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Derechos sociales a la chuña

"¿Derecho a una vivienda digna, en la constitución? Muy bien, a condición de que no lo garanticen los jueces, sino la política". Pablo Manterola Domínguez, Facultad de Ciencias Jurídicas UCN
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Hay distintas formas de distribuir bienes insuficientes entre distintas personas. Se pueden repartir en base a necesidades, subastarlos al mejor postor, sortearlos, venderlos a un precio considerado justo, o al precio de mercado, etc. Un mecanismo simple, que todos conocemos desde nuestra niñez, es el conocido popularmente como la "chuña": las cosas se lanzan al voleo, para que los agarre la persona más afortunada, ágil o fuerte. Cada mecanismo de distribución es válido en algún ámbito: mientras la subasta presta utilidad para repartir bandas de frecuencia entre varios canales de televisión, la chuña es perfecta para el ramo de flores de la novia.

En las democracias modernas, los textos constitucionales suelen garantizar una serie de derechos referidos a bienes que es preciso repartir: prestaciones de salud, acceso a la educación, viviendas dignas. Se trata de los "derechos económicos, sociales y culturales", o sencillamente derechos sociales, que se refieren a bienes escasos, pues se financian con recursos que -cualquiera sea su monto- tienen un límite, y se destinan a satisfacer necesidades indefinidas.

No es difícil establecer derechos sociales en la constitución. Cualquier persona familiarizada con textos legales podría redactar un precepto que garantice, digamos, el derecho a la vivienda digna: basta un poco de inspiración o de "casete" (como en el video publicado por Convergencia Social sobre el tema). Hablar es gratis.

Lo difícil es definir el mecanismo de distribución de esas viviendas. Sería ilusorio pensar que, simplemente, habrá viviendas dignas con espacio suficiente y entorno de áreas verdes para todos, porque ¿qué es una vivienda digna? ¿De cuántos metros cuadrados es un espacio suficiente? ¿A qué distancia del área verde debe encontrarse una vivienda, para hallarse en su entorno? La vivienda siempre podrá ser más digna, el espacio siempre será insuficiente y el área verde siempre será muy pobre (esto último me atrevería a apostarlo).

Se dirá que para eso están los jueces. Si la constitución garantiza el acceso a una vivienda digna, las personas que no lo tengan podrán recurrir a tribunales, y el juez determinará las condiciones mínimas que ha de cumplir su hogar. Pero los problemas saltan a la vista. Primero, un juez no es un corredor de propiedades.

Segundo, al diputado que aprobó (o que no ha modificado) la Ley de Urbanismo y Construcción lo elegimos nosotros, y lo mismo el Presidente que designa al Ministro de Vivienda y Urbanismo; pero al juez no lo ha elegido nadie (bueno, otros jueces). Y tercero, admitir la judicialización de las políticas públicas es tirar los derechos sociales a la chuña. El tribunal carece de visión de conjunto porque, por definición, conoce solo casos concretos, presentados por personas con tiempo y recursos dedicados a obtener asesoría legal profesional y al despliegue comunicacional que se estila en estas situaciones.

Como sucede con la chuña, se quedarán con las mejores viviendas los más afortunados, ágiles y fuertes. Esto es quizás lo más grave: que, en nombre de la igualdad, se consagra el método de distribución más inequitativo.

Entonces ¿derecho a una vivienda digna, en la constitución? Muy bien, a condición de que no lo garanticen los jueces, sino la política. Es decir, nosotros.

Enorme impacto del COVID-19

La población debe tomarse en serio el resguardo y el gobierno, muy seguramente, deberá endurecer sus políticas restrictivas para proteger a la mayoría. El desafío es serio y complejo. Todo indica que viviremos un invierno extenso y duro desde el punto de vista social, económico y político. Un fenómeno que golpeará a todo el planeta.
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Chile está en la fase 4 del COVID-19, es decir, el virus está en libre circulación, de acuerdo a lo precisado por las autoridades de salud. Esto -es obvio- exige un comportamiento maduro y consciente de las personas, la sociedad y las propias autoridades.

Hasta ahora, el grueso de las acciones que buscan mitigar el avance de la enfermedad han sido sugerencias; otros países han impuesto políticas mucho más restrictivas: ni hablar de China, Francia, Italia o España (territorios muy castigados); también lo han hecho naciones vecinas como Perú y Argentina, que han tenido comportamientos epidémicos más parecidos al nuestro.

Todo indica que Chile también tomará ese camino.

La posibilidad de que se declare una cuarentena total o parcial en algunas comunas es cada vez más posible, lo mismo que incrementar la instalación de barreras de bioseguridad. La magnitud del problema así lo exige. Debe evitarse la propagación del virus y eso solo ocurrirá -hasta no tener una vacuna- deteniendo las acciones de nosotros los humanos.

Asimismo, junto con el endurecimiento de las medidas de control, debe sumarse el auto cuidado que cada persona debe tener junto a su grupo familiar.

El desafío es serio y muy complejo. Todo indica que viviremos un invierno extenso y duro desde el punto de vista social, económico y político.

Desconocemos el deterioro que habrá en las finanzas públicas y en muchas compañías que no podrán resistir la magnitud de esta crisis superlativa. Prácticamente todos los expertos están advirtiendo señales de recesión y es eso lo que explica el fuerte impulso que los gobiernos y los bancos centrales están imprimiendo a cada una de las economías.

Se trata de uno de los momentos estelares del último tiempo, lo que exigirá fortaleza emocional, buen ánimo y capacidad de trabajo en equipo.

El COVID-19 abre un escenario distinto para el futuro. Ni Chile ni el mundo son ni serán los mismos.

No se trata de perder la cabeza o la esperanza, pero tampoco de suponer que nada será transformado.

El mundo está en un momento clave.

Trabajar colaborativamente

"Si dejamos de ser seres competitivos para convertirnos en seres colaborativos, esto será lo grandioso". Emile Ugarte, Arquitecto
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La violencia irracional ha roto nuestra convivencia desde hace cinco meses, alterando el quehacer de la población de todo Chile.

La violencia destruye el derecho de ser ciudadano, algunos pocos la justifican al existir desigualdades y abusos, pero con la irrupción del coronavirus nos sentimos iguales en vulnerabilidad, todos tenemos la posibilidad de perder lo más preciado que tenemos, la vida, sin importar posición social e ideológica. Esta nueva condición permitirá que la violencia descontrolada y el coronavirus sea una situación más sostenible.

El coronavirus exige cambiar la competencia por la colaboración. Recordemos a Humberto Maturana, nuestro pensador y biólogo, dice: "Al suprimir la competencia comenzamos a colaborar con los demás inmediatamente, porque al momento en que dejamos a un lado la competencia dejo de estar centrado en ser mejor que el otro. Puedo mirar lo que el otro hace y aprender de él o de ella, y el otro puede mirar lo que yo haga porque también no está compitiendo conmigo. Entonces ¿qué aparece? la posibilidad de hacer algo juntos, surge la colaboración".

La colaboración no solo sirve para lograr cohesión social y superar el coronavirus, sino también para enfrentar todas las situaciones.

Ejemplo de esto es nuestro desarrollo regional, hoy competimos con individualismo, sin autoridades con liderazgo colaborativo, impidiendo dar mejores respuestas a las necesidades regionales; si integramos las administraciones de los puertos de Antofagasta (EPA) y el Complejo Portuario Mejillones (CPM) , ambos con serias pérdidas anuales por las marejadas causadas por el calentamiento global.

Uno está protegido en forma natural de las mareas del sur y otro está protegido de la misma forma de las mareas del norte y distanciados sólo a 60 km. pudiéndose lograr la zona portuaria más eficiente de todo el Pacífico y ¿ por qué no especializar la carga en puertos con distintas condiciones?

La violencia y la fuerte irrupción de la nueva especie de coronavirus afectan transversalmente a toda nuestra sociedad, estoy seguro que la superaremos con responsabilidad por uno mismo y con los demás, si dejamos de ser seres competitivos para convertirnos en seres colaborativos, esto será lo grandioso.