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Floreal Recabarren Rojas, ciudadano y custodio del pasado regional

"Los jóvenes pierden a un maestro que les mostraba de modo cordial, desde las páginas del periódico, lo que el tiempo enseñaba; los mayores lloran a uno de los suyos, que no solo evocaba el pasado común como página aleccionadora, sino que los conducía por el surco de la historia para poder comprender este presente tan riesgoso". José Antonio González Pizarro, historiador y académico UCN
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Juan Floreal Recabarren Rojas (1927-2020) ha fallecido. Antofagasta pierde no solo un ex Alcalde de la democracia republicana y de la redemocratización, sino un vecino ejemplar. Desde joven le interesó la política. Hace un par de años, nos confesó su sentido de lo social y cómo, antes de ingresar a la Falange Nacional- Partido Demócrata Cristiano- se sintió interesado por los planteamientos corporativistas, precisamente, por la inflexión que planteaban por la situación socio-económica del país. Aquella vena le acompañó en su labor docente y como historiador. Su Memoria de Prueba para optar al Título de Profesor de Historia, Geografía y Educación Cívica, sobre Historia del Proletariado de Tarapacá y Antofagasta, de 1954, dirigida por Hernán Ramírez Necochea, el más destacado historiador marxista, de la Universidad de Chile, recoge esa inquietud por la historia social, el regionalismo, erigiendo su aporte, en el mayor acopio de antecedentes sobre el proletariado en el ciclo salitrero. En mi opinión, superior a la contribución de Fernando Ortíz, que le precedió en la temática. Ambas memorias proveyeron de material a la obra de Ramírez Necochea, Historia del Movimiento Obrero en Chile.

Esta cantera historiográfica la prosiguió cuando examinó La matanza de San Gregorio 1921.Crisis y tragedia, 2003. Una aproximación histórica notable para despejar los mitos y realidades de este hecho luctuoso de la historia regional. La Oficina San Gregorio mutó de nombre por Oficina Renacimiento, en el cantón de Aguas Blancas. Su escritura la comenzó durante la dictadura, cuando advirtió que tales hechos sangrientos quedaban omitidos en los planes de estudios.

Le conocimos cuando llegó de profesor a la Universidad del Norte, junto con su hermana. Eran tiempos de los rectores interventores/delegados. Junto con su camarada y colega de profesión, Eduardo Koenig Carrillo, mantuvieron el clima sano del debate histórico en la Facultad de Ciencias Sociales. No todos tuvieron esa suerte.

A mediados de la década de 1980, a mi regreso de mi doctorado en Historia, estrechamos la amistad. Fuimos colegas en el Colegio San Luis, en 1986. Solía hacer las clases de modo peripatético, descalzo. A fines de ese año, el P.Guillermo Marshall s.j, nos dio un ultimátum: o nos incorporábamos como jornada completa o nos despedía. Fuimos desvinculados. Años más tarde, de regreso el P. Marshall, ahora en democracia, le hicimos ver que aplicó una norma de la dictadura para nuestra salida del Colegio. Nos reímos los tres.

Floreal, siempre se destacó, y lo tuvo como un sello de su personalidad, el sacar lecciones de cualquier hecho del pasado. Muchas personas mayores me comentaron estos años, como desde las columnas de este periódico, Floreal conectaba enseñanzas de la historia con situaciones de la contingencia actual. Era vincular los episodios de generaciones mayores con eventos y dilemas del presente. No concebía que se pudiese olvidar o desdeñar lo que el pretérito legaba para comprender el regionalismo perenne de Antofagasta, los combates por la devolución del tributo cuprero en favor de nuestro territorio, lo que los nombres de las calles, parques y plazas testimoniaban de los hombres y mujeres que habían labrado el sendero de progreso urbano. Recuerdo como se irritó cuando se retiró la plancha que recordaba al final de la avenida Brasil, la gesta del Movimiento Constitucionalista. Era dar la espalda al coraje de miles de antofagastinos que habían derribado la dictadura militar del general Bartolomé Blanche, en 1932.

Junto a sus colegas, Juan Panadés Vargas y Antonio Obilinovic Arrate, formaron el núcleo de historiadores de la Universidad de Chile, sede Antofagasta, más tarde, Universidad de Antofagasta, aportando con valiosos libros para el conocimiento histórico de la región, entre otros Antofagasta, una historia en imágenes, 1979; Coloso, una aventura histórica, 1983.

Floreal como ciudadano, mantuvo esa fidelidad por la democracia, desvelando lo turbio del Plebiscito de 1980, en cuanto a la transparencia de la votación. Votó tres veces para demostrar la falta de fiscalización. Se le vio mantener con dignidad su cese de profesor universitario, antes de emprender su Preuniversitario.

A través de Osvaldo Maya y Sergio Gaytán, sus asesores culturales en la Alcaldía, en 1990, apoyamos su gestión cultural.

Se sumó con entusiasmo y energía a cuanta iniciativa cultural se acometió en Antofagasta. Sus últimos afanes fueron en el Centro de Investigaciones Isaac Arce, del Museo Regional de Antofagasta. En este marco, revisó su libro colectivo sobre Coloso, haciendo una nueva factura complementado por el aporte de Pamela Ramírez, ex alumna nuestra del Programa de Magister en Ciencias Sociales de la Universidad de Antofagasta. El título Coloso ayer y hoy, recoge la pluma del maestro que espiga los hitos que concitan más atención en la sensibilidad contemporánea.

En el año 2018, hicimos una serie de entrevistas en su casa. Nos desveló sus inicios, la vida de sus padres, su viaje al sur, el traslado al Pedagógico de la Universidad de Chile, para estudiar Historia. El retorno, su paso por el Liceo, su encuentro con Mario Bahamonde, con Carlos Espinoza. Los recuerdos de niño de la calle 14 de Febrero. La precariedad de la ciudad en los años 30 e inicios de los 40. Se emocionaba cuando a través de un ejemplo de época reforzaba la impresión. Fueron años difíciles para la urbe y la región.

La partida de Floreal Recabarren Rojas, trunca a la ciudad, del ciudadano e historiador, atento a los vaivenes de nuestro caminar en el tiempo y espacio. Los jóvenes pierden a un maestro que les mostraba de modo cordial, desde las páginas del periódico, lo que el tiempo enseñaba; los mayores lloran a uno de los suyos, que no solo evocaba el pasado común como página aleccionadora, sino que los conducía por el surco de la historia para poder comprender este presente tan riesgoso. Todos perdemos a un hombre amable, firme en sus convicciones, generoso en compartir. Un vecino y ciudadano ejemplar.