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Defensoría con enfoque de género

"Este año sin duda simboliza un desafío y oportunidad trascendental hacia un cambio cultural". Golda Barrientos Bellone, Unidad de Defensa Penal Juvenil de la Defensoría de Antofagasta
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Este 8 de marzo conmemoramos el Día Internacional de la Mujer, instancia que nos permite reflexionar como sociedad sobre los derechos, la igualdad y la justicia de todas las mujeres. Derechos reconocidos internacionalmente que han permitido ir generando progresos significativos, pero asimismo se hace necesario seguir trabajando como país en políticas públicas que generen acciones concretas y claras en pro de la igualdad de género para todas las mujeres.

En esta nueva conmemoración, la ONU Mujer enfatiza la visibilización sobre la necesidad de igualdad y no discriminación, que se ve reflejado en el foco de trabajo multigeneracional para este año 2020 de "Soy de la Generación Igualdad: Por los derechos de las mujeres", donde se recuerda el 25º aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, siendo reconocida como la hoja de ruta más progresista para el empoderamiento de los derechos de las mujeres y las niñas en todo el mundo.

De ahí la necesidad de detenernos y volver la mirada a aquellas mujeres que muchas veces quedan invisibilizadas tanto por discriminación y prejuicios, como es el caso de las mujeres privadas de libertad por diversas circunstancias, que enfrentan problemáticas individuales y familiares día a día, que inclusive carecen de redes de apoyo y quedan desarraigadas de sus hijos y familia de origen, como es el caso de las mujeres migrantes y extranjeras.

Si bien se han logrado avances significativos estos últimos años a nivel penitenciario como es la de brindar un acceso a la justicia con mayor celeridad y de otorgar oportunidades que favorezcan la reinserción social y empleabilidad de la población penitenciaria femenina, se hace necesario seguir en la senda de la igualdad de género y el abordaje de todos aquellos problemas que aquejan a la población penitenciaria femenina.

A nivel nacional, producto de los movimientos de mujeres de diversos sectores feministas, se ha podido visibilizar e impulsar de lo más micro a lo más macrosocial, acciones que promuevan no solo la discusión sobre la desigualdad, sino que han ido generando un cambio cultural por el respeto de la igualdad de género y la promoción de derechos.

Este año sin duda simboliza un desafío y oportunidad trascendental hacia un cambio cultural para alcanzar la igualdad de género y el respeto de los derechos humanos de todas las mujeres y niñas.

Democracia afectiva

"También es posible observar el derecho a la interrupción legal del embarazo, el aborto libre y los discursos antiestereotipos". Dra. Francis Espinoza F., Académica UCN
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Hace un par de décadas la teoría política ya ha venido dando un giro hacia el pensamiento más deconstructivo y holístico, lo que ha implicado en la práctica que los aparatos públicos del Estado sean vistos como "seres humanos" que requieren lecturas psicoanalíticas, así como el "accionar reptiliano"' que muchas veces observamos en las decisiones políticas. Pero, por otra parte, como nos señala Martha Nussbaum, (2014), la política misma está siendo más abordada del sentir que desde la racionalidad.

Y es desde la emocionalidad y a propósito de la celebración de un año más del 8M, que quisiera expresar mi escaso optimismo hacia los cambios culturales que nos llevarán a una paridad de género en la sociedad chilena, y menos en una ciudad tan patriarcal como Antofagasta, pues tal como señalan Ana F. Stefanovic y Manuela Saavedra Alvayay (2016), las regiones y ciudades mineras tienden a desarrollar una cultura altamente masculinizada.

Si analizamos por ejemplo las olas feministas, la primera de ella fue más de corte racional, pues puso en la agenda pública los derechos de la mujer y la necesidad de una educación formal para nosotras. La segunda también fue de un cariz lógico, pues recogió las demandas por igualdad de género nacidas en la Ilustración y la Revolución Francesa pero, a su vez, absorbió las problemáticas acontecidas por la Revolución Industrial y el desarrollo del capitalismo. Es a partir de la tercera ola, la "movilización de liberación sexual", que se comienza a avanzar hacia lo que Paul MacLean (1953) denominó "cerebro límbico". El paro internacional de mujeres del 8 de marzo de 2018, bautizado como #8M, marca el inicio de la cuarta ola feminista, la cual se caracteriza por un repudio a todas las formas de violencia hacia la mujer, el fin de los privilegios del género masculino y la necesidad de una solidaridad de género más concreta (sororidad). Aquí, sí estaríamos abordando el discurso político desde la emocionalidad del sentir frente al "macho opresor" como bien señala el colectivo Las Tesis.

Mi cuestionamiento podría ser que las mujeres nos hemos ido perdiendo discursivamente más en el sentir que en la argumentación lógica. Sin embargo, desde mi condición de mujer desarrollándome en espacios privados y públicos de privilegio, observo y analizo que existe un entramado invisible de patriarcalidad que aún en posesión (y posición) de poder, es difícil de derribar. Me preocupa la educación de padres y madres, la formación de escuelas, colegios e instituciones de educación superior reproduciendo espacios contrarios a lo que el psicólogo clínico argentino Walter Riso llama "democracia afectiva".

Pero más me ocupa, lo que Riso ha tildado como "alexitimia" o ignorancia emocional, esa incapacidad de leer emocionalmente a los/as otros/as por parte de la clase política chilena. Este fenómeno también lo veo en la ciudadanía movilizada, pues discurso político y ciudadano viajan sin puntos de encuentro, buscando ser el mejor argumento para ganar (en palabras de Jürgen Habermas, 1981). Pero aún Habermas señala que el triunfo está en llegar a acuerdos, pero como parte de un verdadero "pacto social", pueblo y gobernantes.

La filósofa política Hannah Arendt (1997) nos plantea que el buen gobierno se desarrolla desde el ejercicio del poder político, pero sobre todo desde la comunicación. Por ende, nuestra tarea en este nuevo 8M es tender puentes de diálogo emocional y racional para alcanzar una bioética en la política, basada en una real "democracia afectiva".

Desarrollo de las mujeres en Chile

Ciertamente los avances en equidad son notables, pero aún no está todo resuelto. Hay muchos ámbitos que corregir para beneficio del género. Con todo, es absolutamente indispensable que esto no se plantee como una guerra de sexos, sino como una legítima demanda de un sector de la población que aspira a mejorar sus condiciones.
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Una enorme cantidad de mujeres han marcado la historia antofagastina y nacional a lo largo de los años. Desde la cultura, la ciencia, la labor social y, ciertamente, en su rol de madres.

Violeta Parra, Adriana Zuanic, Gabriela Mistral, Elena Caffarena, las escritoras Isabel Allende y María Luisa Bombal, la patriota Paula Jaraquemada, la doctora Eloísa Díaz, entre tantas otras.

Aunque su aporte no ha sido lo suficientemente reconocido. Lo positivo es que tal realidad ha comenzado a cambiar en los últimos años, merced a una mayor identidad de género y una conciencia del valor que cada ser humano tiene, sin importar su condición, género o credo. Un ejemplo es la Guerra del Pacífico, donde cientos de mujeres cumplieron un rol clave, como enfermeras, ayudantes e incluso soldados en los distintos frentes de batalla. Tal relevancia ha sido puesta en valor en el último tiempo, lo que es de justicia plena, sin discusión alguna.

Las mujeres han denunciado enormes daños en su contra, como los femicidios, los menores salarios por igual trabajo, complicaciones en salud, precios en sus planes, poca presencia en los círculos empresariales, políticos, y, en general, una cultura poco empática con sus demandas.

Es cierto que estos reveses han sido denunciados y todo mejora: las mujeres van a la universidad, estudian y trabajan en lo que ellas estiman conveniente, han alcanzado todos los altos cargos, como la jefatura de Estado, con la exPresidenta Michelle Bachelet; han asumido como ministras en la Corte Suprema, el Tribunal Constitucional; secretarías de Estado, intendencias, municipios y gerencias generales, entre otras. Han demostrado que pueden asumir cualquier responsabilidad y desarrollar un trabajo impecable.

Con todo, es indispensable que esto no se plantee como una guerra de sexos, sino como una legítima demanda de un sector de la población que aspira a mejorar sus condiciones.

En este día, y en estos tiempos, aquello debe valorarse y entenderse en toda su magnitud y profundidad que esta transformación cultural es positiva para la convivencia y de justicia plena.