Secciones

  • Portada
  • Actualidad
  • Actualidad general
  • Opinión
  • Clasificados
  • Cartelera y Tv
  • Servicios
  • Deportes
  • Espectáculos

Eduardo Anguita: un enamorado de la verdad

La reedición de "La belleza de pensar" (Ediciones UV) compila textos publicados por el poeta de "La venus en el pudridero".
E-mail Compartir

"La belleza de pensar" es un nombre hoy asociado a Cristián Warnken y su trayectoria como entrevistador televisivo de intelectuales de diversas áreas. Pero aquel título fue un homenaje al libro de Eduardo Anguita Cuéllar (1914-1992), reeditado hoy por la Editorial de la Universidad de Valparaíso.

Originalmente "La belleza de pensar" fue publicada en 1987, un año antes de que Anguita recibiera el Premio Nacional de Literatura. El premio responde a una trayectoria contundente. Anguita fue vanguardista, cercano a los surrealistas de La Mandrágora y a Vicente Huidobro, creador de una poesía que él mismo reconocía como intelectual. Entre sus más reconocidos libros están "Venus en el pudridero" (1967), "Poesía entera" (1971, la "Anguitología" a su decir) y "Definición y pérdida de la persona" (1984).

Ignacio Valente, el crítico de El Mercurio, lo recibió así: "Existió entre nosotros una excelente tradición de croniqueurs de la cultura. Solía tratarse de escritores-periodistas (…) se inscribe en esta notable tradición de las letras chilenas".

Nacido en Linares, su vocación nació desde niño. Warnken, que agradece el nombre de su programa encargándose del prólogo de esta reedición, cuenta que Anguita contó que su padre le daba "huascazos" por escribir en las paredes filosóficos versos. Warken lo define con un "poeta enamorado de la verdad", lo que explica su interés filosófico en temas como el amor y el eros.

Anguita, tras abandonar la carrera de Derecho se dedicó a la publicidad, radio y medios impresos, donde publicó crónica, ensayo y poesía. "La belleza de pensar" es una selección de los textos de El Mercurio editados entre los años 1976 y 1983. También escribió en otros medios desaparecidos como "Última Hora", "El Estanquero", "Dilema" y "Plan".

Anguita fue un poeta del siglo XX. A Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha los definió como los "antimosqueteros: uno contra todos, todos contra uno".

De Gabriela Mistral dijo: "cuando algo es bueno afuera es bueno adentro". Más adelante, al comentar un libro de prosa de la Nobel, escribió: "Sólo en estas prosas la escritura de la Mistral puede ponerse frente a frente a la gran poesía y al gran idioma de nuestros antepasados hispanos", porque dice que la métrica es un corsé para su poesía.

En la obra de Anguita aparece especialmente Huidobro, quien instruyó lo instruyó a él y a otros jóvenes durante seis años leyéndoles poemas en la madrugada. El creacionista es el sol de "La belleza de pensar". Una forma de leer el libro es contando las páginas que lo refieren: cuarenta y cinco.

Anguita, además, tiene una especial predilección por los rupturistas de la literatura chilena, como Juan Emar o Miguel Serrano. A Emar lo describe como un solitario. Con Serrano se apoya en relación con su maestro, Huidobro. Además era tío suyo: "Serrano no se dejó halagar por el espontáneo y sincero juicio de Huidobro, a cuya tertulia asistió muy pocas veces, reprochando en nuestro poeta su europeísmo y extendiendo su juicio a los que componíamos más establemente el cenáculo (…) apuntaba; a saber; fundar una especie de nacionalismo del espíritu, mítico y místico, inspirándose en las revelaciones del paisaje anímico de nuestra tierra". El perfil de Serrano es preciso, tanto que el ocultista nazi lo quemó.

En algún momento Anguita dejó de publicar poesía y continúo con los artículos. Nunca publicó novelas: "El problema más arduo del novelista consiste en respetar la libertad de sus personajes, pero sin renunciar al diseño de su argumento o su tesis. O el caos o la petrificación. Porque un autor, sobre todo si está dotado de inteligencia y poder de organización, siempre amenaza con esclavizar a sus creaturas al orden de su plan; este resulta, a fin de cuentas, el más fatal que un Destino. Así, la novela pierde todo su riesgo, su drama, su goce, su interés vital y su significación espiritual".

Respecto a los novelistas, su punto de vista era demoledor: "Una cosa se ve clara: la falta completa de los escritores chilenos (…) Por desgracia, si grandes han sido nuestros poetas, no pasa igual con los novelistas. Ni uno solo podría contarse hoy que soportara un examen, por poco exigente que fuese".

"La belleza de pensar" fue impreso con letras doradas e ilustraciones de Alfredo Echazarreta. Es el libro de oro de un hombre, un metafísico, "enamorado de la verdad".

El poeta escribió sus columnas para El Mercurio.


La belleza de pensar

Eduardo Anguita

Editorial Universidad de Valparaíso

326 páginas

12 mil

Por Cristóbal Gaete

shutterstock

Paolo Giordano sobreviviendo con ideas puertas adentro

Ante la crisis mundial del COVID 19, Paolo Giordano, novelista y científico italiano autor de "La soledad de los número primos", reflexiona sobre la responsabilidad colectiva "En tiempos de contagio" (Salamandra). Acá un extracto de lo que escribió el escritor, que se calma resolviendo operaciones matemáticas.
E-mail Compartir

La epidemia de Covid-19 va camino de convertirse en la emergencia sanitaria más importante de nuestra época. No es la primera ni la última, ni siquiera la más espeluznante (es probable que al terminar no haya causado más víctimas que otras muchas); sin embargo, a tres meses de su aparición ya ha marcado un hito: el Sars-Cov-2 es el primer virus que logra extenderse así de rápido a escala mundial. Mientras que otros muy parecidos, como su predecesor el Sars-Cov, se contuvieron en poco tiempo, y algunos como el VIH llevan años acechando en las sombras, el Sars-Cov-2 ha sido más audaz, y su desfachatez nos ha revelado algo que ya sabíamos, pero no lográbamos calibrar del todo: la pluralidad de niveles en que estamos conectados los unos a los otros, así como la complejidad del mundo que habitamos, de sus dinámicas sociales, políticas, económicas e incluso interpersonales y psíquicas.

Escribo esto un extraño 29 de febrero, un sábado de este año bisiesto. El número de casos confirmados en el mundo ha superado los ochenta y cinco mil, de los cuales casi ochenta mil se concentran en China, y ya han muerto cerca de tres mil personas. Hace prácticamente un mes que esta peculiar contabilidad acompaña mis días: ahora mismo tengo frente a mí el mapa interactivo de la universidad Johns Hopkins, que indica las zonas de propagación con círculos rojos sobre un fondo gris. (Quizá tendrían que haber seleccionado otros colores menos alarmistas, pero ya se sabe: los virus son rojos, igual que las emergencias). A estas alturas, China y el sudeste asiático ya han desaparecido bajo una enorme mancha; sin embargo, toda la superficie terrestre está moteada de rojo, y este sarpullido no hará más que empeorar.

Italia, para sorpresa de muchos, se ha visto ocupando un lugar en el podio de esta angustiante competición, pero es sólo una circunstancia: en pocos días, quizá de forma repentina, otros países podrían hallarse en un apuro mayor que el nuestro. En esta crisis, la expresión "en Italia" pierde sentido: no existen fronteras, regiones ni barrios; lo que estamos atravesando va más allá de identidades y culturas: la propagación es la vara que mide hasta qué punto nuestro mundo se ha vuelto global, interconectado, inextricable.

Pese a saberlo, cuando veo el círculo rojo sobre Italia no puedo evitar ofuscarme, como todos. La mayoría de mis citas de los próximos días se han cancelado a causa de las medidas de contención, otras las he pospuesto yo mismo, y de pronto me hallo ante un inesperado vacío. Es, desde luego, un predicamento compartido por muchos: atravesamos una etapa donde la cotidianidad queda suspendida y el ritmo habitual se interrumpe, como en esas canciones en que la batería se detiene abruptamente y la música parece simplemente dilatarse para no callar. Escuelas cerradas, escasos aviones en el cielo, pisadas solitarias resonando en los pasillos de los museos. Un silencio insólito por doquier.

He decidido dedicar este vacío a escribir para mantener a raya las especulaciones funestas y buscar una mejor manera de encarar todo esto: a veces, la escritura consigue actuar como un lastre que nos mantiene los pies en el suelo. Pero existe también otra razón: no quiero perderme lo que la epidemia está revelándonos acerca de nosotros mismos. Como suele ocurrir, una vez superado el miedo desaparecerá también la posibilidad de tomar conciencia.

Cuando leáis estas páginas, la situación habrá cambiado: los números ya no serán los mismos. Quizá la epidemia se haya propagado todavía más y alcanzado los últimos rincones del mundo civilizado, quizá se haya detenido. No importa: algunas de las reflexiones que el contagio suscite seguirán siendo válidas porque lo que está sucediendo no es un mero accidente, ni una calamidad ni, ante todo, una novedad: ha ocurrido otras veces y seguirá ocurriendo.

Tardes de friki

Recuerdo bien aquellas tardes, en los últimos años de la secundaria, que pasaba resolviendo funciones matemáticas. Copiaba del libro larguísimas líneas de símbolos y luego, paso a paso, las reducía a un resultado conciso y comprensible: 0, -½, a2. Afuera iba oscureciendo y en la ventana el paisaje cedía el lugar al reflejo de mi cara iluminado por la lámpara. Eran tardes de paz, burbujas de orden a una edad en que todo, dentro y fuera de mí -sobre todo dentro-, parecía tender al caos.

Mucho antes de la escritura, las matemáticas eran mi estrategia para ahuyentar la angustia. A día de hoy, todavía hay mañanas en que me pongo a improvisar cálculos y secuencias de números en cuanto me levanto, lo cual suele ser síntoma de que algo no marcha bien. Supongo que esto me convierte en un friki: me hago cargo. Pero resulta que, en la actual coyuntura, las matemáticas dejan de ser un pasatiempo de frikis para convertirse en un instrumento indispensable para comprender lo que está pasando y dejarnos de cábalas.

Antes de ser emergencias médicas, las epidemias son emergencias matemáticas. Porque las matemáticas no sólo son la ciencia de los números, sino ante todo la ciencia de las relaciones: describen los vínculos e intercambios entre entes diversos sin importar su naturaleza, abstrayéndolos en forma de letras, funciones, vectores, puntos y superficies.

El contagio es una infección de nuestra red de relaciones.

Las matemáticas del contagio

Podíamos ver las nubes negras en el horizonte, pero China está lejos, ¡figúrate! Por tanto, cuando el contagio llamó a nuestra puerta nos quedamos completamente aturdidos.

Para afrontar aquellos primeros momentos de incredulidad, eché mano de las matemáticas, igual que en el pasado: escribí un artículo donde hablaba del modelo SIR, el esqueleto invisible de toda epidemia. Ahora me gustaría retomarlo e ir más allá: averiguar si el contagio puede revelarnos algo más sobre nosotros mismos.

Una distinción importante: el Sars-Cov-2 es el virus; el Covid-19, la enfermedad. Son nombres difíciles, impersonales, tal vez escogidos para limitar el impacto emocional. Para simplificar y evitar malentendidos con la epidemia de Sars de 2003, de ahora en adelante me referiré al Sars-Cov-2 sencillamente como Cov-2.

Cov-2 es un virus ARN, la forma de vida más elemental que conocemos. Para comprender su comportamiento, debemos sumergirnos en su limitadísima inteligencia: vernos tal como él nos ve, y, sobre todo, recordar que al Cov-2 no le interesan nuestra edad, sexo, nacionalidad ni gustos; casi nada de lo que nos distingue.

Para el virus, toda la humanidad se divide únicamente en tres grupos: los Susceptibles, es decir, todos aquellos a quienes todavía podría contagiar; los Infectados, a quienes ya ha contagiado; y los Removidos, es decir, aquellos que ya no pueden contagiarse de nuevo porque han fallecido o se han curado.

Susceptibles, Infectados, Removidos: SIR. Según el mapa del contagio que veo en mi pantalla, el actual número de infectados ronda los cuarenta mil, mientras que el de los Removidos es algo mayor.

Pero el grupo al que hay que prestar mayor atención es al otro, el que no aparece en los reportes. Los Susceptibles al Cov-2, los seres humanos que el virus todavía podría infectar, somos unos siete mil quinientos millones.

Paolo Giordano comenzó a escribir su libro en febrero, mientras la muerte azotaba Europa.

"En tiempo de contagio" es un libro corto de 80 páginas que puede leerse en línea.


"En tiempos de contagio"

Paolo Giordano

Salamandra

80 páginas

e book, $5 mil

Por Paolo Giordano

"Pero existe también otra razón: no quiero perderme lo que la epidemia está revelándonos acerca de nosotros mismos".

Daniel Mordzinski

"Todavía hay mañanas en que me pongo a improvisar cálculos y secuencias de números en cuanto me levanto".

shutterstock