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Sabella en voz alta

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Alejandro Segura Durán, joven compositor antofagastino, es un buscador que ya encontró, pero que sabe que el camino tiene que recorrerlo igual.

Un autor decía: "Si quieres escuchar la voz de Dios, lee la Biblia en voz alta". Alejandro le ha puesto voz y música a "Norte Grande", invitando a gente de artes y letras a realizar el comprometedor y hermoso ejercicio de leer a Sabella en voz alta, en una ciudad puerto en que hasta las piedras y olas están empapadas o "empampadas" de la voz del poeta.

Alejandro no conocía "Célula Cristo", pequeña joya literaria de Andrés que en una primera edición se llamó "Sobre la Biblia un pan duro" y que, en los años 70, Andrés, inspirado en tiempos de diálogo entre cristianos y marxistas, la rebautizó como "Célula Cristo". Alejandro buscó el libro y me invitó a leerlo en voz alta. Acepté. La banda sonora de la lectura está inspirada en antiguas composiciones hebreas.

Siempre me ha llamado la atención que esa piedra preciosa de la literatura chilena no sea reeditada. En "Célula Cristo," Jesús no es un galileo domesticado por el sistema.

Andrés fue un gran charlista y ejercía el arte de conversar en cada esquina azul de Antofagasta, su voz fue grabada innumerables veces: el poeta y periodista radial Manuel Duran Díaz, en su colección de voces grabadas de los años 60, tiene registros de la voz de Andrés.

La vibración de la voz humana puede estar cargada de "buenas" o "malas vibras". Fui testigo de la muerte de una delicada planta de hojas carmesí, alguien conversó junto a ella y al día siguiente amaneció seca. Se de delicadas flores del campo que desmayaban al paso de las antiguas y chirriantes carretas. La voz humana posee además un poder sanador. Qué importante sería que los médicos conversaran algunos minutos con sus pacientes. En Israel se han realizado experimentos con un depósito de agua que se ha bendecido y ésta ha cambiado de estructura molecular. El poder de la Voz, es evidente.

Gracias a Alejandro, Andrés Sabella ahora recorre el mundo en su poesía y en la voz de quienes lo han leído una y otra vez y que además siguen descubriendo y saboreando piedras preciosas en sus escritos.

Waldo Valenzuela Maturana, pintor