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Entregan kits a usuarios de Oficina de la Discapacidad

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Continuar con sus terapias en casa es el principal objetivo de la entrega de kits clínicos que realizó el municipio a usuarios del programa municipal Oficina para la Inclusión de Personas con Discapacidad (OID).

"Estamos entregando un kit de insumos para que niños con problemas de trastornos del lenguaje o del medio, puedan contar con material didáctico que permite tener un mejoramiento en varias habilidades (…) son implementos que vienen completamente sanitizados, incluso el envoltorio permite hacer limpieza permanentemente", destacó la alcaldesa Karen Rojo.

En total se entregaron 30 kits a 30 usuarios del área clínica de la OID, niños con Trastorno del Espectro Autista, parálisis cerebral leve y moderado, Síndrome de Down y daño cognitivo.

Cada kit contiene; un libro de instrucciones, libro de comentarios de resultados logrados, 10 actividades de motricidad gruesa, 10 de motricidad fina, un libro de grafomotricidad clasificados por edad, interés y necesidades de cada niño.

"Lo más relevante es que los niños siguen aprendiendo más desde sus casas acompañados de sus familias, así que es un tremendo avance para nosotros que a pesar de estar sin funcionamiento en la oficina, estamos llegando hasta los domicilios a través de este material didáctico", agregó la jefa comunal.

Zapatero se resiste a ser vencido por la crisis del coronavirus

TESTIMONIO. Rolando Calderón (72) aprendió su oficio a los 15 años. Aunque los clientes hoy son escasos, dice que "un mal momento no es suficiente para detenerme".
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Cristian Castro Orozco

La orden sigue siendo clara y necesaria. Quedarse en casa y solo salir para hacer las compras básicas. Por esta razón, no ha sido menor el impacto económico que la cuarentena ha generado en todo tipo de empleos y oficios. Entre ellos el de Rolando Calderón Terceros, un zapatero de oficio de 72 años que aprendió el vetusto arte de reparar calzados en su adolescencia y ya en pleno 2020 aún abraza esta labor como su única fuente de ingresos.

Pese a que la pandemia prácticamente está siendo el tiro de gracia para el oficio de Rolando Calderón, ya desde el año pasado veía con angustia la reducción de su clientela. Al día de hoy se considera un agradecido de que, de lunes a sábado y en un horario de 11.30 a 21 horas, al menos se presente un cliente.

"Hace un año venimos a la baja, de hecho en abril del año pasado comenzaron a reducirse los pedidos debido a que se comenzaron a comercializar por lotes los calzados chinos de bajo presupuesto en donde la gente mira el precio pero no repara en la calidad del producto. Entonces si el zapato se pone malo, lo bota nomás. Yo trabajo con materiales naturales, no sintéticos, entonces ya nadie envía sus calzados a reparar. Los zapatos se han vuelto desechables", dice.

"Antonio"

Antonio es el nombre del padre de Don Rolando, y también el que lleva su taller de reparación ubicado en el sector de Gran Vía, en la calle Gabriela Mistral número 0773.

Ya de por sí la ubicación no le favorece. El arrienda un estrecho taller (vive en el sector norte de Villa las Condes) que se haya al fondo de una especie de bocacalle que se encuentra en medio de dos grandes casonas que no dan cara a la avenida Angamos, sino a los edificios del Curvo, por sobre la transitada arteria.

Una palmera gigante justo en frente al viejo taller le roba la atención y solo una modesta paloma publicitaria instalada en la vereda anuncia al peatón la existencia de una zapatería que se halla encajonada entre dos grandes casonas.

El taller se encuentra abierto, pero no hay llamar en voz alta. Detrás de una cortina en la recepción se encuentra Rolando Calderón Agüero de 37 años, el único de los cuatro hijos que maneja en parte el oficio de su padre, y que por ahora se encuentra recibiendo y atendiendo las demandas de los exiguos clientes.

"Yo estaba haciendo la cuarentena porque por mi edad soy parte de la población expuesta al bicho (coronavirus) y mi hijo que maneja un poco el asunto, me dijo que el atendería el negocio. Ahora me hice presente solo porque me dijeron que me harían una entrevista, pero mi hijo está por ahora al mando. Igual no está solo, cualquier tipo de consultas yo me encuentro atento a contestar sus llamadas desde mi casa", dice el zapatero.

Historia

Son contados con los dedos de una mano las personas que dominan y por sobre todo, se dedican aún a la reparación de calzado. Fuera de un zapatero que labora en la esquina de calle Ossa con Bolívar, otra segunda tienda reparadora de calzados en el Mercado Municipal y Rolando Calderón, no se conoce más en Antofagasta.

El zapatero cuenta que comenzó a dedicarse a este oficio después de emplearse en una reparadora de calzado luego que su padre, un guardia nocturno de la entonces oficina salitrera Alianza (ubicada en la región de Tarapacá), quedara cesante debido al cierre de las faenas.

"Ahí nos trasladamos hasta Antofagasta, mi padre se empleó como guardia en la Universidad del Norte (actual UCN) y yo para ayudarlo en lo financiero comencé a trabajar como aprendiz de zapatero con 15 o 16 años", cuenta.

Ya en la década de los 80's se independizó y comenzó a trabajar en el sector de Gran Vía. En su mejor momento tenía una demanda diaria de hasta 30 clientes entre los cuales figuraban varios jugadores del Club de Deportes Antofagasta, recordando con cariño entre estos a Marco Antonio Cornez quien fungió como arquero de la Selección de Chile en el Mundial de España 82, Hernán "Clavito" Godoy, entrenador del CDA en 1987 y políticas como las alcaldesas Marcela Hernando y Karen Rojo.

Ocaso

Pero aquellos tiempos pasaron, primero fue la irrupción de calzados desechables desde el 2010, después la misma baja de interés en sus antiguos clientes, octubre del 2019 también le dejó en ascuas por no poder abrir dado a los enfrentamientos y ahora enfrenta tal vez su cuarta estocada, la pandemia que le deja en riesgo tanto la salud como su ingreso.

"Llegué a un acuerdo con la persona que me arrienda el taller para que se me suspendiese el pago del alquiler a contar de mediados de abril. Una vez que esto pase, le cancelaré todo lo adeudado, pero ahora no puedo solventarme a mi mismo. Los fondos de mi pensión se agotaron, por lo que este es mi única fuente de ingresos, y a pesar del mal momento, no la dejaré. Reparar zapatos es lo que me ha llevado adelante y no creo que un mal momento sea suficiente como para detenerme".

"Yo trabajo con materiales naturales, no sintéticos, entonces ya nadie envía sus calzados a reparar. Los zapatos se han vuelto desechables".

Rolando Calderón, Zapatero