Abrir las nuevas oportunidades
Hace años que las conversaciones nacionales están caracterizadas por la pelea pequeña y la falta de profundidad en asuntos relevantes. Y las consecuencias se pagan. La imposición de absolutos nunca nos llevó a nada bueno; el éxito estará más determinado por la capacidad de conversar y ponernos de acuerdo. Es tiempo de dejar la soberbia de lado.
Las pequeñeces son las que hunden a las personas, familias, sociedades y naciones, la calidad de sus conversaciones y los ánimos con que se abordan estos encuentros.
Observemos lo que pasa en nuestro país por estos días tan complicados de entender. El desencuentro entre mundos es enorme. Entre jóvenes y adultos, entre la izquierda y la derecha, entre el gobierno y la oposición; incluso al interior de cada coalición.
Llevamos el acento solo en la diferencia, en aquello que nos divide y no en las cosas que podemos hacer en conjunto. Hay un mal ánimo determinado por la desconfianza interpersonal y con las instituciones, cosa que es más profunda de lo que creemos y calibramos.
Seguimos insistiendo en escarbar en los errores del otro, sin detenernos a plantear soluciones, que es lo que reclama la población. La crisis de la política tiene que ver con esa incapacidad de conversar, de llegar a acuerdos, de crear escenarios y estados de ánimo distintos, lo que solo será posible si aprendemos a respetar al otro, aprendemos a conversar y colaborar y entendemos que las soluciones solo llegarán por esta vía y no por el camino de la violencia o el choque frontal.
El país y el mundo se enfrentarán a desafíos cada vez más competitivos y nuevos en el futuro. Tenemos, por ejemplo, un escenario delicado con la pandemia de Covid-19, situaciones abiertas en materia económica e incluso bélicas, por conflictos en otras partes del mundo.
Pero también están los avances en robotización, nuevas tecnologías, las cuales seguirán modificando profundamente el empleo y las relaciones.
También sería tiempo de dedicarle tiempo a eso, porque la crisis y su estallido del 18 de octubre, no es el fin ni el término de nada, es solo otro momento delicado y desafiante, propio de una sociedad moderna, en cambios y mucho más exigente.
Pero todo lo ganado, las posibilidades que hay hacia el mañana, pueden perderse completamente si no somos capaces de escucharnos, llegar a consensos y definir caminos de desarrollo al respecto. Abramos los mundos y conversaciones a cuestiones relevantes.