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"Después de un año, me reencontré con el piano"

ANTOFAGASTINIDAD. Jorge Ortiz, periodista, desde Valparaíso al desierto más árido del mundo.
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Seguro lo vio en televisión, aunque ya hace rato que dejó TVN, canal por el cual llegó a nuestra región.

Se trata de Jorge Ortiz Abarca, un profesional que dice estar muy comprometido con la región.

Uno de sus sueños es que el territorio sea un espacio donde todos podamos disfrutar y donde se complemente la actividad minera con el turismo.

"Este último no solo estético sino que se logre de una vez por toda poner en valor la rica historia que tiene esta tierra", afirma convencido.

¿Cuándo y dónde naciste?

- Nací en el puerto de Valparaíso el 4 de diciembre de 1981. Mis padres son Elena Abarca y Jorge Ortiz (Q.E.P.D.) y tengo un hermano que se llama Diego Ortiz quien es un destacado violinista de la Orquesta Clásica del Maule en Talca. Fue el único de los dos que siguió el camino profesional de la música el cual yo dejé de lado tras más de 10 años de estudiar piano clásico a temprana edad.

¿Cuándo y por qué te enamoraste?

- De mi pareja Isi Waiz me enamoré hace más de tres años (en noviembre cumplimos 4 años juntos). Lo que me conquistó fue su forma de ver la vida anteponiendo el bien del resto incluso por sobre el propio. Me enamoró la pasión con al cual se dedicaba a la producción en el mundo cultural y a su bondad. Logramos tomarnos de la mano y enfrentar el camino juntos con miradas que terminaron siendo complementarias. Hoy lo hacemos tres junto a nuestra hija Josefina Paz.

¿Cómo y por qué nació tu pasión por el piano? ¿Por qué no la continuaste?

- Mi pasión por el piano comenzó a los cinco años gracias a la sabiduría de mi tío Fernando Abarca quien logró despertar esa pasión tras inculcarme que el hombre vino a este mundo con una sola misión, desarrollar todos sus talentos, siendo la música uno de los más maravillosos de estos. Tuve la fortuna de criarme en un hogar donde la música -particularmente la clásica- siempre estuvo presente y en la biblioteca de la casa había un piano de media cola que se me permitió rayar para colocar las notas de cada tecla.

De ahí, fue un proceso que recuerdo con mucho cariño pero también exigente. Lo que en un comienzo fue curiosidad ya a los siete años se formalizó con profesores particulares, luego siguieron institutos y el conservatorios de música clásica. De ahí siguió un largo camino de 10 años de estudios que llegaron a ser de hasta 5 a 6 horas diarias. Sin embargo, tantos años pasaron la cuenta y colapsé en cuarto medio decidí dejar de tocar piano. No toqué ni una sola tecla durante todo ese año y me propuse estudiar a la universidad donde estudié dos años Derecho y luego periodismo.

Después de ese año sin tocar, logré reencontrarme con el piano y volví a estudiar pero música contemporánea. Ya para satisfacer esa necesidad de forma temporal y no competitiva.