George Floyd y el racismo institucionalizado
"En un estudio realizado a principios de 2020 por la encuestadora estadounidense 'Gallup', existe una diferencia de 14 puntos en el 'índice de felicidad' entre ciudadanos 'blancos' y aquellos de otras características raciales". Mg. Alberto Torres Belma, Sociólogo y Académico de la Universidad de Antofagasta
Hace algunos días fuimos testigos del violento actuar de la policía norteamericana con el ciudadano estadounidense y afrodescendiente, George Floyd. El proceder policial generó un profundo cuestionamiento y conmoción a nivel global.
El hecho es reflejo de un racismo institucionalizado en los EE.UU. Dicho fenómeno no es novedad y ha estado presente en los últimos años mediante procedimientos policiales "prohibidos" con ciudadanos de las mismas características de Floyd, sólo que en esta oportunidad un amplio segmento de la población decidió evidenciar su indignación con aquellas conductas reprobables de la policía uniformada.
En ningún caso debemos cuestionar los procedimientos policiales, como parte del rol que deben cumplir quienes están investidos de la autoridad para ejecutarlos; sino aquellos que legalmente están prohibidos en la mayoría de los estados del país en cuestión, que irrespetan el debido proceso, concretando la denigración y trato inhumano con un segmento de la población que históricamente ha sido víctima de prejuicios y actos discriminatorios.
EE.UU. siempre ha experimentado un racismo institucionalizado. Previo a este lamentable acontecimiento, el país experimentaba dos fenómenos: una especie de "racismo latente" para otros países, y "racismo manifiesto" para ellos mismos, que se acrecentó con la llegada de Donald Trump al poder, momento en el cual la diferenciación entre distintos subgrupos se hizo patente con el desdén por el fenómeno migratorio y todas aquellas subculturas que generaran incomodidad, apostando por la exaltación de los valores nacionales, evitando un discurso conciliador que equilibrara el cuestionamiento a aspectos negativos de los distintos subgrupos, devenidos en fenómenos sociales dignos de estudio; y la necesidad de corregir las falencias, apelando a un sentido de comunidad e integrador, cuya referencia es ineludible en el discurso de un político responsable. Por otra parte, el "racismo institucionalizado" se ha visto reforzado en los últimos días con la incapacidad del Presidente Trump de entender la arista histórico - sociológica del problema, desplegando a fuerzas militares en las calles para reprimir las manifestaciones, que son algo más que "desorden público". Además, cabe recordar la desafortunada frase pronunciada por el mandatario en 2019 contra un parlamentario afroamericano del distrito de Baltimore (cuya población, en su mayoría, es de raza negra), donde señaló que el territorio que representaba era "un desastre asqueroso, infestado de ratas y roedores; ninguno querría vivir allí", en respuesta a la inquietud del legislador, quien abogaba por mayores derechos civiles y justicia económica. Sin duda, las palabras del mandatario norteamericano refuerzan el racismo institucional y además, hacen eco del concepto de "estigma" del sociólogo Erving Goffmann, entendido como rasgos, condiciones o atributos que, en forma arbitraria o "natural", encasillan a personas en una categoría social inferior. En este caso, el estigma es el color de piel, pero también las condiciones socioeconómicas del distrito, atribuibles, presumiblemente, a su condición histórica "devaluada". Esto implica que los ciudadanos discriminados experimenten la "zona del no - ser", al vivir la "opresión racial", siendo despojados del "privilegio racial". De hecho, en un estudio realizado a principios de 2020 por la encuestadora estadounidense "Gallup", existe una diferencia de 14 puntos en el "índice de felicidad" entre ciudadanos "blancos" y aquellos de otras características raciales, liderando los primeros, registrándose una brecha de un 9% en los últimos 12 años, incluyendo el período de gobierno del ex Presidente Obama.
Se concreta también un proceso de "autoestigmatización" en la población negra de EE.UU, concepto propuesto por Goffman que refiere que la propia persona estigmatizada hace parte de sí el proceso discriminatorio, devaluándose. Según resultados de una encuesta realizada por CNN en 2019, un 51% de la población negra refirió sentir en algún momen0to que su vida estaba en peligro por su condición racial, versus el 16% referido por la población blanca.
La muerte de Floyd debe hacernos reflexionar sobre las implicancias del racismo, que debe ser entendido no sólo como una discriminación en términos de "color de piel"; sino también en términos religiosos, de clase, de sexualidad, género, etnicidad, lengua y cultura. No es casual que en el primer año de la administración Trump, el desempleo de afroamericanos haya alcanzado un 5,9% y el 2019 haya superado el 6%. En palabras de la parlamentaria Karen Bass, Presidenta del Grupo de Legisladores negros del Congreso de EE.UU: "Actualmente, el desempleo afroamericano sigue siendo el doble que el de los estadounidenses blancos y el promedio nacional a pesar de las ganancias en el mercado laboral" (2019), lo que sin duda repercute negativamente sobre el incremento de la felicidad de este grupo y su integración social.