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"En Chuqui están mis recuerdos de infancia"

ANTOFAGASTINIDAD. César Benítez, ingeniero civil industrial y exseremi del MOP.
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Cuándo se le pregunta dónde nació, César Benítez Espinoza de inmediato echa mano a la billetera para mostrar su carnet de identidad, donde en mayúsculas se lee "Chuquicamata, Calama".

En efecto, este administrador público e ingeniero civil industrial, con pasado reciente como seremi del MOP, es un enamorado del campamento minero y de sus tradiciones, las cuales -dice- no olvidará, sin importar el lugar dónde esté.

Actualmente radicado en Santiago, pero con raíces fuertes en el norte, espera ansioso el momento del retorno.

¿Qué recuerdos guardas de tu infancia en Chuqui?

-Nací en el antiguo Hospital Roy H. Glover en el año 1976. Mi madre en ese tiempo trabajaba en la Escuela Especial F-33 como profesora y psicopedagoga, escuela que dependía de Codelco. Vivíamos en unos pequeños departamentos cerca de los juegos infantiles de metal que existían, es lo más bello que recuerdo, Chuqui tenía esa magia de ser un pueblo perdido en el tiempo, casi místico, luego a los pocos años nos trasladamos a vivir a Calama.

¿Qué se siente pertenecer a un lugar que ya no existe, al menos como era antes?

-Es un gran orgullo ser chuquicamatino, pero a la vez es una tremenda nostalgia visitar el campamento hoy. Sus calles vacías que no muestran lo vivo de sus años mozos, antiguas tiendas como "Emporio La Verbena", la "Gran Tienda" y la "Ferretería Rossi", o bien otros edificios como la "Pulpería", donde vendían mis juguetes favoritos y el Teatro Chile.

¿Todavía tienes ese viejo camaro amarillo?

-Mi Camaro LT 1975, motor V8 con 5.700cc es mi regalón (amarillo Daytona como el Bumblebee de los Transformes). El 2008 lo encontré por internet, viajé a Santiago y lo compré barato con muchos detalles. Poco a poco le fui restaurando todos sus sistemas: refrigeración, eléctrico, inyección, caja de cambio automática etc., todavía me quedan detalles pero algún día estará al 100%. No es nada económico: da unos 3 kilómetros por litro, pero esos días domingo cuando salía por la costanera de Antofagasta era un placer, sobre todo ver los niños y no tan niños que lo miraban y se impresionaban con el sonido de ese motor V8.

Y tu afición por Star Wars, ¿cómo comenzó?

-Siempre me gustó la ciencia ficción. En los años 80 no teníamos internet, televisión por cable o Netflix, de hecho teníamos muy pocas entretenciones. Mi amor por Star Wars nace cuando fui al cine de Calama a ver "El Regreso del Jedi" el año 1983 , fue una explosión de felicidad para mí todo ese mundo nuevo de fantasía y aventuras. Eso marcó mi niñez hasta el día de hoy. Me gustaban mucho esos juguetes, pero eran carísimos y mis padres no los podían comprar.

Ahora, más viejo, me fui armando de una colección de figuras de los años 80. Tengo Star Wars, G.I. Joe, He-Man y Transformers, los cuales comparto y disfruto con mis hijos Sebastián, Vicente, Paz y César.

¿Cómo recuerdas tu paso por el servicio público?

-Mi padre fue funcionario de Vialidad y mi madre, profesora, estaba muy metida en el Colegio de Profesores y la Democracia Cristiana. Recuerdo que escuchaba sus historias y siempre me llamó la atención el servicio público. El año 1995 ingresé a estudiar Administración Pública en la Universidad de Antofagasta, me titulé el 2000 y mi vida profesional la he desarrollado principalmente en el sector público. Trabajé en la Gobernación de El Loa, la Subdere, la Cmds. Luego estudié Ingeniería Civil Industrial, continúe trabajando en el MOP y la Municipalidad de Sierra Gorda. Fueron casi 20 años de una riqueza profesional y personal invaluable.

Fuiste donante de órganos, ¿cómo cambió eso tu vida?

-Ese es un tema muy sensible para mí. Mi Hermano Miguel Ángel necesitaba un trasplante de riñón el año 2014. Sufrió una insuficiencia renal gravísima, estuvo casi un año en tratamiento de diálisis y no dudé en ser su apoyo y donante. Nos preparamos y el 7 de enero del 2015 fue el trasplante y por suerte la cirugía y su recuperación fue un éxito.

Tuve mucho miedo, nunca se lo dije hasta hoy, no es fácil tomar esa decisión, pero mi temor no era sobre mi salud, sino más bien a que su cuerpo rechazara el órgano, pero todo salió bien y no duraría un instante el volver a ser donante, es lo más importante y valioso que he hecho en mi vida.

¿En qué lugar del mundo te sientes más cómodo?

-Junto a mi María José, el amor y la paz que me da no lo había encontrado hasta hoy.

¿Dónde te ves a futuro?

-Hace dos años tomé la decisión de salir de mi zona de confort y aventurarme en la empresa privada. Es muy distinto al servicio público, son otros códigos y exigencias. No ha sido fácil. Ahora estoy en Santiago, pero mi corazón me dice que algún día debo volver a mi querida Antofagasta y seguir aportando desde mi experiencia, compromiso y conocimiento a mi región.