Antofagasta y Caracoles
Hace algunas semanas el escritor e investigador mejillonino Wilfredo Santoro nos recordó en estas columnas el aniversario 150 del descubrimiento del mineral de Caracoles. La importancia que tuvo para Antofagasta la explotación de la "vasta comarca de plata" -como le llamó un inspirado- muchas veces se olvida en nuestros relatos urbanos. Hasta 1870 Antofagasta era un pequeño puerto salitrero, que exportaba la producción de la Oficina Salar del Carmen, comenzada hacía pocos meses. Atrás había quedado la actividad cuprífera de Juan López, que inauguró la exportación de minerales en la mal abrigada playa de Peña Blanca. Incluso el nombre Antofagasta llevaba poco en uso, reemplazando lentamente al de La Chimba.
El descubrimiento de las vetas argentíferas fue un suceso. La noticia llegó a todas partes de la costa y el altiplano, a La Paz, Valparaíso, Santiago y Copiapó. En este último lugar provocó un desbande que la prensa y autoridades locales intentaron detener sin éxito. ¡A Caracoles! Era la consigna. Las minas copiapinas y del Huasco perdieron brazos de manera alarmante. Los relatos del penoso viaje desde Cobija al lugar no amedrentaron a los mineros.
Gracias a dos hombres -Justo Peña y Francisco Bascuñán- se encontró un camino más corto desde las minas hacia la costa, precisamente hasta Antofagasta, provocando una verdadera avalancha humana. La ciudad pasó de ser un campamento y puerto de la compañía salitrera a un pueblo cosmopolita. Las pobres casuchas no dieron abasto, y el villorrio tuvo que crecer por obligación. El vecindario convenció al Prefecto para formar un municipio, y en cosa de un lustro hubo que crear una Junta de Beneficencia, un cementerio, hospital, y un largo etcétera. Las industrias privadas de toda índole no tardaron en llegar.
Caracoles forzó a la pequeña caleta a graduarse de puerto, y fue de aquellos donde la aventura es la norma. Así, Antofagasta empezó a rimar con ambición, con sueños de riqueza y el desengaño de los incautos.
Gracias a Caracoles, una de nuestras raíces brilla revestida de plata.
Patricio Espejo Leupin, geólogo, escritor