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La Araucanía

El fracaso del Estado en este asunto es un símil de lo ocurrido a partir del 18 de octubre: mínima capacidad de entender un fenómeno político para reducirlo apenas a lo policial. El asunto es grave y es complejo, pero es una señal más de tantas conversaciones abiertas y pendientes en el país y también en el mundo. Porque hay una dimensión global enorme en estos fenómenos.
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Lo acontecido en la Región de La Araucanía, a dos mil kilómetros de nuestra región, es algo bastante más cercano de lo que pudiera creerse; en realidad, podría y debería ser apreciado como un ejemplo más de los fallos de sucesivos gobiernos, del Estado en definitiva, para abordar un conflicto de grandes dimensiones.

La actual coyuntura tiene su hito primero en 1997/1998, cuando por primera vez fueron quemados camiones forestales en la comuna de Lumaco, zona eminentemente forestal y una de las más pobres de Chile. Aunque en términos históricos, distintos autores precisan que lo ocurrido con el pueblo mapuche es una herida abierta desde la llamada "Pacificación de La Araucanía", por allá en 1880, después de concluida la Guerra del Pacífico.

Pero es durante los recientes 25 años, que la escalada coyuntural no ha sido detenida al observarse y enfrentarse como un asunto de orden público y no como el problema de dimensiones políticas que es.

El símil con lo ocurrido a partir del 18 de octubre de 2019 es patente y una muestra de la poca flexibilidad de los organismos de la república para entender fenómenos complejos.

Y así también con otros hitos pendientes: el relacionamiento con la minería, las grandes empresas, la élite y cada uno de los estamentos que componen una sociedad heterogénea y en cambio.

No hay comprensión, no hay conversación, pero sí un reduccionismo total que impide buscar soluciones mejores y sustantivas.

Por doloroso y difícil que sea deben entenderse las causas de la violencia, que no son sólo actos sin sentido aparente, lo cual no implica que deban sancionarse cada uno de los hechos y graves delitos ocurridos en ese territorio. Desde asesinatos hasta siniestros de viviendas, iglesias y maquinarias.

Pero no es la única dimensión sobre la cual deben atenderse estos asuntos, tanto los relacionados con el conflicto mapuche, como los acaecidos en la crisis social. Si ambos siguen simplificados a meros hechos delictuales, terroristas o como quiera llamárseles, el fracaso estará a la vuelta de la esquina.

Habrá que aceptar que hay una enorme cantidad de asuntos pendientes, dolores ocultos emergiendo y una urgencia total por abordarlas en un diálogo honesto y sin tantas condiciones previas.

Sinergias

"Llegamos entonces a que el intento de explicación debe ser necesariamente un análisis sinérgico entre virus y contexto". César Trabucco, Sociólogo
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Cuesta a ratos comprender que es lo específico que existe en nuestra región que hace que la pandemia no ceda dentro de los márgenes esperables. Los números siguen siendo devastadores y pese a todos los esfuerzos de la institucionalidad formal por dictar reglas, instrucciones, retos y amenazas los números aun no ceden significativamente.

La explicación no debería ser monocausal del tipo "los trabajadores de la minería", que por supuesto son una variable que concurre a la explicación, pero no es suficiente. "La porfía de la gente" que es otra que circula por las redes ,que también es parte del problema, pero allí habría que entrar a picar antes para entender qué es ser porfiado, qué tipo de ordenes se desacatan y por qué?.

En otros lugares del planeta, Japón, nueva Zelanda, Uruguay, el mismo virus con su misma carga de agresividad muestra resultados distintos y las reacciones sociales al fenómeno son notoriamente diferentes y alentadoras en el contexto de la crisis global.

Llegamos entonces a que el intento de explicación debe ser necesariamente un análisis sinérgico entre virus y contexto y por tanto debe ser el análisis de nuestra realidad social donde poder iniciar un esbozo que nos lleve a una mejor comprensión del fenómeno.

Nuestra región en el contexto nacional es la que ha mostrado desde hace mucho tiempo el peso de la pérdida del valor de la institucionalidad de todo orden, abstenciones electorales, camionetas rojas estacionadas en cualquier parte, nivel de las protestas, y una larga lista que ustedes conocen tan bien como yo. En resumen un avance de la anomia digno de observar.

Por otra parte la epidemia del consumismo que hace de la región un paraíso del retail. Ya lo veremos apenas abran el mall, no habrá respeto por nada y lo más increíble será ver gente abarrotando tiendas para comprar lo que sea, particularmente lo innecesario, con una pulsión que nos hará mucho daño.

Una región con una distribución de ingresos brutalmente desigual que explica el crecimiento de campamentos a una velocidad que supera a cualquier otro lugar del país y que opera, a partir del hacinamiento, como un feroz caldo de cultivo.

Un sistema productivo predominante que hace del traslado interregional de grandes números de trabajadores su principal virtud en aras de bajar costos transformándonos en una correa de transmisión no solo de virus sino de una infinidad de problemas.

Una élite política que vive con una torticolis permanente tratando de ver la región pero mirando siempre a la capital, lo que se traduce en un accionar remoto que impide ver lo que hay que ver.

Puestos estos elementos, y muchos otros, en la licuadora quizás nos permita comprender por qué este virus nos pega tan fuerte. En la sinergia de entre todos estos elementos, probablemente, esté la respuesta.

Juan Agustín Bravo Lira S

"Su mirada irradiaba bondad, optimismo y alegría. Era tolerante empático, cercano y solidario". Carlos Tarragó, Presidente Corporación Proa
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Nunca había tenido un contacto con clérigos, hasta que, en una oportunidad, en la cual se coordinaba la ayuda posaluviones del año 1991, tuve reuniones en las que participaba el padre Patricio Cariola SJ, donde pude comprobar el carisma, la cordialidad y la entrega social que lo inspiraba.

Luego, en la década pasada, me incorporé a la tertulia de una mesa de amigos del ex Café del Centro, donde eran partícipes constantes tres sacerdotes, siendo uno de ellos el padre Juan Agustín Bravo Lira SJ. Juan Agustín había nacido en Santiago en 1944, ingresando a la Compañía de Jesús y ordenado sacerdote en 1977. Fue párroco en la Parroquia San Antonio de Chacao, Chiloé. Por más de treinta años cumplió una destacada labor en los Encuentros Matrimoniales, movimiento apostólico de la Iglesia Católica, que tiene por objetivo orientar las necesidades de las familias, a través de fortalecer la unidad matrimonial. Fue vicario de la Capilla de Nuestra Señora de la Esperanza de La Chimba, Capellán del Hogar de Cristo y párroco de los campamentos de Antofagasta. En el año 2010, escribió el libro "Reflexiones de mi madre", en base a las cartas recibidas de parte de su progenitora, doña María Eugenia Lira.

Juan Agustín era un cura altamente sintonizado con los temas coyunturales de la zona, del país y el mundo. Su colaboración a la elogiable y humanitaria obra que desempeña el padre Felipe Berríos, le otorgaba una visión concreta respecto de la realidad social en la cual se vive en los campamentos.

En la mesa del café, Juan Agustín no eludía ningún tema, por prosaico que este fuera, teniendo siempre una opinión serena, juiciosa y equilibrada. Reía como todos ante un chascarro o una oportuna talla de algunos de los contertulios. Hasta, a veces, con sumo respeto, compartía tímidamente el lenguaje poco reverente que se imponía en la conversación. Se caracterizaba por pasar inadvertido. Era muy conocido de antiguos vecinos de Antofagasta. Visitaba y expresaba su preocupación por quienes pasaban por algún problema de salud, llevándoles una palabra amistosa de aliento y esperanza. Su mirada irradiaba bondad, optimismo y alegría. Era tolerante empático, cercano y solidario. A todos quienes compartimos con él, aparte de quedar consternados con su partida, nos conforma el hecho de haber conocido a un ser excepcional y por, sobre todo, que nos haya privilegiado con su bonhomía y amistad.

Lamentablemente del grupo cafetero, en alrededor de un año, han partido cuatro integrantes. Juan Agustín el más reciente, hace un poco más de un mes, el mismo día, Floreal Recabarren y Luigino Claps y el año pasado Francisco Pescio. Con estas ausencias, la mesa perdió gran parte de testigos de la historia urbana de Antofagasta.