Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Actualidad general
  • Opinión
  • Clasificados
  • Clasificados
  • Servicios
  • Deportes
  • Espectáculos
  • Contraportada

Donar sangre para salvar vidas

La pandemia hizo bajar la cantidad de donantes de sangre en los hospitales. El problema se agudiza día a día y exige nuestra máxima solidaridad. Miles de pacientes oncológicos, traumatológicos, mujeres con complicaciones obstétricas, post operados e incluso personas con COVID-19, necesitan transfusiones para salir adelante.
E-mail Compartir

Distintos hospitales del país han advertido una dramática disminución en las donaciones de sangre desde que se inició la pandemia del COVID-19, lo que mantiene las reservas de este valioso insumo médico en niveles peligrosamente bajos.

Si antes de la irrupción del virus en nuestras vidas, los bancos de sangre en Chile funcionaban siempre al límite, gracias a la caridad de muy pocos, hoy el problema es tan grave que incluso puede haber riesgo para el desarrollo de ciertos procedimientos médicos.

La situación se repite en otros países del mundo y se explica fundamentalmente por el miedo que provoca en los potenciales donantes tener que abandonar la seguridad de sus viviendas para someterse al procedimiento, que por supuesto la mayoría de las veces se desarrolla en los hospitales.

Un miedo natural, por cierto, en las condiciones actuales, pero que puede disiparse si se tiene en cuenta que todos los bancos de sangre de Chile han extremado las medidas preventivas para dar seguridad a las personas que desean contribuir. En el Banco de Sangre del Hospital Regional de Antofagasta, por ejemplo, se están entregando horas para acortar los tiempos de espera de los donantes y se han tomado medidas para evitar el contacto innecesario de éstos con otras personas. Eso, sumado a las medidas usuales de protección del personal de salud e higiene reforzada de los insumos necesarios, ofrecen un escenario seguro para los solidarios.

La pandemia de coronavirus nos pone todos los días frente a escenarios nuevos, que exigen una disciplina social estricta, pero también muestras enormes de confianza en las autoridades y solidaridad con quienes nos rodean, los conozcamos o no.

En Antofagasta, en el país y en el mundo, miles de pacientes oncológicos, traumatológicos, mujeres con complicaciones obstétricas, personas que deben someterse a intervenciones quirúrgicas complejas, e incluso pacientes con cuadros agudos de COVID-19, siguen necesitando sangre para salir adelante.

Donar sangre es donar vida, dice el eslogan de una antigua campaña, palabras que nunca antes fueron tan verdaderas y tan desafiantes.

Redescubriéndonos

"Cuando se vive una situación catastrófica, parecen develarse las características que acompañan la personalidad de cada ser humano". Martín Bretón O., Magister en Política Educacional
E-mail Compartir

No he escuchado mejor y más acertada oración que aquella que dice que: "en los peores momentos se conoce a las personas". En verdad cuando se vive una situación catastrófica como la que hoy atraviesa nuestro país y el mundo entero, parecen develarse por sí solas las características que acompañan la personalidad de cada ser humano.

Desafortunadamente tienen que ocurrir eventos tan extremos como la actual contingencia sanitaria global, para darnos cuenta con quienes convivimos y con quienes trabajamos a diario e incluso con quienes en todo momento compartimos esta efímera existencia que es la preciada vida. Lo tenemos todo tan al alcance; comodidades, bienes materiales, seguridades mal entendidas, diversión; pero así también cosas tan invaluables como el abrazo de bienvenida, el fraterno apretón de manos e incluso la sonrisa sincera y cálida de quienes diariamente comparten la intimidad de nuestra vida y en ocasiones no las sabemos valorar.

En más de una columna anterior, he comentado con Ustedes esa prisa sin sentido que solíamos llevar e incluso cuantos nos damos plena cuenta que hay personas, un gran número, que no aciertan a definir cuál es su objetivo en la vida, situación tan delicada, que incluso les impide realizarse como lo más importante ante todo, ser buenos seres humanos.

Las medidas adoptadas por la mayoría de los Gobiernos del mundo entero han sido, el confinamiento en casa, esto ha permitido juntar a las familias en la intimidad más sagrada que es el hogar; desafortunadamente, este encuentro lo provocó una catástrofe mundial, éste hubiese sido ideal en condiciones normales; pero claro, todos andábamos en la loca carrera sin sentido anteriormente mencionada.

Esperemos que este urgente llamado a permanecer en casa para prevenir la propagación del acechante coronavirus, nos permita como familias darnos cuenta, qué es realmente esencial y que es sólo accesorio.

Al final de toda tragedia nos queda siempre una enseñanza, esperemos que esta sea sin cicatrices y por el contrario enriquecedora; descubrir juntos el invaluable valor de la vida, el amor incondicional de la familia, el valor de los amigos, el despertar y crecimiento del poder interno de cada persona, la solidaridad, el importante autocuidado, una verdadera conciencia con el cuidado de la naturaleza, en realidad se podrían escribir páginas, de todo aquello que como sociedad, los humanos hemos ido en la absurda prisa del vivir, perdiendo cada día más.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha señalado: "Después de esta pandemia el mundo iniciará una nueva era…".

Esperamos todos que así sea, pero obviamente en el aspecto positivo. Que en esta pausa mundial los seres humanos espiritualmente nos redescubramos, que tomemos conciencia que todos unidos y con nuestra fuerza interior podemos transformar nuestro mundo en el lugar más preciado.

Una mirada principialista

"Es de esperar que el testamento vital no sea la solución a un viejo dilema, con una enfermedad nueva". Lic. Aníbal Chacama Gallardo, Facultad de Ciencias Jurídicas UCN
E-mail Compartir

Hace algunos días se dio a conocer una carta del periodista nacional Abraham Santibáñez, quien, ante la inminente crisis por falta de insumos médicos en el contexto de la pandemia por el coronavirus y en consideración a sus próximos 82 años, manifestó su renuncia a recibir asistencia mediante un respirador artificial en el evento de contraer la enfermedad, si con ello se lograba salvar otras vidas.

Su mensaje conlleva un nuevo dilema ético en medicina: la racionalización de insumos médicos a partir de la selección de pacientes por consideraciones de edad o enfermedades preexistentes. Se preguntará el lector dónde está la novedad, sobre todo por parte de quienes hemos sido usuarios del servicio público de salud. Pues bien, es la renuncia del reconocido periodista la que representa una nueva variable: la manifestación anticipada de voluntad (mal llamada testamento vital) y su contribución ante el dilema de la última cama.

Si analizamos el dilema desde una perspectiva principialista a partir de la concepción bioética de Beauchamp y Childress, podemos reconocer sus cuatro principios rectores, a saber: respeto a la autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia. En efecto, la directriz anticipada de renuncia a la respiración artificial supone pleno respeto a la autonomía del paciente y su plan autoescogido ante un posible contagio, el que predomina incluso ante la propia vida. Asimismo, resulta inherente a la manifestación previa de voluntad el principio de no maleficencia, toda vez que la renuncia al respirador mecánico no procura daño a terceros; muy por el contrario, su propósito ante todo es el beneficio ajeno. Esto último supone a la vez una expresión del principio de beneficencia; qué mayor beneficio para los demás que salvaguardar sus vidas, cediéndoles de antemano los escasos insumos médicos de respiración asistida.

Hasta aquí, pareciera que la instrucción previa de no recibir respiración mecánica asistida encuentra sustento en la bioética principialista. Sin embargo, lo anterior queda en entrevero al aplicar el principio de justicia: no ha de olvidarse que la relación médico-paciente está inserta en una sociedad en que se deben distribuir equitativamente los recursos sanitarios, respetando a cada individuo y procurando un acceso igualitario a los tratamientos médicos.

Más allá del innegable altruismo que supone el living will en comento, existe un riesgo de instrumentalización de los integrantes de la misma sociedad que, en razón del principio de justicia, debiera procurarles los cuidados médicos necesarios. Es de esperar que el testamento vital no sea la solución a un viejo dilema, con una enfermedad nueva.