Nuestra pequeñez al desnudo
Una de las conclusiones relevantes de estos días es asumir nuestra finitud y que somos una parte más en este planeta. Ojalá que algo de esto permee para el futuro. La actividad humana a gran escala ha causado daños de magnitud en varios equilibrios naturales. La desaparición de especies animales y vegetales es un hecho indesmentible.
Una de las revelaciones más notables de este tiempo tiene que ver con la aparición de distintos animales salvajes en muchas ciudades del planeta. El fenómeno se explica al menos en dos causas: el confinamiento de las personas y la detención de muchas actividades productivas.
Las imágenes de lobos marinos en la costanera de Antofagasta, zorros en La Portada, monitos del monte en San Carlos (Región del Biobío), pumas en Santiago, peces en Venecia, por nombrar algunos ejemplos, han causado grata sorpresa. La mayoría de los comentarios aluden a los perjuicios que causa el hombre y sus actividades, algo repetido en los últimos años, a propósito de los cambios causados por el fenómeno del calentamiento global en ciernes.
La actividad humana a gran escala efectivamente ha causado daños de magnitud en varios equilibrios naturales. La desaparición de especies animales y vegetales es un hecho indesmentible, cuyos efectos desconocemos, pero que los estudiosos han catalogado de muy graves.
En estos días de pandemia hemos apreciado pinceladas de la naturaleza que nos rodea y de la cual somos parte. Sin caer en extremos, debemos reconocer que la soberbia y falta de empatía de este modelo son un problema para muchos ecosistemas y culturas afectadas por un comportamiento mezquino y avaro de algunas actividades agresivas con el entorno.
Estas imágenes de animales rondando nuestras ciudades no cambiarán mucho el tipo de desarrollo de nuestros países, pero podrían ser advertidos, al menos, como pequeñas señales que golpeen nuestras limitadas consciencias y egoísmos. No estamos solos en este mundo, somos parte de algo más complejo, con valores que sobrepasan lo meramente económico.
Quizás esta sacralidad extraviada, como el conocimiento de los pueblos originarios y la misma naturaleza, son cuestiones que debiéramos atender y sopesar en mayor magnitud. Estos animales, aparentemente extraviados en los centros urbanos, caminando con miedo y entrando a lo desconocido de las selvas humanas, podría ser al menos una pequeña alerta para salir de nuestras habituales pequeñeces.