Alemania era en los años 30 del siglo pasado, la sociedad más ilustrada de Europa. El país venía saliendo del desastre de la Primera Guerra Mundial, con consecuencias complejas: pérdida de territorios, deudas enormes con los países triunfadores y, por sobre todo, una caída de la moral y destrucción de partidos tradicionales e instituciones.
A la distancia y ventaja que ofrecen los años, podría decirse que el caldo de cultivo estaba hecho para un populista. Así llegó Adolf Hitler al poder, como líder del partido Nazi, dando vida a uno de los períodos más oscuros y horrendos de la historia humana.
Ayer 27 de enero se cumplieron 75 años de la liberación de Auschwitz, el más tristemente famoso campo de concentración y exterminio, donde se estima que murieron 1 millón 300 mil personas, incluyendo judíos, gitanos, comunistas y diferentes minorías étnicas, en medio de la Segunda Guerra Mundial.
El complejo estaba integrado por tres campos principales: Auschwitz I fue el primer campo y se construyó antes de que comenzara la guerra; Auschwitz II (Birkenau) fue el más grande y el que exterminó a más personas; y Auschwitz III (Monowitz) era un campo de trabajo. Asimismo, el complejo contenía alrededor de 40 subcampos.
A la ceremonia acudieron 2.500 invitados de 50 países, en una conmemoración solemne que tiene un objetivo: evitar el olvido. No se trata de un recuerdo hebreo. Todo el Holocausto es un símbolo profundamente humano, que debe permanecer en la memoria, como recordatorio de las atrocidades que liderazgos enfermos pueden llegar a acometer.
Son varios los sobrevivientes que sobrevivieron a ese campo de exterminio y que se avecindaron en Chile: Lea Zajac era una adolescente judío-polaca de Hajnówka; Vera Vegvari vivía en Nyrmada, un pueblo al este de Hungría y se suman David Feuerstein, Américo Grunwald, Agnes Bineth, Saúl Gloger, Eva Singer y Elie Alevy, entre otros.
Auschwitz es un recordatorio del peligro de los totalitarismos de izquierda y derecha; del cuidado que debemos tener con la democracia y de la urgente necesidad de cultivar el respeto y amor por la humanidad.