El "odio" contra los semáforos
Es difícil que alguien pueda defender con argumentos medianamente razonables que los semáforos merecen ser vandalizados. La falta de semáforos afecta principalmente a los trabajadores y, al regreso a clases, lo hará también a los estudiantes.
Qué se rompe cuando se rompe un semáforo, ¿se destroza un símbolo de la opresión capitalista?, ¿un guardián del statu quo?, ¿una tecnología al servicio de los poderosos?, ¿un bastión simbólico de la constitución creada en dictadura?
Entre todo lo que se ha quemado y destrozado post 18 de octubre, uno de los ataques más extraños es el que han recibido los semáforos de Antofagasta. Es difícil que alguien pueda defender con argumentos medianamente razonables que los semáforos merecen ser vandalizados. De hecho, se han visto manifestantes tratando de detener a quienes los rompen. Tratando de explicarles que los semáforos hacen las calles más seguras para todos, que peatones mueren atropellados en esquinas sin semáforos. A veces los convencen. Pero en muchas otras la rabia contra el semáforo -o el "sistema" que el semáforo representa- es superior y terminan derribándolo.
Hay algunos que han sido destrozados ya cinco veces, que apenas estuvieron en pie un par de días. En total son 35 los cruces que han sido dañados durante el estallido en toda la región y 18 están apagados.
Las calles, sobre todo para quienes no tienen auto y que se desplazan a pie o en bicicleta, se han vuelto más peligrosas. Es que la falta de semáforos afecta principalmente a los trabajadores y, al regreso a clases, lo hará también a los estudiantes.
Cada uno de esos semáforos cuesta en promedio, entre 6 y 10 millones de pesos. Además todo el sistema que controla los semáforos puede llegar a costar $60 millones. Una cuenta que tendremos que pagar todos los chilenos (también todos los ciudadanos estamos pagando las señaléticas destruidas).
Muy paradójico es que en años anteriores se han visto manifestaciones y barricadas de parte de antofagastinos que justamente pedían que un cruce peligroso tuviera un semáforo, porque la falta de este -además de la irresponsabilidad de algún conductor- había derivado en la muerte de un vecino.
Quien rompe un semáforo difícilmente es alguien que piensa que su acción está ayudando a mejorar Chile y que la caída de ese poste con tres luces es un aporte fundamental para crear una mejor constitución. Simplemente es alguien que rompe la casa común que es la ciudad.