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200 días de la crisis democrática

PAÍS. Son varios los factores que inciden en un fenómeno enorme. Algunos estaban advertidos y fueron amplificados por las torpezas y errores de autoridades y la modernidad materializada en jóvenes híper conectados, anómicos y sin bordes.
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Redacción

La denominada "revolución pingüina" de 2006 fue advertida entonces como un hecho puntual. Lo mismo se hizo con las protestas contra las AFP en 2019 o las isapres; las quejas contra el Congreso, la caída de la confianza en las instituciones, entre tantas otras.

Todos eran hechos específicos sin relación entre sí.

Ver la realidad nacional de esa forma fue uno de los grandes errores.

Las imágenes de los días previos al 18 de octubre, mostraban a escolares en acciones conocidas como "evasiones masivas" en el Metro de Santiago. Para la gran mayoría no pasaba de ser una más de las tantas protestas registradas en Chile durante los últimos años.

Pero ese viernes de octubre -ad portas de la cita Apec, la COP 25 y la final de la Copa Libertadores, todas a realizar en suelo nacional-, el asunto tomó ribetes dramáticos: las protestas continuaron, se suspendió el servicio del tren metropolitano y comenzó una inédita destrucción de un par de decenas de estaciones.

Más tarde, el incendio de una escalera del edificio de la eléctrica Enel, la quema de algunas plazas de peaje, la irrupción de las barricadas y un sinnúmero de enfrentamientos con Carabineros, pusieron las cuotas necesarias de dramatismo para confirmar que algo grande estaba pasando.

Apenas al día siguiente, ya en horas de la mañana, un centenar de personas se dio cita frente al Mall Plaza en Antofagasta para protestar apoyando la causa. La misma acción derivó minutos después en saqueos a una farmacia y una tienda de telefonía, y, por supuesto, barricadas y peleas con la policía uniformada.

Temprano quedó claro que el fenómeno era nacional y definitivamente mucho más complejo y amplio que el reclamo de algunos cientos de estudiantes.

Si era una crisis social, desborde, revolución, no estaba claro. ¿Qué podemos concluir de este tiempo? Aquí van algunas luces.

La modernidad de un país

Hay una cuestión humana en todo esto. Los seres humanos necesitan creer en algo, fundamentos a los cuales atenerse o buscar refugio. ¿En qué creer hoy día, cuando todo parece derrumbarse? César Trabucco, sociólogo, lo explicó: El estallido de octubre en nuestro país es la expresión del nivel de saturación a que conduce el modelo neoliberal caracterizado en lo fundamental por la capacidad que tiene este de atomizar el cuerpo social transformando a todos los actores solo en consumidores y minimizando su condición de ciudadanos. "Esta capacidad de transformar todo en un mall termino derribando el resto de las instituciones o dejándoles en el piso de la credibilidad, tanto es así que la energía disruptiva que se despliega esta fuera de los cauces de la política y la incapacidad de esta de darle conducción deja de manifiesto lo señalado". Añadió: La condición ciudadana, que está en la constitución de las sociedades, aunque se la intentó sistemáticamente, anular terminó surgiendo con fuerza disruptiva que no se detendrá con acuerdos entre cuatro paredes y hoy está latente observando cómo todo lo que ocurre en medio de la pandemia no hace sino confirmar sus demandas y certezas: se pueden abrir los mall pero no llevar adelante un plebiscito", apuntó. Hay más factores, por supuesto: los jóvenes, verdaderos protagonistas de marchas pacíficas y otras acciones delictuales y su notable vinculación con las redes sociales. Sin éstas, la magnitud de la crisis no sería tal. Prácticamente todos los encuentros ocurrieron por redes.

Tres reflexiones desde la literatura nacional: derrumbe, malestar y desborde

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Alberto Mayol precisó en su último libro "Big bang, estallido social 2019" que hay que retroceder en el tiempo para entender lo acaecido. Por lo menos hasta 2006, año de la citada primera revolución pingüina, donde se instalaron varios conceptos bien fundamentales: educación de calidad, fin al lucro en el sector y más profundamente, una crítica al modelo de desarrollo nacional. Aquello es bien fundamental, pues apunta a un cimiento del sistema que entiende y acepta la educación y otros bienes que antes fueron públicos, como productos de mercado y consumo. Cuando ese fundamento se cuestiona con éxito, no hay vuelta atrás. Por eso -dice el autor- hay un "derrumbe" del modelo de desarrollo. Es cierto, objetivamente el país registra avances bien notables en esta materia: de 400 mil estudiantes a fines de los 90 se llegó hasta 1,2 millones en la actualidad, pero se trata de dos cuestiones que caminan de forma paralela, no hay contradicción en éstas. Carlos Peña, rector de la UDP, ve allí una especie de paradoja, explicitada en su texto "Pensar el malestar": Somos más educados, pero nuestro nivel de satisfacción es menor pues el título -cualquiera sea- ya no es garantía de trabajo, resultado económico o, más importante, avance social. La multiplicación de graduados significa también cierta banalización de algo que antes fue una carta de poder. Pero la visión de Peña es más fría y amplia. En su opinión, desde octubre hemos visto una masa anómica, fuera de lo institucional, con una incapacidad generalizada para comprenderla y contenerla; mucho más para aplaudirla por buenismo e ignorancia que por resultado de un análisis. El mejor ejemplo es el siguiente: la desigualdad acompaña todas las sociedades, incluyendo a la nacional (donde se ha reducido) y es peor en otras naciones, sin embargo ocurre en Chile, una nación que ha experimentado un fuerte proceso de modernización capitalista. Lo que aquí se vive -dice- es un malestar, que es un fenómeno propio de este tipo de sociedades, donde entonces emerge la subjetividad como base de las convicciones de cada persona. Eugenio Tironi, sociólogo, también abordó el caso en el texto "El desborde" (así llama él al fenómeno) y apuntó que este tiene efectivamente causas multifactoriales, entre estas una crisis de legitimidad expuesta el 18 de octubre y con ello una crisis del modelo que Chile debiera empezar a pensar.