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Ceder y buscar acuerdos

Ocho de cada diez chilenos espera que los líderes políticos privilegien la búsqueda de acuerdos. Es esa conversación la que nos puede sacar de la crisis actual. La conversación nos hace mejores personas y permite tener sociedades más fuertes; aquello lo entiende el chileno común y corriente, pero no tanto la élite de izquierda y derecha.
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En un momento tan crítico y difícil, queda bien en evidencia que la necesidad de los acuerdos resulta fundamental para salir de este momento tan complicado para Chile.

Es lo que, por lo demás exigen los compatriotas: voluntad para acercarse y conseguir puntos en común más que seguir relevando las diferencias ya conocidas entre cada uno de los sectores.

La encuesta del Centro de Estudios Públicos, CEP, precisa que el 64% de los chilenos valora la democracia como forma de gobierno; el 78% espera que los líderes políticos privilegien los acuerdos, mientras solo el 14% espera que privilegien sus posiciones. Se trata de una de las pocas luces de esperanza, considerando la destrucción de instituciones, el campeo de la desconfianza y el deterioro de las expectativas políticas y económicas.

Sin embargo la necesidad de explicitar las posturas y remarcar lo que nos divide se ha hecho una costumbre en demasiados espacios cotidianos. Desde la familia, los amigos, en el mundo del trabajo y ciertamente en el Congreso, que debiera ser un ejemplo de entendimiento y democracia.

Lo anterior, a pesar de lo que esperan los compatriotas: buscar acuerdos.

Esta urgencia por remarcar mis creencias y atacar las que van en contra de mis principios es dañina para la convivencia, quizás sea el resultado del impacto de las redes sociales, en las que no existe una motivación por el diálogo, si o por la popularidad. Nos hemos llenado de necios, de ignorantes y de personas inflexibles que no quieren ni buscan el encuentro, sino arrasar con sus posiciones.

La conversación nos hace mejores personas y permite tener sociedades más fuertes; aquello lo entiende el chileno común y corriente, pero no tanto la élite de izquierda y derecha.

Tampoco se trata de cualquier acuerdo, sino uno inteligente e informado, en acuerdo con lo que ocurre en el mundo. Lo demás es pura ilusión.

Salir de este pantano pasará casi exclusivamente por ceder, porque todos lo hagan, porque eso es la democracia y lo que piden los chilenos.

I+D

"Invertimos un magro 0,38 del PIB, mientras el promedio de la OCDE llega a un 2,4%". Carlos Tarragó, Presidente Corporación Proa Antofagasta
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Hace algunos años, algunos economistas intentaron imponer como dogma que podríamos considerarnos un país desarrollado, si lográbamos tener un ingreso per cápita por sobre los 20.000 dólares año. Afortunadamente se impuso la cordura y objetividad y ya no se insiste en dicho falso predicamento.

"No hay ningún país que haya llegado a ser desarrollado, sin una inversión significativa en ciencia". La cita corresponde a Cecilia Hidalgo, actual presidenta de la Academia Chilena de Ciencias y la primera mujer en obtener el Premio Nacional de Ciencias Naturales en 2006.

Existe consenso transversal qué si pretendemos situarnos en la privilegiada lista de países desarrollados, debemos, entre otros aspectos, cambiar drásticamente nuestra matriz exportadora y pasar de ser un país principalmente exportador de materias primas, a uno cuya oferta tenga un gran componente de productos con mayor valor agregado. Difícil tarea. Sin duda que lo ha sido, a pesar de las intenciones, anuncios, instrumentos y políticas que los diversos gobiernos le han dedicado al tema. Al respecto se entiende como consustancial al tema una mayor inversión en Investigación y Desarrollo, I+D.

Recuerdo que el expresidente Lagos planteó que el país requería subir la inversión en I+D hasta llegar a un 1% del PIB. Actualmente estamos lejos de esa meta. En efecto la inversión en innovación y desarrollo asciende a un magro 0,38 del PIB, mientras el promedio de los países de la OCDE llega a un 2,4%. Israel y China, por citar ejemplos de vanguardia, invierten alrededor de un 4%. Otra de las grandes falencias de nuestro país, es que el sector público participa en un 60% de la inversión, mientras que el sector privado lo hace en un 40%. Esta participación, en países desarrollados se invierte drásticamente, como en el caso de Estados Unidos donde las empresas privadas representan mas de un 80% del gasto en I+D. En nuestro país la apatía del empresariado demostraría una conformidad por no explorar nuevos procesos y tecnologías tendientes a mejorar la productividad y competitividad de sus operaciones.

Un tiempo atrás estuvo de visita en la ciudad Carolina Torrealba Ruiz-Tagle, subsecretaria del recientemente creado Ministerio de Ciencias y Tecnología. Su presencia obedeció a participar en la puesta en marcha del ministerio en la región.

Dentro de lo que la subsecretaria señaló fue que : "El principal desafío de la región es aumentar sus propias capacidades de investigación de base científica". Ciertamente esta opinión podría perfectamente considerarse como un desafío país, porque no es cuestión que solo la región esté al debe en investigación, sino que Chile, como ya se ha señalado, está lejos de exhibir un buen indicador al respecto.

Nueva apuesta por agregar valor al litio

"Chile debe ser parte a través del valor agregado y el conocimiento que se pueda generar en el país en esta materia". Alejandra Wood, Directora ejecutiva del Centro de Estudios del Cobre y la Minería, Cesco
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El reciente llamado de Corfo a empresas internacionales para dar valor agregado a los productos de litio con un precio preferente y un suministro estable a largo plazo, con el fin de desarrollar una industria local inédita en Chile, es una noticia positiva para nuestro país. Sin embargo, hay diversos factores que hay que tomar en consideración para lograr un proceso exitoso.

Como ya es sabido, la entidad ha suscrito contratos de arrendamiento con SQM en el Salar de Atacama, donde Corfo es dueña de las pertenencias mineras, y entre las condiciones están las de disponer del 25% de su producción de litio para que empresas accedan a un precio preferente, a cambio de instalarse en Chile y dar valor agregado a este mineral.

Este no es el primer intento de la Corporación en esta materia. Cabe recordar lo sucedido con Albemarle a mediados de 2019, año en que se realizó un proceso de similares características que no llegó a buen puerto, y donde no se conocieron públicamente las razones para el desistimiento de las empresas que originalmente habían mostrado interés por participar. Al respecto, solo existen especulaciones, que tendrían relación a la incertidumbre que generaba el cálculo del precio preferencial entre Corfo y Albemarle.

En esta oportunidad, la apuesta de Corfo se puede considerar más arriesgada, dado que, en el escenario en el que se desenvuelve la industria, ha cambiado. Entre los factores que explican esta situación, están la de una economía global más débil, golpeada principalmente por la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la caída del crecimiento anual promedio del precio del carbonato de litio, que cerró el año pasado en US$ 10.500, explicado por una sobreoferta de mineral debido a la entrada en operación de nuevos proyectos en Australia y China.

Para los expertos en el área, esta tendencia continuará, y los rangos de precios se mantendrían entre los US$ 8.000 y US$ 10.000 en el corto plazo. Y en un contexto de bajos precios cabe preguntarse, ¿es conveniente para una empresa realizar una inversión tan importante en Chile, solo para acceder a precios un poco más bajos que el promedio que se pronostica para los próximos meses?

Creo que sí. En contraste a este escenario un tanto incierto, las empresas que decidan apostar por invertir en el país cuentan con un producto establecido, con una producción y calidad que están certificados a nivel internacional, lo que es una garantía importante para el éxito del proceso. Y si bien nadie puede pronosticar a ciencia cierta el precio que alcanzará el carbonato de litio en el futuro, se espera que el valor del mineral podría subir a mediano plazo, empujado principalmente por la penetración de la electromovilidad, una tendencia que llegó para quedarse, y en la que Chile debe ser parte a través del valor agregado y el conocimiento que se pueda generar en el país en esta materia.