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El poder de la prevención

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¿Qué tienen en común el consumo de drogas en niños, niñas y adolescentes y el Coronavirus cuando hablamos de evitar su aparición y consecuencias? El poder de la Prevención. Esto implica poder generar una barrera protectora hacia la población, lo que técnicamente llamamos aumentar los factores protectores, para disminuir la probabilidad de que lo indeseado ocurra, ya sea contagio de un virus, una enfermedad o una problemática psicosocial que puede ir en desmedro del bienestar de una persona.

Es decir, la prevención no es el tratamiento a un síntoma actual, sino que son acciones específicas para la disminución de la probabilidad de que este aparezca, lo que reduce significativamente las consecuencias y el gasto de recursos frente a tener que reparar algo ya "dañado". A pesar de lo anterior, por obvio que parezca, convencer respecto a invertir recursos económicos, tiempo y esfuerzos en prevención, se vuelve difícil, en comparación a actuar cuando la problemática ya está presente, porque se intenta esperar tiempo para no gastar recursos en probabilidad y porque creemos que sólo podemos atacar cuando el enemigo ya es visible. Prevenir es cuidar, y especialmente debería ser proteger de igual manera a toda una población, ya que la equidad también responde a velar para que un grupo de personas no esté en mayor riesgo frente a una problemática.

¿Y qué tiene en común la prevención del contagio de un virus con prevención de problemáticas psicosociales? La evidencia de la comunidad científica internacional. No, no es necesario inventar la rueda, lo relevante es adaptarla al contexto nacional. Hemos visto la experiencia exitosa que han tenido otros países (como Hong Kong, Taiwán, China) en la contención de la curva de contagio del virus, ese es el camino de acción. Hemos visto cómo programas internacionales de prevención psicosocial han sido efectivos, con resultados comprobados, y esos son los proyectos que adoptamos como Fundación San Carlos de Maipo para adaptarlos, estudiarlos y diseminarlos en nuestro país. Y aquí la premisa que necesitamos compartir respecto a las políticas públicas en nuestro país: la prevención es la mejor inversión que podemos hacer, y ahora es el momento de hacerlo. Dejemos de llegar tarde.

Viviana Muñoz

Coordinadora de Programa Familias de Fundación San Carlos de Maipo

El poder blando del COVID-19

"Sólo el distanciamiento social y la promoción de una eficiente higiene son observables". "Prevenir es cuidar, y especialmente debería ser proteger de igual manera a toda una población".
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Hace poco más de dos semanas, la Organización Mundial de la Salud decretó como pandemia al brote del nuevo coronavirus (COVID - 19) originado en Wuhan, China. Me parece interesante realizar un análisis a partir de las políticas públicas que están desarrollando los distintos gobiernos internacionales y comunales en una crisis sanitaria de gran envergadura como lo que estamos viviendo actualmente.

La literatura más contemporánea nos habla de una caída de paradigmas post-globalización y de la muerte progresiva del neoliberalismo, pues como bien grafica el psicólogo Alberto Larraín, las naciones-estado que están manejando de mejor manera la crisis son aquéllas que han implementando medidas estructurales de solidaridad más asociadas a regímenes socialistas asiáticos de tipo 'totalitarios', que a democracias capitalistas liberales como las europeas o norteamericanas. Aquí, el cuestionamiento podría ser si las democracias occidentales están dando o no las suficientes garantías de la formación de una ciudadanía responsable y disciplinada que se toma con madurez una situación tan delicada como la expansión del Covid - 19. A esto, agregaría una discusión interesante que ha primado siempre en las relaciones internacionales, la excesiva presencia de la teoría neo-realista justificando, por ejemplo, durante 2018, la inversión promedio mundial en armas de 240 dólares (de acuerdo al Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, SIPRI) versus el gasto en salud de 60 dólares en los países de ingreso medio y bajo y un poco superior en los de ingreso alto (dato proporcionado por la OMS).

Sin embargo, tal como señala la Dra., Samia Saad de la Fundación Gates 'los patógenos no respetan fronteras' ni tampoco relaciones diplomáticas. Sin duda, los países asiáticos nos llevan la delantera, ejerciendo un 'poder blando' a través de la enseñanza de cómo enfrentar la pandemia a través de políticas públicas 'pedagógicas' diferenciadas de occidente. Aquí observamos (1) la detección temprana de los contagios a través de pruebas. Corea del Sur, por ejemplo, está tomando unos 10 mil testes por día, evaluando a más personas de lo que hace USA en un mes. (2) El gobierno de Pekín ha sido híper-vigilante en la detección de nuevos casos potenciales, y no sólo a los pacientes más graves, sino a las personas que estuvieron en contacto con contagiados/as través de un exhaustivo monitoreo por medio de entrevistas, revisión de cámaras de seguridad, registros de hoteles y transportes. La (3) reacción temprana comenzó a mediados de enero cuando Taiwán empezó a tomar exámenes a todos/as los/as pasajeros/as provenientes de Wuhan. También Hong Kong implementó estaciones de toma de temperatura en sus puertos de entrada, efectuando cuarentena a todos/as quienes ingresaron a su país. A esto debe agregarse la rapidez en que Hong Kong y Taiwán instruyeron normas de distanciamiento social y la promoción de medidas de higiene.

De estas estrategias asiáticas, sólo el distanciamiento social y la promoción de una eficiente higiene son observables en nuestro país. Los alcaldes de la Región Metropolitana han sido más osados en solicitar cuarentenas comunales, cierre de ciudades y detección temprana de casos. Nuestras autoridades locales siguen con la idea de culparse unos/as a otros/as y exigir que los privados resuelvan las responsabilidades que sólo competen a sus labores. El poder blando del coronavirus nos obliga a aprender de las medidas asiáticas de 'supresión' y aplanamiento de la curva de crecimiento de contagios, dejando atrás el modelo británico de la mitigación que aísla sólo a las personas contagiadas y no se preocupa de la problemática fundamental: la propagación del virus.

Dra. Francis Espinoza F.

Académica UCN

La anhelada felicidad

Chile está bien aspectado en Sudamérica, aunque retrocedió lugares en la medición hecha por la ONU. Parece indudable que la crisis social tuvo muchos más efectos. Colombia se ubicó en el puesto 44; Argentina en el 55; Ecuador en el 58; Perú en el 63; Bolivia en el 65; Paraguay en el 67 y Venezuela en el 99, siendo el país menos feliz de Sudamérica.
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La felicidad puede abordarse desde distintas disciplinas y con diferentes definiciones, pues se trata de un concepto complejo: Se entiende como una especie de estado de ánimo positivo, donde se reconoce la subjetividad de la percepción, sea esta individual o colectiva.

Pero cualquiera reconocerá que la felicidad es relevante en la medida que es un objetivo perseguido por personas y sociedades. Por ello que muchas instancias tratan de medirla para exponerla como un logro relevante y otra forma de medir el avance y éxito que las políticas públicas tienen en un territorio.

De acuerdo al Informe Mundial sobre la Felicidad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), nuestra nación cayó 13 puestos en el ranking, pasando del lugar 26 al 39, por lo que dejó de ser la nación más feliz de Sudamérica. Uruguay pasó a la delantera en el América del Sur ocupando el puesto en el que antes estaba Chile -el 26-, en tanto que Brasil se mantuvo en el lugar 32, el mismo en el que estaba el año pasado.

Es obvio que para avanzar en este ranking se requieren altos niveles de confianza mutua, propósitos compartidos por la comunidad, generosidad y un buen gobierno, factores que ayudan a mantener a los países líderes en los mejores sitios de la clasificación, muchos de los cuales son profundamente cuestionados por la sociedad nacional.

No obstante, es relevante valorar lo construido y cuidarlo. Los chilenos hemos concretado muchas cosas positivas y eso debe calibrarse en su justa dimensión, cuestión que no colisiona con el deseo y necesidad de mejorar aquello que funcione de manera deficiente. Pero ciertamente, tenemos muchas por las cuales sentir orgullo y eso debe pesar en nuestro análisis.

No son días sencillos para los chilenos desde el 18 de octubre, fecha a partir de la cual hay un profundo divorcio entre la realidad, las expectativas, el relato que nos une y una división generacional enorme respecto de la observación realizada.

Con todo, si algo nos han demostrado los últimos meses es que lo económico no es suficiente para la satisfacción individual en tanto vivimos una sociedad más compleja. Es el sueño, entonces, lo que falta.