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"Cada habitante es parte de la solución"

ANTOFAGASTINIDAD. José Antonio Díaz, gerente general del Ceim y un apasionado por la historia y tradiciones nacionales.
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José Antonio Díaz nació hace 49 años en Rancagua, ciudad histórica que él define como "zona huasa y minera por excelencia".

Fue aquello lo que, para el gerente general del Ceim y director ejecutivo de la Fundación Minera Escondida , le permitió vivir y experimentar con mucha intensidad la chilenidad.

"Mi infancia fue de mucho apego y respeto por la naturaleza, por los animales y la vida de campo. Recuerdo el olor a tierra húmeda, la imagen de la cordillera nevada y el rocío de la mañana. Años donde los veranos secos y los inviernos crudos forjaron mi espíritu y personalidad", recuerda.

¿En qué momento decidiste ser economista? ¿Por qué?

-Estudié en un colegio marista, y una de sus características era generar comunidad a través de sus ex alumnos, quienes tenían la misión de compartir sus experiencias de vida como estudiantes universitarios o profesionales. En uno de esos encuentros estuvieron dos exalumnos, el primero un seminarista cuya inspiración energizaba y daba cuenta de la necesidad de poder ayudar al prójimo y el otro; un ingeniero que impresionaba por su pragmatismo en la observación y la solución de las cosas. Me di cuenta que ambos relatos, complementados entre sí, coincidían con mi forma de comprender el mundo. Por un lado, la espiritualidad y por otro, mi voluntad de ayudar a una comunidad a través de elementos concretos y a una escala superior desde mi posición. Así apareció la Economía, como la herramienta que podía utilizar para generar un mejor estado de las cosas con elementos concretos y tangibles, generar cambios significativos.

¿Viviste fuera de Chile muchos años? ¿Cuáles son tus recuerdos y aprendizajes de aquel tiempo?

- Tuve la oportunidad de vivir casi 10 años fuera de Chile, una experiencia invaluable. El conocer otras culturas siempre es positivo pues abre la mente y el espíritu. Producto de esto sin duda creces, tus pensamientos se liberan y afloran capacidades individuales distintas. Aprendes a valorar con mayor intensidad tus orígenes, tu cultura y tu territorio. También aprendes a apreciar y reconocer a las personas. Desde la lejanía, uno es más honesto consigo mismo, pues te permite reconocer con mayor claridad tus fortalezas y también tus debilidades sin eufemismos. Lo importante de aquello, es que adquieres una perspectiva mayor de las cosas, lo que favorece en la toma decisiones y tus acciones a futuro.

¿Una de tus pasiones es la Guerra del Pacífico, ¿por qué?

-Desde que leí "Adiós al Séptimo de Línea", sentí una atracción instantánea con esa etapa de la historia de nuestro país, identifiqué en la lectura tantos ejemplos de arrojo, incondicionalidad y compromiso que me impresionaron. La capacidad de movilizar desde distintos espacios (porque la guerra no solo se vivió en los campos de batalla) hacia una misma causa debió haber sido colosal. Cuando conocí Antofagasta, esa pasión se acrecentó pues reconocí algunos escenarios de aquella epopeya, hasta entonces conocida solo a través de los libros. Ahí pude apreciar y poner en escala el significado de los actos de nuestros antepasados.

¿Cuál fue tu primera impresión de la Región de Antofagasta y como te la imaginas en el futuro?

-Lo primero, me impresionó la magnificencia de su naturaleza: el color de sus atardeceres, sus cerros de colores, su costa extensa, sumado a su gente; personas fuertes, esforzadas, de corazón noble y sensible. Antofagasta es un privilegio. Tiene una industria consolidada como la minera, una industria con un futuro sin límites como las energías renovables, un núcleo astronómico no visto en otro lugar, una región con crecimiento constante; esto ha llevado a que experimente fenómenos sociales de manera más temprana que el resto del país.

Lo que yo veo es que claramente están las condiciones, por historia y proyección, para alcanzar un modelo de desarrollo sostenible en lo económico, social y medioambientalmente, que nos permita adaptarnos a los cambios demográficos, en sintonía a nuestra propia herencia cultural.

¿Cuál es la medida más urgente para reencontrar a los chilenos?

-Lo primero es pensar en un bien superior, pensar en Chile y el Chile para las generaciones posteriores. Lo segundo es que dado nuestros desafíos los diagnósticos deben ser claros en sus objetivos y proyección, para que las soluciones que ejecutemos sean certezas, eficientes y de mayor rentabilidad social. Tercero, entender que los problemas no se solucionan de un momento a otro, son procesos que implican mirar a corto, mediano y largo plazo, pero sobre todo que requieren un compromiso mayor. Y por último, lo más importante es que cada habitante de este país, es parte de la solución, y dependerá de cada uno de nosotros proyectar ese sentido de unidad.