Con un llamado a todos los sectores políticos, el Presidente Sebastián Piñera convocó, esta semana, a un gran pacto de unidad que permitiera enfrentar la crisis del coronavirus, buscando democráticamente promover instrumentos y redes de protección social, el incentivo al empleo y la reactivación económica del país.
Desgraciadamente, esta convocatoria presenta nada de re-calendarización política para el próximo año o de gobernanza de políticas públicas post-pandemia. Así, Chile y casi toda América Latina padecen una nueva enfermedad, de larga data sí, lo que yo denomino 'pandemia política'. Como 'doctora' en Ciencias Políticas, me gustaría ir detallando los síntomas y trataré de buscar alguna cura posible a este padecimiento mortal.
El instituto de Estudios Internacionales y Estratégicos, Real Instituto Elcano, de la Universidad de Alcalá de Henares, ya nos advertía en marzo de este año que la debilidad profunda que posee la mayoría de los gobiernos de la región es que no ha podido "encauzar, de forma adecuada, en los años recientes, las demandas sociales de las clases medias emergentes" en áreas que la pandemia está poniendo a prueba como los servicios públicos, en especial el sanitario. Éste es el primer síntoma de la grave dolencia, la ruptura del pacto social entre la elite que gobierna y los/as gobernados/as. Esta creciente desafección social ya había mostrado signos agónicos preocupantes durante 2019 con una serie de estallidos sociales que desembocaron en que Ecuador paralizará su plan de ajuste, Chile iniciara un proceso de cambio constitucional, y en Bolivia su presidente Evo Morales fuera derrocado por un 'soft golpe' luego de denuncias de corrupción electoral.
De acuerdo al instituto español, algunos gobiernos padecen la segunda sintomatología, un real pérdida de 'liderazgo social e institucional', o la confianza en los gobiernos y actores políticos: el caso de Chile con niveles de aprobación hacia el 'CEO ejecutivo' de entre 23 a 25%, una nueva crisis económica en Argentina y el debut del gobierno en 'modo pandemia', la fase terminal de los mandatos de Perú y Ecuador, el enfrentamiento de campañas electorales polarizadas en Bolivia, la presencia de administraciones públicas débiles en Centroamérica y el Caribe, el deterioro institucional y económico en Nicaragua y Venezuela, y la existencia de países simplemente fallidos como Haití, incapaces de diagnosticar el Covid- 19 y dar respuestas sanitarias.
Aquí, la relación entre número de casos (Diario Financiero, 20/05/2020) y niveles de percepción ciudadana sobre el manejo de la crisis ("Imagen del Poder, Poder de la Imagen", Fundación Directorio Legislativo, 2020), ofrece un interesante análisis: Brasil (2°, 411.821, 30% percepción), Perú, (12°, 135.905, 73%), Chile (15°, 82.289, 19%) y México (17°, 76.560, 54%). En una primera lectura, habría una relación directa entre casos contagiados y gobernanza de la crisis, aunque en tiempos de crisis, no es necesario echarle toda la culpa al CEO, un buen equipo y sentido común aporta muchísimo (Telesemana.com).
Un tercera señal, el escaso multilateralismo político observado en América Latina, una pobre coordinación supranacional, pero sí vista en África donde el Parlamento Pan-africano se reunió para evaluar la respuesta de cada uno de los países africanos frente a la pandemia. En nuestra región, el Consejo Sudamericano de Defensa fallece con la desintegración de Unasur, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) está jugando un papel limitado, aunque ha enviado misiones de apoyo a naciones con más riesgo como Haití y Venezuela, y otros actores como la OEA sólo se han mantenido en los espacios informativos de prevención.
Ya detectados los síntomas de esta 'pandemia política' sólo nos queda encontrar la cura en un trabajo colaborativo entre distintos actores políticos, sociales y económicos, medidas y mensajes claros por parte del ejecutivo, una mayor integración y colaboración supranacional y lo más fundamental de todo, una 'obediencia civil' a las medidas precautorios de contagio.