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"Frida" o el gran escape al encierro de Kahlo

La alucinante y cruda biografía de la pintora mexicana escrita por la nominada al Premio Pulitzer Hayden Herrera fue reeditada con un prólogo de la escritora Valeria Luiselli.
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El encierro puede ser mental o físico. Si bien el primero es quizás el que más duele, el segundo es el que millones de personas en todo el mundo han vivido en carne propia durante las últimas semanas. Frida Kahlo, la pintora mexicana cuya imagen se convirtió en un ícono pop durante las últimas dos décadas, pasó la vida confinada a causa de 32 operaciones a la columna y el pie izquierdo. Frida transformó su cuerpo, sangre y dolor en un lenguaje capaz de traspasar las paredes de su casa en Coyoacán, donde vivía con su marido, el muralista Diego Rivera. Allí también llegaban los amoríos de ambos, explica la biografía "Frida", de la historiadora del arte Hayden Herrera (Taurus).

El texto de más de 500 páginas, con miles de citas, fotos, pinturas e ilustraciones, fue publicado originalmente en 1983. Ahora vuelve a ser revisado y prologado por la autora mexicana Valeria Luiselli ("Los ingrávidos", Editorial Sexto Piso), quien, precisamente, nació en el año que el libro de Herrera llegó a las librerías por primera vez.

"Frida, la artista discapacitada. Frida, el símbolo del feminismo radical. Frida, la víctima de Diego. Frida, el ícono chic, de género fluido, hermosa y monstruosa. Bolsas con la cara de Frida, llaveros de Frida, camisetas de Frida. Y ahora, también, una nueva muñeca Barbie inspirada en Frida (sin uniceja). Frida Kahlo se ha sometido al escrutinio mundial y a la explotación comercial. Se la han apropiado curadores de arte, historiadores, artistas, actores, activistas, consulados mexicanos, museos e incluso Madonna", denuncia Luiselli, aunque resalta que, ante una foto de la autora delante de una de sus pinturas "no está claro cuál de las dos es la obra de arte".

A causa de la treintena de intervenciones quirúrgicas a las que fue sometida desde la infancia, producto de la poliomielitis que sufrió -sumadas a las de la adolescencia, donde en un accidente automovilístico un fierro atravesó su columna, dejando marcas, malformaciones y dolores que la acompañaron toda la vida- Kahlo cubrió su cuerpo con largos vestidos típicos de tehuana, convirtiéndose en la parte más viva de sus llamativos autorretratos.

"Era un pájaro herido y, por lo tanto, diferente de los otros niños. Con frecuencia se encontraba sola", describe Herrera, razón por la cual el autoexamen de su imagen se transformó en su forma de huir, primero del encierro en la casa paterna y luego de los amoríos de su marido con otras mujeres, sumado a las decepciones por no poder quedar embarazada. La pintura, cuenta la investigadora acreedora de la prestigiosa Beca Guggenheim, fue la forma en que Kahlo decidió resistir.

Espejo de sí misma

Herrera, la biógrafa de Frida, ubica el primer cuadro de la artista en 1926, cuando tenía 19 años. Esta obra, dedicada a su pololo de la enseñanza secundaria, a quien le escribió toda la vida y que fue entrevistado para la biografía, el político Alejandro Gómez, recibió "el primer autorretrato, (que) constituyó una especie de súplica visual, una oferta de amor hecha en un momento en que Frida sintió que había perdido a la persona que más amaba".

El romance, sin embargo, no sobrevivió a la "atracción (de Kahlo) hacia el mundo bohemio de los artistas", razón por la que cuando vio a Rivera -quien ya era muy famoso -pintando un mural en el liceo, dijo a sus compañeros que lo amaba. Tiempo después, mientras él trabajaba en una pared de la Secretaría de Educación de Ciudad de México, la joven le dijo "oye, no vengo a coquetear ni nada, aunque seas mujeriego. Vengo a mostrarte mis cuadros. Si te interesan, dímelo, y si no, también".

"Conforme las veía (a las pinturas), una por una, quedé inmediatamente impresionado. Las telas revelaban una desusada energía de expresión, delineación precisa del carácter y verdadera severidad. (…) Comunicaban una sensualidad vital, complementada por un despiadado aunque sensible poder de observación. Era obvio que para mí esta muchacha era una auténtica artista", anotó Rivera en su autobiografía "Mi arte, mi vida", citada por Herrera.

En 1929 se casaron los pintores, y la historiadora del arte señala ante ello que "Frida estaría contrayendo matrimonio con un hombre del cual se sabía que era tan rico como generoso, y con el que se podía contar para mantener no solo a Frida, sino también a su familia", debido a los altos gastos médicos que tenían sus operaciones.

Fama mundial

"A pesar de que Frida tenía ciertos remordimientos acerca de las frecuentes visitas a la casa de la élite y por disfrutar de fiestas lujosas durante la (Gran) Depresión, Rivera no mostraba escrúpulo alguno", pese a su militancia comunista, señala la biógrafa. En este contexto, Kahlo sufre el primer aborto espontáneo debido a las malformaciones que dejaron en su cuerpo las intervenciones quirúrgicas de la infancia y adolescencia.

Es esa tristeza la que lleva a la artista a dedicarse en serio a su obra, que en 2008 fue expuesta en el Centro Cultural Palacio La Moneda, en Santiago: "Mi pintura lleva dentro el mensaje del dolor. (…) La pintura me completó la vida. Perdí tres hijos (en total) y otra serie de cosas que hubieran llenado mi vida horrible. Todo eso lo sustituyó la pintura". A esto se sumó la pena de que "a diferencia de Frida, a Rivera le gustaban EE.UU. y sus habitantes, así como la adulación que recibía por parte del mundo artístico de Manhattan".

La asistente de ambos y también autora de varias fotografías íntimas de la pareja, Lucienne Bloch, señaló que, entonces, "él sentía que debía regresar (a México) por ella, porque estaba harta de Nueva York. (…) Iba a tener que aceptar el hecho de que ella era la culpable". Esto percude los lienzos en los que descansaba la promesa de amor que llevó a Kahlo a convertirse en la tercera esposa de Rivera, y él comienza una relación con Cristina, la hermana menor de Frida.

En este clima, la artista no soltó la paleta de colores, donde el amarillo, según su diario de vida, representaba la "locura, enfermedad, miedo". Pese a todo, Kahlo "se convirtió cada vez más en la compañera y el sostén de Rivera. Lo mimaba, lo cuidaba cuando estaba enfermo, peleaba con él, lo castigaba y lo amaba. Él la apoyaba, se enorgullecía de sus logros, respetaba sus opiniones, la amaba… Y seguía mariposeando. A partir de entonces, ella también comenzó a hacerlo".

La autora leyó a los poetas Walt Whitman, Vladimir Mayakovski, y también a Karl Marx. Entremedio, conoció al teórico André Breton, quien llevó las pinturas de la mexicana a Europa afirmando que "no existe obra de arte que sea más marcadamente femenina, en el sentido de que, para ser tan seductora como sea posible, esté dispuesta, de manera total, a alternar entre el juego de ser absolutamente pura o absolutamente malvada. El arte de Frida Kahlo es como una cinta que envuelve una bomba", escribió el francés en el ensayo "El surrealismo y la pintura".

La artista luego declaró que "nunca pinté sueños. Pinté mi propia realidad", compuesta por su reflejo, rastros de sangre, huesos, prótesis de metal y corsés de yeso que instalaron los médicos en su cuerpo hasta 1954, cuando los dolores la llevaron al delirio y, finalmente, a la gama de celestes con que tantas veces plasmó el cielo del campo azteca.

Los materiales de pintura de Frida Kahlo en el museo de Coyoacán.

Este autorretrato pintado en 1940 actualmente permanece en la Universidad de Texas.

Esta imagen de Frida a los 18 años fue tomada por su padre, Guillermo Kahlo


Frida

Hayden Herrera

Taurus

624 páginas

$22 mil (Ebook $15.360, en Amazon)

Por Valeria Barahona

Al poco tiempo, la pareja viajó a Estados Unidos para que él pintara un par de muros en el Instituto de las Artes de Detroit, capital de la industria automotriz a principios del siglo XX. "Los patrocinadores ricos de la cultura rodeaban a los Rivera", cuenta Herrera. Sin embargo, "muchas personas consideraban estrafalarios a Frida y sus trajes mexicanos, y ella se desquitaba del esnobismo estrecho de miras de las matronas de Grosse Point siendo ultrajante y escandalizando deliberadamente a la alta burguesía".

Taurus

shutterstock

"Mi pintura lleva dentro el mensaje del dolor. (…) La pintura me completó la vida. Perdí tres hijos (en total) y otra serie de cosas que hubieran llenado mi vida horrible. Todo eso lo sustituyó la pintura".

Taurus

"Bolsas con la cara de Frida, llaveros de Frida, camisetas de Frida. Y ahora, también, una nueva muñeca Barbie inspirada en Frida (sin uniceja)".

FRIDA Y EL COLIBRÍ

Adelanto del libro "Frida". Por Hayden Herrera
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"E n un autorretrato pintado en 1940, que luego adquirió Nickolas Muray, Frida se hace acompañar por (el mono) Caimito del Guayabal y un gato negro. Un colibrí muerto cuelga del collar de espinas. El mono combina una capacidad casi humana de compasión hacia su ama abandonada, con las posibles reacciones previsibles de un simio. Mientras toca con cautela el collar de espinas de Frida, el espectador siente que un precipitado jalón puede hacer más profundas las heridas. El gato también constituye una amenaza. Listo para saltar, con las orejas echadas hacia delante, fija la mirada en el colibrí que cuelga junto a la carne desnuda y sangrante de Frida. Puesto que el colibrí no solo representa una especie a la cual Frida se sentía estrechamente ligada (en un dibujo realizado en 1946 convirtió sus cejas en un pájaro, y la gente decía que ella se movía con la ligereza de un colibrí), el cuerpo inánime del mismo probablemente señala una vez más el hecho de que Frida se sintió 'asesinada por la vida'. Asimismo, tiene otro significado: en México se usan los colibríes como amuletos para atraer la suerte en el amor.

"Frida también utiliza la corona de espinas de Cristo como collar en otro busto del mismo año, en el que un broche en forma de mano sostiene una cinta sobre la que ha escrito: 'Pinté mi retrato en el año de 1940 para el doctor Leo Eloesser, mi médico y mi mejor amigo. Con todo cariño, Frida Kahlo'. Al igual que en el autorretrato que le vendió a Muray, así como en 'La columna rota' y, de hecho, en la mayoría de sus autorretratos, Frida amplía su sufrimiento personal al darle un significado cristiano. Se representa como mártir; las espinas le causan heridas sangrientas. A pesar de que rechazó la religión, las imágenes cristianas, particularmente el martirio teatral y sanguinolento común en el arte de México, impregnan la obra de Frida. La sangre y la aplicación de sufrimiento en uno mismo, por supuesto, se remite hasta la tradición azteca, pues no solo ejecutaban sacrificios humanos, sino que también se pinchaban la piel y se perforaban las orejas con el fin de conseguir mejores cosechas. No obstante, fue el cristianismo el que llevó al México colonial la imagen del dolor en términos verdaderos y humanos. Como resultado, casi todas las iglesias mexicanas cuentan con una escultura espantosamente realista de Cristo ya sea atado a un poste, arrastrando la cruz o muerto, pero siempre lleno de heridas sangrientas y supurantes. Frida tenía un cuadro particularmente impresionante de Jesucristo rumbo al Calvario y utilizaba el mismo dolor y realismo extremos para comunicar sus propios mensajes. El hecho de que empleara la retórica se debía a que sus pinturas, en cierto modo muy especial, trataban acerca de la salvación.