schneider.

"No lo pensé dos veces. Desde que estamos aquí (poco más de un mes), ya no hay hambre. Mis hijos están bien, tienen donde dormir y qué comer", explica la madre, mientras ayuda a preparar la olla común que se realiza cada día en la toma.

Una experiencia similar relató Angie González, de 37 años, quien lleva dos meses viviendo en Altamira junto a su hija, después de perder su empleo como cuidadora de adultos mayores en una casa particular.

Su nueva casa aún no está terminada, ya que no ha tenido dinero para costear los materiales; la única ayuda que recibe en este aspecto, se la da una amiga quien la visita regularmente. Incluso le ayuda a construir lo que le falta.

"Me quedé sin empleo hace como tres meses. A la fecha no he logrado encontrar nada todavía, pero lo bueno fue que se me dio esta oportunidad de vivir aquí, ya que de alguna forma nos apoyamos todos, la comida no falta y eso es fundamental", dijo.

Aumento

Gissela Martínez, presidenta del campamento, relató que la toma comenzó a formarse una vez se decretó la primera cuarentena para Antofagasta el 5 de mayo.

"Mucha gente tuvo que dejar sus arriendos ya que no pudo seguir trabajando y no tenía como costearlos. Por eso, se optó finalmente de venir a formar este campamento, donde ya hay 30 familias viviendo acá. De un total de 120 a 125 que están trabajando sus terrenos. Algunas familias los comenzarán a trabajar en los próximos días... esto ha ido creciendo rápidamente", dijo.

La dirigenta manifestó que producto de la situación actual, se ha optado dentro del campamento por realizar una olla común todos los días, la cuál sí o sí funciona para la hora de almuerzo, no así, para la de once, ya que no siempre hay.

"Esta es una forma de alivianar el bolsillo de las familias que menos tienen, que no han podido trabajar como quieren. Ya sea a través de donaciones de agrupaciones o por autogestión, vendiendo alguna cosita los fines de semana; generamos nuestra platita para seguir teniendo mercadería. Todos los días hacemos 300 raciones, tanto para las familias que aquí viven, como para las que llegan en el día a trabajar", expuso.

Yanila Huasna, de 34 años, lleva en Antofagasta, junto a su marido y su pequeña hija de 10 meses, cerca de tres años. Pero en noviembre del 2019 la despidieron y por tema de la pandemia le ha costado encontrar trabajo. Llegó al campamento hace dos meses y está solo a una semana, estima, de poder inaugurar su vivienda.

"Se que no son las mejores circunstancias, y que no estamos 'legales', por así decirlo, pero por favor no nos saquen, por lo menos hasta que las cosas comiencen a mejorar, y la pandemia pase", dijo.

Estudiantes de "kine" de la UA telerehabilitan a pacientes del HRA

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Mediante un innovador programa de atenciones kinésicas online, implementado por la Unidad de Rehabilitación Cardíaca del Hospital Regional de Antofagasta (HRA), diversos estudiantes de la carrera de kinesiología de la Universidad de Antofagasta, realizan telerehabilitación a pacientes del HRA.

Debido a la crisis sanitaria por el coronavirus, el recinto hospitalario solicitó la colaboración de los estudiantes de la UA, que debieron adecuar sus proyectos de tesis de pregrado y se integraron rápidamente al equipo del HRA.

La alumna tesista de kinesiología, Luz María Aguilar Chiappa, explicó que ha sido una muy bonita experiencia y un desafío, considerando que el trabajo es voluntario. "La iniciativa nació por el contacto que teníamos con la Unidad de Rehabilitación Cardíaca por nuestra tesis, que tenía como punto central la educación en los pacientes cardiovasculares pertenecientes a ésta, queríamos lograr realizar una intervención kinésica con un programa estandarizado".

Los estudiantes llevan trabajando un mes con dos grupos de atención, a quienes se les realizó una evaluación y categorización previa.

Son más de 35 pacientes quienes reciben atención personalizada. "La respuesta de ellos ha sido maravillosa, son muy agradecidos, y físicamente han mejorado bastante, sus capacidades se han visto reflejadas en la percepción de su esfuerzo y en las evaluaciones, que hemos realizado en conjunto con mis compañeros y las kinesiólogas de la unidad", explicó la estudiante.