Demasiado tiempo para charlatanes
El exceso de ruido es dañino, los humanos somos conversaciones, pero éstas deben ser de buen nivel y no solo meras impresiones carentes de información y subjetividad. Un fenómeno que ha emergido, casi con violencia, en este plano es el relacionado con la certeza fundamentada en mi propia subjetividad, es decir, no le creo a nadie, sino a mis postulados.
La línea parece delgada entre aquellos que hablan desde el conocimiento y la experiencia y aquellos que opinan desde sus impresiones y convicciones, sin más certeza que su propia intuición.
Se trata de un fenómeno que lleva años, pero que se agudizó desde el estallido social. Cualquiera entregaba sus juicios, por desinformados o ignorantes que fueran, pero que a ellos -y muchas veces solo a ellos- les resultaban correctos o certeros.
Y ahora vuelven a repetirse en la pandemia. Gente hablando de teorías conspirativas, personas vociferando de salud pública, otros dando cátedra de epidemias, toques de queda, cuarentenas, virus y lo que se les ocurra, puestos al mismo nivel de los expertos.
Un caso paradigmático es de los alcaldes, autoridades relevantes, sin duda, pero en su mayoría sin competencia alguna para debatir o proponer soluciones sanitarias que deben estar en manos de quienes saben.
Un fenómeno que ha emergido, casi con violencia, en este plano es el relacionado con la certeza fundamentada en mi propia subjetividad, es decir, no le creo a nadie, sino a mis propios postulados.
Chile tiene hoy, y lo ha hecho en las últimas décadas, un sistema de salud que se ha fortalecido en capacidad humana y equipamiento. Ha tenido también notables ejemplos de salubristas de clase mundial. Los doctores Abraham Horwitz y Fernando Monckeberg, son dos casos reconocidos en todos lados.
Pero en el mundo de hoy, el sabio, el estudioso parece puesto al mismo nivel del charlatán, el desinformado y el ignorante, un efecto de las redes sociales y la permanente necesidad de muchos otros -autoridades incluidas- de ganar minutos de pantalla y fortalecer sus propios egos e identidades.
En momentos críticos como este, es necesario escuchar más a los que saben y menos a los que solo van en busca de pequeños triunfos personales, dispuestos incluso a generar un mal ambiente para todos, si eso les retribuye alguna ganancia, por miserable que sea.
¿Mejora en algo el país llenarnos de esta ramplonería? En nada y de aquello hay que cuidarse.