Muchos de nosotros/as estamos todavía en shock respecto de las supuestas negociaciones políticas que se hicieron para elegir al alcalde suplente de Antofagasta, Ignacio Pozo, luego de la suspensión de Karen Rojo, vulnerando los principios básicos de una buena democracia tradicional: el respeto por la voluntad ciudadana. A la usanza de un matinal de televisión, aparecieron de repente lobistas de baja monta adjudicándose triunfos políticos, que no tendrían espacios mediáticos si no fuera por la necesidad de 'farandulizar' y rebajar la 'cocina política' local, jibarizándola a una bipolaridad agotadora entre 'paulinistas' y 'arayistas'.
Y para ponerle más enjundia en la sopa, se publican declaraciones histéricas de concejales que ven el colapso del municipio como si nos aproximáramos rápidamente al Apocalipsis (que sin duda será así, pero por otras razones más complejas como los efectos socio-económicos de la Pandemia). Soy de las ciudadanas de a pie que piensan que hay que subirle el pelo a las discusiones cívicas sobre la gobernanza de nuestra ciudad, de una vez por todas.
En política no se juega dama, se juega ajedrez, eso lo sabe muy bien el Presidente Sebastián Piñera, a quien se le aduce una gran inteligencia, que a mí me parecer es más 'chispeza' que brillantez intelectual. Su jugada en el cambio de gabinete fue exponer su talento como ordenador de la coalición para, por lo menos, terminar su período de gobierno sin conflictos desde el 'fuego amigo'. En el caso de las supuestas negociaciones por el sillón edilicio, lo que no entendió la derecha local es que iba a perder un reducto de poder importante que había ganado hace años, tal como ocurrió también con la alcaldía de San Bernardo, donde un militante socialista reemplazará a Nora Cuevas (UDI). Como todo en política es 'hechos' (Macmillan, 2010), el desfile de personeros radicales que se están instalando en el municipio es una evidencia de esto.
Así lo es también una serie de videos que están llegando por WhatsApp donde la UDI popular le declara la guerra campal a RN, aunque este partido le sigue 'prestando ropa' a uno de los supuestos 'traidores', observándose lo que el comunicador canadiense René Jean Ravault llama 'efecto boomerang', es decir, ir por lana y salir trasquilado/a de estas negociaciones.
Lo otro que no entendió la derecha local es que no están en crisis, sino en un período de toma de conciencia de una derecha diversa, tal como lo señala el libro recién publicado por la UNAB: Anatomía de la Derecha: mercado, estado y valores en tiempos de cambio (2020). Este 'alcachofazo', como diría mi padre, ya se viene observando en la política internacional, especialmente en Europa donde se habla de derechas con distintas sensibilidades (no tendencias ni facciones), y que presentan categorías transversales; así, por ejemplo, en RN se observan dualismos aparentemente irreconciliables: una visión extremadamente conservadora con un Andrés Allamand y una ideología más progresista con un Diego Schalper.
De acuerdo al texto, habrían tres derechas: (1) una 'subsidiaria' o 'chicago gremialista', cuya visión de Estado se implementó durante el régimen militar, no tan amiga del gasto social y con tendencia hegemónica por la definición de un 50% de los/as militantes en todo el espectro de la 'right wing'; (2) una derecha 'solidaria' (derecha social como la llamó Manuel José Ossandón) representada por un Mario Desbordes, que constituye un 30%, y cuya raíz se encuentra en el socialismo cristiano del partido conservador de fines del siglo XIX; y finalmente están (3) los/as 'ultraliberales' o 'libertarios' con un 14%, a quienes no les agrada el Keynesianismo o la injerencia del Estado en la economía.
Si volvemos a la imagen de las maquinaciones locales, estaríamos más en la presencia de una 'política líquida' (Bauman, 1999) que de un 'Juego de Tronos', lo que Collin Crouch (2000) llamó Postdemocracia, o Jean Francois Lyotard (1979) la caída de las grandes narrativas.
Ya en 1992, Francis Fukuyama (y anteriormente Daniel Bell, 1960) pronosticó el fin de las ideologías. La derecha postmoderna es dispersa, no actúa como bloque, no muestra lealtades políticas o ideológicas incluso dentro de los mismos partidos y, por ende, no tiene la obligación de votar por su variopinto sector político. El estallido social y ahora la pandemia han sido oportunidades grandes para que sensibilidades más progresistas de la derecha se inclinen hacia un mayor gasto social y un estado fuerte para la protección social, aunque esto les cueste el negociar con enemigos históricos, porque como escribió Charly García "ya la sal no sala, ni la azúcar endulza".